viernes, 7 de mayo de 2010

La intervención de María en la vida del Beato Juan Pablo II presentada en un libro de Mons. Jaime Fuentes

Bajo el título “Totus Tuus. La intervención de la Virgen en la vida del beato Juan Pablo II”, Cobel Ediciones acaba de publicar en España un libro del Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, quien investigó y reflexiona sobre la influencia de la Virgen María en la vida del hoy Beato Juan Pablo II.

Compartimos dos de los comentarios publicados sobre este libro de nuestro Pastor:

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“Totus Tuus. La intervención de la Virgen en la vida del beato Juan Pablo II (Mons. Jaime Fuentes)
Cuando un católico se acerca a la figura del beato Juan Pablo II se da cuenta, nada más hacer eso, que el Papa que viniera del otro lado del telón de acero, tenía un amor especial por la Theotokos, la Madre de Dios. Y no era un acercamiento, sólo, arrobado del hijo por su Madre sino, además, que lo era de quien sabe que María, aquella joven que dijo sí a Gabriel, es, en efecto, quien “está llamada a llevar a todos al Redentor” (p. 37).
Pues bien, el autor de “Totus Tuus. La intervención de la Virgen en la vida del Beato Juan Pablo II” demuestra conocer que eso es, esencialmente, cierto.
Monseñor Jaime Fuentes, a la sazón Obispo de Minas (Uruguay) conoció, de primera mano, al beato Juan Pablo II. Es más, así lo dice cuando nos ofrece un testimonio impagable: el 20 de mayo de 1992 concelebró la Santa Misa con el ya beato de la Iglesia católica. Nos dice, así, que “recé con el Papa de la manera más sencilla, uniéndome con toda el alma a su oración “(p. 167).
Pues el Obispo de Minas ha investigado acerca de la influencia que ha tenido la Virgen María en la existencia de quien, precisamente, escogió como lema de su obispado, el de “Totus Tuus” recordando lo que el mismo beato dice en “Cruzando el umbral de la esperanza” que es que “Gracias a san Luis Grignion de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es, en cambio, justamente cristocéntrica, es más, está profundamente enraizada en el Misterio trinitario de Dios, y en los misterios de la Encarnación y de la Redención“.
A lo largo de los 12 capítulos que comprende el libro de don Jaime Fuentes el lector puede darse cuenta de que, en realidad, “Karol Wojtyla entrelazó y vivió con María una tierna, filial y persistente relación, amándola y recibiéndola como Madre en el propio ‘espacio interior’ memorial del don pascual que Jesús hizo a cada discípulo suyo” (de la Presentación del libro a cargo de donSalvatore Perrella, OSM, Profesor de Teología Dogmática y Mariológica Sistemática de la Pontificia Facultad Teológica “Marianum”, de Roma).

Por eso, “a lo largo y a lo ancho del mundo, en el transcurso de sus viajes pastorales, Juan Pablo II consagrará y confiará a María Santísima la Iglesia y las naciones que visite, subrayando repetidas veces la fe en su intercesión” (p. 41) y, exactamente por eso María acompañó, como compañera fiel del camino del Siervo de Dios que tanto haría por el mundo, a la que dedicó, además de muchos pensamientos, la encíclica Redemptoris Mater momento en el que “comienza el movimiento central majestuoso, vibrante, jubiloso de un concierto cuya interpretación había empezado el día de su elección a la Cátedra de Pedo, el 16 de octubre de 1978” (p. 91) porque, en realidad, eso fue la vida espiritual del beato Juan Pablo II: “!Todo por María¡, indicando así la melodía que debía seguir mientras se acercaba al tercer milenio de la encarnación redentora del Hijo de Dios” (p. 91-92).

Tal es así que desde el principio de su pontificado, en el mismo momento de salir al balcón desde el que se dirigía a los presentes y al mundo tras ser elegido, mostró una gran confianza en la Virgen María. Por eso “Menos de un minuto habían durado las palabras de saludo del nuevo Papa y dos veces se había referido, espontáneamente, a su confianza en la Santísima Virgen” (p. 28). Por lo tanto, no es de extrañar que el autor del libro diga que “ningún otro Romano Pontífice ha enseñado tanto y tan profundamente acerca de María Santísima” (p. 137) pues, de la lectura de mismo se deduce, con bastante facilidad, que el beato Juan Pablo II quiso, para la Iglesia que pastoreaba, una verdadera “dimensión mariana” (p. 139) que, junto a la petrina (sucesores de Pedro como vicarios de Cristo) sirviera, en realidad, para “gobernar la Iglesia imitando a María” (p. 138).

Y no son pocos los casos, situaciones y ocasiones en las que el beato Juan Pablo II se apoyará en María. Tanto en el hecho de considerar a la Iglesia como propiedad de María (p. 35) como en lo relacionado con el denominado “Misterio del 13 de mayo” (p. 45) en el que el Papa polaco, en el intento de asesinato de parte de Alí Agca, entendió posible la intervención de María en la resolución de su no muerte o, por ejemplo, en lo referido al nuevo milenio en el que nos introdujo el beato Juan Pablo II (Véase, por ejemplo, la Carta apostólica Novo Millennio Ineunte) y, ya dentro del mismo, la publicación de la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (de 16 de octubre de 2002) donde agradece “a la Virgen, por medio del Rosario, la protección maternal que le ha dispensado” (p. 163) y en la que se apoya para decir que “Mediante el rezo del Rosario, la Santísima Virgen obtendrá de Dios la gracia de la conversión de los corazones” (p. 165).

Por otra parte, Cristo y María son espíritus que se relacionan de tal forma que no se entiende uno sin el otro. Por eso el beato Juan Pablo II llama a María “Mujer ‘eucarística’” (p. 170) porque en varios momentos de la vida de la Virgen (por ejemplo, en la Anunciación o en la Visitación a su prima Isabel) se convierte en “el primer ‘tabernáculo’ de la historia, anticipando así la fe eucarística de la Iglesia” (cfr. Carta enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 56, p. 171). De aquí que para el beato Juan Pablo II la intervención de la Virgen fuera decisiva para/en la historia de la salvación pues no ocupa un papel secundario sino que, como en Caná, nos impele a hacer lo que “Él” nos diga. Por eso es mediadora en muchas ocasiones como, por ejemplo, cuando devolvió a Rusia el icono de la Madre de Dios de Kazán, momento en el que “la Virgen es invocada y enviada como Mediadora…” (p. 179)

Y así podríamos estar un buen rato porque el libro escrito por don Jaime Fuentes, obispo de Minas (Uruguay) es una verdadera delicia, salida de un corazón que ama a María, para el hijo de Dios que se sabe, también, hijo de la Virgen (recordemos la entrega, en el máximo momento de Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen como Madre a Juan) porque le muestra, y demuestra, que si para el beato Juan Pablo II la Madre de Dios fue una importante luz en el camino que el mismo recorrió hasta que fuera llamado a la Casa del Padre, lo mismo y exactamente igual ha de significar para el resto de los que nos consideramos hijos de Dios. Y bien que lo demuestra el pastor ordenado en el episcopado el 28 de noviembre de 2010 y cuyo lema episcopal es, precisamente, “Ipsa duce” (Ella conduce) porque, en efecto, en el caso del beato Juan Pablo II así fue.

Y ya para terminar, cuando se lee un libro con intención de decir algo sobre el mismo, se debehacer una recomendación de a qué tipo de personas puede ir dirigido. En este caso particular deberían ser las siguientes:

· Para todos los que quieren conocer la especial relación que mantenía el beato Juan Pablo II con la Madre de Dios.
· Para todos los que tengan necesidad de acercarse a María a través de la persona del papa polaco.
· Para todos los que quieran comprender de dónde sacaba las fuerzas el beato Juan Pablo II para caminar por el mundo.
· Para todos los que no entiendan que María es intercesora nuestra.
· Para todos los que ya tienen a María como Madre suya.
· Para todos aquellos que vean que María es una luz en el camino de la vida del creyente.
AGENCIA ZENIT
La intervención de María en la vida del Beato Juan Pablo II
Publicado un libro del obispo uruguayo Jaime Fuentes
MADRID, martes 3 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Con el título “Totus tuus. La intervención de la Virgen en la vida del beato Juan Pablo II”, se acaba de publicar un libro de monseñor Jaime Fuentes, obispo de Minas, Uruguay.
“Jaime Fuentes ha escrito con genuina inteligencia de amor, para que los lectores y las lectoras asuman la sabia indicación que nos dejó como testamento Juan Pablo II: abrid las puertas de vuestra existencia a Cristo, Hijo de Dios e hijo del hombre, abandonaos en la filial confianza en la Madre del Señor, que la Iglesia del tercer milenio muestra con alegría como Buena Pastora”, afirma en el prólogo del libro, editado por Cobel, Salvatore Perrella, OSM, profesor de Teología Dogmática y Mariología Sistemática de la Facultad Teológica Pontificia Marianum.
Dividida en doce capítulos, esta obra afronta, en el primero, la figura de María como madre de la Iglesia y la actitud del beato Juan Pablo II hacia la Virgen, que se resume en la frase “¡Todo por medio de María!”, siguiendo la tradición de grandes santos como Bernardo de Claraval, Grignion de Monfort y Maximiliano Kolbe.
El segundo capítulo se centra en el misterio del 13 de mayo, en la coincidencia entre el atentado contra el papa Wojtyla y la fiesta de Nuestra Señora de Fátima, y en la interpretación que de todo ello hizo el nuevo beato.
El autor subraya la componente de “misterio” que tuvieron todos estos acontecimientos, y el convencimiento de Juan Pablo II de que había sido la mano maternal y misericordiosa de María la que desvió el proyectil del mercenario Ali Agca. Incluye un extenso testimonio del entonces secretario personal del papa, actual cardenal Stanislaw Dziwisz, revelando detalles poco conocidos de aquél suceso, y su respuesta a los interrogantes que aquellos hechos suscitaron.
El resto de los capítulos aborda la biografía de Juan Pablo II siguiendo como hilo conductor su magisterio mariano, así como sus gestos de consagración a Nuestra Señora. Un hito en este itinerario filial fue su viaje a Fátima, un año después del atentado, para agradecer a la Virgen “haberme salvado del peligro”. Afirmando que “no hay meras coincidencias en los designios de la Providencia divina” el papa Wojtyla afirmó en aquella ocasión haber sentido “una llamada de atención para el mensaje” que partió de Fátima 65 años antes. Después se vería que fue fiel a aquella llamada.
Otro hito fue la convocatoria de un Año Santo extraordinario que comenzaría en la fiesta de la Anunciación de 1983, como tiempo de preparación para el gran jubileo de 2000, abriendo un “tiempo de adviento” en toda la Iglesia en compañía de María “madre del Redentor”. Tema este de su primera encíclica Redemptor hominis. En una carta a los obispos del mundo, les invitó a que, en la fecha del 25 de marzo siguiente renovaran el acto de consagración que el mismo había hecho en Fátima.
Otro capítulo del libro aborda Lourdes y el misterio de sufrimiento humano, a través de la mirada y el magisterio de Juan Pablo II.
Monseñor Jaime Fuentes presenta también más adelante la figura de María en relación a la dignidad de las mujeres. Destaca a aquellas que en la historia de la Iglesia han merecido el título de doctoras. Y explica el magisterio del beato Juan Pablo II dirigido a las mujeres, cuya misión veía inscrita en el misterio de la Iglesia-Madre e Iglesia-Esposa. En este mismo capítulo, inserta el tema de la cultura de la vida que tanto promovió el papa Wojtyla, y expone su visión del “genio femenino”.
En capítulos sucesivos da respuesta en clave mariana a la pregunta: ¿por qué cayó el comunismo? Y comenta las setenta catequesis que Juan Pablo II dedicó a la Virgen en sus audiencias.
Se detiene en el año 2000, cita del Gran Jubileo, en el que el papa hace el anuncio de la revelación del “tercer secreto de Fátima”. Este jubileo, en opinión del autor, fue la meta hacia la cual el pontífice “encaminó a la Iglesia durante 22 años”. Una vez alcanzada, Juan Pablo II ofrecía una nueva sorpresa: un programa para el milenio que se iniciaba. Y un año después de la encíclica Novo millenio ineunte, en la que propone contemplar el rostro de Cristo, expone la “vía maestra” de esta contemplación, el rosario.
Todavía en un último capítulo el autor recoge los mensajes marianos de un papa doliente, en los últimos años de su vida. El más significativo fue la entrega del icono de la Madre de Dios de Kazán al patriarca de Moscú Alejo II para “contribuir a la deseada unidad entre las Iglesias católica y ortodoxa”.
En su conclusión, monseñor Fuentes aborda dos aspectos muy debatidos entre los fieles de la Iglesia, que se refieren a la petición por parte de algunos de que se definan nuevos dogmas relativos a María. El autor hace un recorrido histórico sobre el origen de estas propuestas y recoge el magisterio del actual papa Benedicto XVI al respecto.

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