domingo, 31 de enero de 2010

Comentario del Evangelio

En el Evangelio de hoy meditamos un largo texto sobre la expulsión de un demonio que se llamaba Legión y que oprimía y maltrataba a una persona. Hoy, hay mucha gente que se sirve de estos textos del evangelio sobre la expulsión de los demonios, para dar miedo a la gente. ¡Es una lástima! Marcos hace lo contrario. Como veremos, Marcos asocia la acción del poder del mal a cuatro cosas: a) al cementerio, o lugar de los muertos. ¡La muerte que mata la vida! b) Al puerco, que era considerado un animal impuro. ¡La impureza que separa de Dios! c) al mar, que era visto como símbolo del caos de antes de la creación. El caos que destruye la naturaleza. d) A la palabra Legión, nombre de los ejércitos del imperio romano. El imperio que oprime y explora a la gente. Y ahora Jesús vence el poder del mal en estos cuatro puntos. La victoria de Jesús tiene un enorme alcance para las comunidades de los años setenta, época en la que Marcos escribe su evangelio. ¡Las comunidades vivían perseguidas por las legiones romanas, cuya ideología manipulaba las creencias populares relativas a los demonios para dar miedo a la gente y conseguir la sumisión! Los versos iniciales describen la situación de la gente antes de la llegada de Jesús. Marcos describe el comportamiento del endemoniado, y asocia el poder del mal al cementerio y a la muerte. Es un poder sin rumbo, amenazador, descontrolado y destructor, que da miedo a todos. Priva a la persona de conciencia, de autocontrol y de autonomía. Alertada la gente por los porqueros que se ocupaban de los puercos, la gente del lugar acudió y vio al hombre libre del poder del mal “en su sano juicio”. ¡Pero entraron en los puercos! Por esto piden a Jesús que se aleje. Para ellos, los puercos son más importantes que el ser humano que acababa de recobrar su sano juicio. Lo mismo ocurre hoy. El hombre liberado quiere “seguir a Jesús”, pero Jesús le dice: “Vete a tu casa, con los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.” Esta frase de Jesús, Marcos la dirige a las comunidades y a todos nosotros. Para la mayoría de nosotros “seguir a Jesús” significa: “¡Ve a tu casa y anuncia a los tuyos lo que el Señor te hizo!” El hombre curado quiere seguir a Jesús. Pero tiene que quedarse en casa y contar a todo el mundo lo que Jesús le hizo. ¿Cuentas a los demás lo que el Señor hizo y hace por ti?

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

jueves, 28 de enero de 2010

"Para mí, la Iglesia evocaba algo polvoriento y siniestro. Descubrí que ella era viva, encarnada por personas inteligentes y buenas"

Publicado 2010/04/23
Autor: Gaudium Press


Vaticano divulga nuevo Anuario Estadístico de la Iglesia

Publicado 2010/04/27
Autor: Gaudium Press
Sección: Europa


Ciudad del Vaticano (Martes, 27-04-2010, Gaudium Press) De 2000 a 2008, el número de católicos bautizados creció en todo el mundo, así como el de obispos, diáconos y, en menor número, de sacerdotes. Disminución, aunque pequeña, solo en la cantidad de religiosos y religiosas profesos. Estos y otros datos constan del más reciente compendio de datos sobre la presencia de la Iglesia Católica en el mundo, el "Annuarium Statisticum Ecclesiae" (Anuario Estadístico de la Iglesia), publicado hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede. Los datos son referentes al año 2008.

De acuerdo con el Anuario, los bautizados católicos en el mundo están en aumento, de 1.045 millones en 2000 para 1.166 millones en 2008 - un crecimiento de 11,54%. Según el Vaticano, esto representa "una substancial estabilidad" para la Iglesia Católica, ya que en el mismo período el porcentaje de crecimiento de la población en el planeta fue de 10,77%.

El número de nuevos fieles aumentó en todo el mundo con una dinámica diferente en cada continente. En Europa, hubo casi estabilidad en relación al 2000 (aumento de 1,17%) - pero debido al crecimiento más amplio en otros continentes, la representación de los europeos en el total de católicos en el mundo pasó de 26,81% a 24,31%. Hubo aumento considerable, a su vez, en el número de bautizados católicos en África (33,02% de 2008 sobre 2000); seguido por Asia (15,61%), Oceanía (11,39%) y América (10,93%). En todos los continentes aumentó el número de fieles por padre.

De la misma forma el número de sacerdotes - promedio entre diocesanos y religiosos - en el período 2000-2008 presentó un crecimiento positivo, de forma más pujante en África y Asia (respectivamente 31,09% y 23,77%). De todos los continentes, solo Oceanía presentó porcentaje negativo en este sentido en los últimos años (-4%). Analizados separadamente, entretanto, hubo crecimiento en el total de sacerdotes diocesanos, que subieron de 265.781 a 272.431, pero disminución de los religiosos, que pasaron de 139.397 a 135.000.

Se nota también una relativa falta de vocaciones en las congregaciones femeninas en Europa, América y Oceanía. En total, las religiosas profesas pasaron de 801.185 en 2000 a 739.068 en 2008, lo que significa una reducción de 7,75%. Pero se observó un aumento en África y Asia, de 21,20% y 16,40, respectivamente.

En lo que dice respecto al número de estudiantes de Filosofía y Teología, también hubo crecimiento: de 110 mil a 117 mil, igualmente con notable vitalidad en los continentes africano y asiático.

El Anuario Estadístico de la Iglesia es fruto del estudio del dicasterio vaticano, el Departamento Central de Estadística de la Iglesia, responsable por el suministro de los datos estadísticos sobre la acción de la Iglesia Católica en todo el mundo. El Departamento Estadístico vaticano, presidido por Mons. Vittorio Formenti, se encuentra en el propio Palacio Apostólico en el Vaticano.

¿Cómo vivir si no estamos enamorados?

28 de abril del 2010
Autor: http://www.opusdei.org.uy/

A María ¡Quiero ser santa!

Sierva de Dios Madre Clelia Merloni Autor : Sierva de Dios Madre Clelia Merloni

Oh María, al ser esposa de tu Jesús, soy hija tuya, por eso guárdame porque quiero ser santa.

Sé que deberé amar la humildad, el olvido, la caridad, buscar siempre en todas las cosas el último sitio, para someter y aniquilar mi orgullo. Pero no me importa, estoy decidida: quiero ser santa.

Deberé amar el desprecio, nunca disculparme, nunca desanimarme, aunque no importa nada mientras consiga ser santa.

Deberé renegarme continuamente, vencerme en mil ocasiones, una más penosa que otra… pero no importa: quiero plenamente ser santa.

Deberé practicar una caridad extrema para con el prójimo: amarlo, soportarlo y no lamentarme nunca si fuera injusto conmigo. A pesar de todo, quiero ser santa. También sé que siempre deberé actuar con espíritu de fe, de penitencia; deberé realizar todas mis acciones bajo la mirada de Dios que me observa; deberé mortificarme con frecuencia y resistir a todas mis naturales inclinaciones. Aún así, quiero ser santa. Deberé cortar continuamente con las repugnancias de la naturaleza, con la atracción de los placeres; deberé amar el silencio, el recogimiento, el retiro, el trabajo, sin cansarme, ni desanimarme. A pesar de eso, quiero ser santa.

Deberé esforzarme en la capilla para ser fervorosa en la oración, cuidar de no distraerme, dar buen ejemplo con mi comportamiento, recogimiento y aunque me cueste mucho quiero hacerlo para ser santa.

En los dolores, en las enfermedades, en el hastío, en las acusaciones injustas, en las contrariedades cotidianas, no deberé lamentarme, ni murmurar. Quiero ser santa.

El demonio me atormentará con disgusto, con tedio, con tentaciones.

Sin embargo, nada me importa, porque quiero ser santa cueste lo que cueste.

¿Cómo podré llegar a ser santa? Haciendo lo mejor que pueda las labores que me impongan cada día. Muchos santos, que ya están en el Paraíso, no hicieron más de lo que yo hago aquí: oración, meditación, exactitud en los actos comunes, sumisión con espíritu de fe a cualquier sacrificio permitido por Dios todos los días…

Cualquier acto que haga, lo quiero hacer como si Dios estuviese presente, me mirase y sonriese ante mis esfuerzos. Quiero hacerlo como si mi Ángel de la Guarda me ayudara, que para eso tiene una misión especial y tan sólo espera que se lo pida.

Quiero realizar todas las acciones como si no tuviese nada más que hacer aparte de aquello que me es pedido por la obediencia, en aquel momento, y no las dejaré mientras no las termine con toda la perfección que me sea posible.

Quiero hacer cada una de ellas como si después debiese ofrecerlas en homenaje a Dios y la Virgen Santísima. Sin duda que Dios espera ser alabado con esta acción.

Dios ha unido una gracia particular a esta acción. Él reconocerá que le amo si, a pesar del aburrimiento, continúo para acabar mi tarea.

Dios manda que se escriban cada uno de mis actos bien hechos, y más tarde éstos conformarán mi corona en el Cielo. Dios borra muchos de mis pecados pasados, si me esfuerzo, para ayudarle, en hacer bien tal acción.

Dios recibe de mí, su pobre hija, una gloria que compensa las blasfemias de los malos y la rebelión de las almas que no quieren someterse a su divina voluntad.

¡Oh, Dios mío, sí que quiero hacer siempre bien todas las acciones!

Comentario del Evangelio

Es precioso ver como Jesús busca en la vida y en los acontecimientos elementos e imágenes que puedan ayudar a la multitud a percibir y experimentar la presencia del Reino.

En el evangelio de hoy Jesús, de nuevo, cuenta dos pequeñas historias que acontecen todos los días en la vida de todos nosotros: “La historia de la semilla que crece por si sola” y “La historia del grano de mostaza que crece y se vuelve grande”. El agricultor que planta conoce el proceso: semilla, hilito verde, hoja, espiga, trigo. No usa la hoz antes de tiempo. Sabe esperar. Pero no sabe como la tierra, la lluvia, el sol y la semilla tienen esta fuerza de hacer crecer una planta desde la nada hasta la fruta.

Así es el Reino de Dio. Sigue un proceso, tiene etapas e plazos, crece. Va aconteciendo. Produce fruto en un tiempo determinado. Pero nadie sabe explicar su fuerza misteriosa. Nadie es dueño. ¡Solo Dios! La semilla de mostaza es pequeña, pero crece y, al final, los pajaritos hacen el nido entre sus ramas. Así es el Reino. Comienza bien pequeño, crece y alarga sus ramos para que los pajarillos hagan sus nidos. El Reino empezó con Jesús y unos pocos discípulos. Jesús fue perseguido y calumniado, preso y crucificado. Pero creció y sus ramas se fueron extendiendo.

La parábola deja una pregunta en el aire, pregunta que tendrá una respuesta más adelante en el evangelio: ¿Quiénes son los pajarillos? El texto sugiere que se trata de los paganos que podrán entrar en la comunidad y participar en el Reino. Jesús no explica las parábolas. Cuenta las historias y provoca en nosotros la imaginación y la reflexión del hallazgo. ¿Qué he descubierto en estas dos parábolas? El que la vida se vuelva transparente es el objetivo de las parábolas. A lo largo de los años, ¿se ha vuelto más transparente mi vida o ha ocurrido lo contrario?

Comentarios realizados por: José Valiente Lendrino (Viceconsiliario Nacional de Cursillos en España)

Santo del día

San Luis María Grignion de Montfort

Publicado 2010/04/28
Autor : Catholic.net


El santo de la verdadera devoción Mariana. Abril 28

La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.

Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.

Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.

El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.

De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos... ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!

La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía...

Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas...’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.

Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.

Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.

El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado...’’.

El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.

Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.

martes, 26 de enero de 2010

PENSAMIENTOS DE MADRE TERESA : LA ORACIÓN

La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin Él, no podemos nada. Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él.

Si oramos, creemos. Si creemos, amaremos. Si amamos, serviremos. Es imposible comprometerse en un apostolado directo, si no es desde una auténtica oración. Debemos tratar de ser uno con el Padre. Nuestra actividad no será verdaderamente apostólica si no le permitimos obrar en nosotros, a través de nosotros, gracias a su poder, a sus planes y a su amor. Para que la oración sea realmente fructuosa, ha de brotar del corazón y debe ser capaz de tocar el corazón de Dios.

Yo estoy perfectamente convencida de que cuantas veces decimos Padre nuestro, Dios mira sus manos, que nos han plasmado... "Te he esculpido en la palma de mi mano"... mira Sus manos y nos ve en ellas. ¡Qué maravillosos son la ternura y el amor de Dios omnipotente! Orad sencillamente, como los niños, movidos por un fuerte deseo de amar mucho y de convertir en objeto de propio amor a aquellos que no son amados. Debemos ser conscientes de nuestra unión y de convertir con Cristo, así como El tenía clara conciencia de su unión con el Padre. La plegaria perfecta no consiste en una palabrería, sino en el fervor del deseo que eleva los corazones hasta Jesús.

Nuestras acciones sólo pueden producir frutos, cuando son expresión verdadera de una plegaria sincera. Frecuentemente nuestra oración no produce efecto por no haber fijado nuestra mente y nuestro corazón en Jesús, por medio de quien únicamente nuestra oración puede ir directamente a Dios. "Yo lo miro y El me mira" constituye la perfecta oración. Nunca debiéramos ceder a la costumbre de aplazar nuestra oración, sino hacerla con la comunidad. El fracaso o la perdida de la vocación proviene también de la desidia en la oración.

La oración ensancha el corazón delicado hasta el punto de estar en condiciones de acoger el don del propio Dios. Dios se compadece de la debilidad pero no quiere el desánimo. "En El vivimos, nos movemos y existimos". No basta orar generosamente, hemos de orar con fervor y devoción. El conocimiento que comunicamos debe ser el de Jesús crucificado y, como dice san Agustín: "Antes de dejar de hablar a la boca, el apóstol ha de elevar su propia alma sedienta a Dios para luego poder entregar cuanto ha bebido, vertiendo en los demás aquello de lo cual estamos colmados", o como nos enseña santo Tomás: "Aquellos que son llamados a la labor de una vida activa, cometen una grave equivocación si piensan que su compromiso les dispensa de la vida contemplativa. Tal obligación se añade a aquélla y no la hace menos indispensable".

La oración que brota de nuestra mente y de nuestro corazón y que recitamos sin necesidad de leer en ningún libro se llama oración mental. Sólo por medio de la oración mental y la lectura espiritual, podemos cultivar el don de la oración. La oración mental es una gran aliada de la pureza de alma. Los mejores medios para alcanzar un franco progreso espiritual son la oración y la lectura espiritual.

Si a ustedes les resulta difícil orar, rueguen insistentemente: "¡Jesús ven a mi corazón, ora dentro de mí y conmigo, hazme aprender de Ti cómo orar". La Misa es el alimento espiritual que me sustenta y sin el cual no podría vivir un solo día o una sola hora de mi vida. La cosa más importante no es lo que decimos nosotros, sino lo que Dios nos dice a nosotros. Jesús está siempre allí, esperándonos. En el silencio nosotros escuchamos su voz. Debemos amar la oración. La oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo capaz de contener el don que Dios nos hace de Sí mismo.

LA ORACIÓN Y EL SILENCIO El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente en presencia de Dios y escuchar lo que nos quiere decir. Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los ojos y de la lengua. El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón. Dios es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas. No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través de nosotros. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

Movimiento de los focolares

Trento, 1944

En un refugio antiaéreo, abrimos el Evangelio en una
página cualquiera; se trata del Testamento de Jesús:
"Que todos sean uno, Padre, como yo en Ti".
Aquellas palabras parecían iluminarse.
Aquel "todos" habría sido nuestro horizonte.
Aquel proyecto de unidad, la razón de nuestra vida.

Chiara Lubich

A partir del primer núcleo de Trento...

Es en el marco de odio y de violencia del segundo conflicto mundial que se enciende la chispa inspiradora: el "descubrimiento fulgurante" del Único que "ninguna bomba puede destruir": Dios. Dios, experimentado como Amor, cambia radicalmente la vida de Chiara Lubich, quien tenía entonces poco más de veinte años. Una experiencia que enseguida es comunicada y compartida por sus primeras compañeras.

A los refugios antiaéreos llevan sólo el Evangelio. Allí encuentran el "cómo" responder al Amor. En aquel período Chiara misma escribe: "Cada día vivimos nuevos descubrimientos: el Evangelio se convierte en nuestro único libro, única luz de vida".

En el mandamiento del amor recíproco descubren la ley para recomponer la fraternidad de la sociedad disgregada. "Ponemos todo en común: cosas, casas, ayuda, dinero. La vida es otra".

Con maravilla, aquel primer grupo experimenta la fuerza, la luz, el valor, el amor que dona la presencia de Jesús por Él prometida cuando dos o tres se reúnen en Su nombre (Mt. 18-20). Una luz que ilumina la última oración de Jesús al Padre: "Que todos sean uno". Este proyecto de Dios sobre la familia humana se convierte en el programa de sus vidas: "La unidad entre nosotras se vuelve como un trampolín que nos impulsa hacia donde no hay unidad para suscitarla".

Los efectos: "Cada día crecen a nuestro alrededor personas de todas las edades y condiciones sociales. Se apagan odios y rencores. Muchas familias se recomponen". Nace la certeza de que en el Evangelio está la solución de cada problema, individual o social.

...un Movimiento

Muy pronto aquel primer grupo se convierte en un Movimiento que suscita una renovación espiritual y social. En más de 60 años de vida ha alcanzado una difusión mundial (182 países), con dos millones y medio de adherentes y una irradiación de algunos millones, difícilmente cuantificable.

Un pequeño pueblo - Por la variedad de su composición, con los años, el Movimiento asume las dimensiones de un pequeño pueblo, como lo definió Juan Pablo II: abraza no sólo a católicos, sino también a cristianos de varias Iglesias y comunidades eclesiales, y hebreos. Poco a poco forman parte de él seguidores de las grandes religiones, y personas sin una referencia religiosa. La adhesión al Movimiento tiene lugar sin sincretismos, en la plena fidelidad a la propia identidad. Es común el compromiso de vivir, aun en distintos modos, el amor y la unidad, que están inscritos en el DNA de cada hombre.

Por qué la denominación Movimiento de los Focolares - Desde un inicio, el Movimiento fue denominado "de los Focolares" por la gente de Trento, por "el fuego" del amor evangélico que anima a Chiara Lubich y a sus primeras compañeras.

Fundadora - Chiara Lubich - ella misma subraya que el Movimiento "no ha sido diseñado por una mente humana, sino que es el fruto de un carisma que viene de lo Alto. Nosotros tratamos de seguir, a través de las circunstancias, la voluntad de Dios día tras día".

Las aprobaciones - El obispo de Trento, Mons. Carlo de Ferrari, da la primera aprobación, a nivel de Iglesia local, en 1947. "Aquí está la mano de Dios". Seguirán las aprobaciones pontificias: la primera en 1962; la más reciente, por su desarrollo ulterior, en 1990.

Un Movimiento eclesial - Los Focolares se injertan en el actual fenómeno de florecimiento de Movimientos Eclesiales originados por un "carisma preciso donado a la persona del fundador" (Juan Pablo II) es decir por "un don del Espíritu" que incesantemente suscita "la novedad del cristianismo" (card. Ratzinger). Juan Pablo II reconocerá en el carisma de Chiara Lubich, un "radicalismo del amor" y en el Movimiento los lineamientos de la Iglesia del Concilio, abierta a los varios diálogos (19.8.1984).

Espiritualidad de la unidad

"Mientras creíamos vivir simplemente el Evangelio -escribe todavía Chiara Lubich- inadvertidamente el Espíritu iba subrayando algunas Palabras que debían llegar a ser los principios operantes de una nueva corriente espiritual: la espiritualidad de la unidad".

Es a partir de esta espiritualidad, que se convierte en el estilo de vida de personas de todas las edades, categorías, vocaciones y culturas, que se desarrolla el Movimiento. En su corazón están los 'focolares', pequeñas comunidades masculinas o femeninas, compuestas por laicos, vírgenes y casados, totalmente donados a Dios según su estado, comprometidos en primer lugar en mantener viva la presencia del Resucitado, por Él prometida cuando "dos o tres se reúnen en Su nombre".

Finalidad

En el actual cambio histórico, compartiendo con la humanidad la difícil gestación de una nueva civilización globalizada, interdependiente, multicultural y multirreligiosa, el Movimiento se ha comprometido, junto a muchas otras fuerzas que se mueven en esa dirección, a componer en unidad la familia humana, enriquecida por la diversidad.

Instrumentos de unidad

Principalmente los "focolares", reunidos por "zonas", que convergen en un único "Centro Internacional". Poco a poco, del único árbol, nacen numerosas ramificaciones entre las cuales movimientos de vasto alcance, que lanzan semillas de renovación en distintos ámbitos de la sociedad y de la Iglesia abriendo espacios de fraternidad y de unidad.

Cuando el amor vence la razón

Redacción (Martes, 24-01-2012, Gaudium Press) Cuando Nuestro Señor vino al mundo, nos trajo un mandamiento nuevo: "Como yo os he amado, así también vosotros debéis amaros unos a otros" (Jn 13, 34). Este amor llevado a las últimas consecuencias nos propició la Redención. Y un relacionamiento humano reglado y bien conducido debe seguir el ejemplo del Divino Maestro. El verdadero amor al prójimo es aquel que se nutre del otro por amor a Dios y que tiene al Creador como centro, visando la santidad de aquellos que se aman. Ya enseñaba San Agustín que solo existen dos amores: o se ama a sí mismo hasta el olvido de Dios, o se ama a Dios hasta el olvido de sí mismo.

Así fue Santa Escolástica, alma inocente y llena de amor a Dios, de quien poco se conoce, pero que, abriéndose a su gracia, adquirió excepcional fuerza de alma y logró llegar a la honra de los altares. Su historia está íntimamente ligada a la de aquel que por designios de la Providencia nació con ella para la vida, el gran San Benito, su hermano gemelo y padre del monacato occidental, a quien amó con todo su corazón.

Nacieron Escolástica y Benito en Nursia, Umbría, región de Italia situada al pie de los montes Apeninos, en el año 480. Como su hermano, tuvo ella una educación primorosa. Con sus padres, muy católicos y temerosos de Dios, constituían una de las familias más distinguidas de aquellas montañas. Modelo de doncella cristiana, Escolástica era piadosa, virtuosa, cultivaba la oración y era enemiga del espíritu del mundo y de las vanidades.

Siempre caminó en unísono con su hermano Benito, unidos ya antes de nacer y hermanos gemelos también de alma.

Con la muerte de los padres, Escolástica vivía más recogida en el retiro de su casa. Cuando se enteró que su hermano dejara el desierto de Subiaco y fundara el célebre monasterio de Montecasino, decidió ella profesar la misma perfección evangélica, distribuyendo todos sus haberes a los pobres y partiendo con una criada en busca del hermano.

Encontrándolo, le explicó sus intenciones de pasar el resto de la vida en una soledad como la de él y le suplicó que fuese su padre espiritual, prescribiéndole las reglas que debería seguir para el perfeccionamiento de su alma. San Bento, ya conociendo la vocación de la hermana, la aceptó y mandó construir para ella y la criada una pieza no muy lejos del monasterio, dándole básicamente la misma regla de sus monjes.

La fama de santidad de esta nueva eremita fue creciendo y, poco a poco, se juntaron a ella muchas otras jóvenes que se sentían llamadas a la vida monástica, colocándose todas bajo su dirección juntamente con la de San Benito, formando así una nueva Orden femenina, más tarde conocida como las Benedictinas, que llegó a tener 14.000 conventos esparcidos por todo el Occidente.

Cada año, algunos días antes de la Cuaresma, se encontraban Benito y Escolástica a medio camino entre los dos conventos, en una casita que allí había para este fin. Pasaban el día en coloquios espirituales, para después volver a verse al año siguiente. Uno de los capítulos del libro "Diálogos", de San Gregorio Magno, ayudó a salvar del olvido el nombre de esta gran santa que tiene lugar de predilección entre las vírgenes consagradas. El gran Papa santo narra con simplicidad el último encuentro de San Benito y Santa Escolástica, donde la inocencia y el amor vencieron la propia razón.

Era el primer jueves de la Cuaresma de 547. San Benito fue para estar con su hermana en la casita de costumbre. Pasaron todo el día hablando de Dios. A atardecer, se levantó San Benito decidido a regresar a su monasterio, para volver recién el próximo año.

Presintiendo que su muerte vendría luego, Santa Escolástica pidió al hermano que pasasen allí la noche y no interrumpiesen tan bendecido convivio. A lo que el hermano respondió:

- ¿Qué dices? ¿No sabes que no puedo pasar la noche fuera de la clausura del convento?

Escolástica nada dijo. Solo bajó la cabeza y, en la inocencia de su corazón, pidió a Dios que le concediese la gracia de estar un poco más con su hermano y padre espiritual, a quien tanto amaba.

En el mismo instante el cielo se nubló. Rayos y truenos llenaron el firmamento de luz y estruendos. La lluvia comenzó a caer torrencialmente. Era imposible subir el Montecasino en aquellas condiciones.

Escolástica apenas preguntó a su hermano

- ¿Entonces, no vas a salir? San Benito, percibiendo lo que había pasado, le preguntó:

- ¿Qué hiciste, hermana mía? Dios te perdone por eso...

- Yo te pedí y no quisiste atenderme. Pedí a Dios y Él me oyó - respondió la cándida virgen.

Pasaron aquella noche en santa convivencia, pudiendo el santo fundador regresar a su monasterio solo al otro día por la mañana. De hecho, se confirmó el presentimiento de Escolástica. Entregó su alma al Creador tres días después de este bello hecho. San Benito vio, desde la ventana de su pieza, el alma de Escolástica subir al cielo bajo la forma de una blanca paloma, símbolo de la inocencia que ella siempre tuvo. Llevó el cuerpo a su monasterio y ahí lo enterró en la tumba que había preparado para sí mismo. Algunos meses más tarde también falleció San Benito. Quedaron así unidos en la muerte aquellos dos hermanos que en la vida terrenal se habían unido por la vocación.

Comentando este hecho de la vida de los dos grandes santos, San Gregorio dice que el procedimiento de Santa Escolástica fue correcto, y Dios quiso mostrar la fuerza del alma de una inocente, que colocó el amor a Él por encima hasta de la propia razón o regla.

Según San Juan, "Dios es amor" (I Jn 4, 7) y no es de admirar que Santa Escolástica haya sido más poderosa que su hermano, en la fuerza de su oración llena de amor. "Pudo más quien amó más", enseña San Gregorio. Aquí el amor venció a la razón, en esta singular contienda.

Pidamos a Santa Escolástica la gracia de la restauración de nuestra inocencia bautismal, para que crezca el amor a Dios en nuestra alma y podamos tener su fuerza espiritual para decir con toda propiedad las palabras de San Pablo: "Todo puedo en aquel que me fortalece" (Fl 4, 13).

Por la Hna. Juliane Campos EP

Schoenstatt

¿Qué es?

Un Movimiento Apostólico.

¿Cuando nació?

Nació de una "alianza de amor" el 18 de octubre de 1918 del joven padre alemán Joseph Kentenich y sus estudiantes "con María y con Dios Uno y Trino" en una capilla-santuario dedicada a Maria Mater Admirabilis.

La Capilla es meta de peregrinaciones marianas para millones de personas y el movimiento ha levantado otras 180 capillas idénticas en todo el mundo. El movimiento hoy tiene 20 ramas (hombres, mujeres, familias, jóvenes, sacerdotes, laicos consagrados, etc...)


¿Cuantas personas participan en el Movimiento?

Cuenta con unos 96.000 miembros, de los cuales 4.400 pertenecen a los Institutos y 2.000 a las Federaciones, y está presente en 42 países. Unas 10.000 personas al día van en peregrinación a uno de los Santuarios del Movimiento esparcidos por el mundo. Cuenta con escuelas, residencias, hospitales e instituciones caritativas.

El fundador

El fundador de la Familia de Schoenstatt es el Siervo de Dios José Kentenich, que nació el 18 de noviembre de 1885 en Alemania, en un enclave cercano a Colonia.

Fue ordenado sacerdote el 8 de julio de 1910. Durante los primeros años de su labor pastoral fue poniendo los fundamentos de la Familia de Schoenstatt y formando las comunidades sacerdotales y laicales que la componen. A partir de 1926 fue fundando los diferentes Institutos Seculares de Schoenstatt.

Su anhelo era anunciar la grandeza de la Madre de Dios y formar nuevos hombres y comunidades en los que resplandeciera la presencia y la imagen de María,

Fue detenido por la Gestapo en septiembre de 1941 y enviado al campo de concentración de Dachau donde permaneció hasta abril de 1945.

Sufrió ejemplarmente cuando, a partir de 1949, su Obra sufrió lo que en la literatura espiritual se denomina "la contradicción de los buenos"; en su caso, por parte de la Jerarquía de la Iglesia. Durante esa dolorosa prueba, obedeció de forma heroica, residiendo a partir de entonces en Milwaukee (EE.UU) y sosteniendo su Obra con su oración, su profunda humildad y su obediencia rendida a la Iglesia.

Cuando regresó a Schoenstatt en 1965, ya anciano, dedicó todas sus energías al impulso apostólico de su Obra por todo el mundo. Falleció inesperadamente, después de celebrar la Santa Misa, el 15 de septiembre de 1968. Las palabras que eligió como epitafio -Dilexit Ecclesiam (amó a la Iglesia)- son el mejor resumen de su egregia personalidad y de su vida.

SAN FRANCISCO DE SALES: MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN

Stress... palabra-talismán que justifica muchos de los males de nuestro tiempo. ¿No duerme bien? Tiene stress. ¿En su trabajo permanece nervioso o intranquilo? Ud. Está stressado. ¿Problemas familiares? Por supuesto, la culpa es también del stress. Incluso, el mal genio, como es popularmente conocido el temperamento colérico, encuentra su justificación en el stress . Si bien es cierto que la vida agitada e insegura de hoy realmente provoca stress, éste no puede ser el escudo detrás del cual se esconde quien no quiere combatir sus defectos temperamentales.

Veamos el ejemplo de un hombre de fuerte temperamento, el cual, con el auxilio de la gracia, supo dominarse hasta el punto de llegar a ser conocido y venerado por todos como el santo de la dulzura y de la amabilidad: San Francisco de Sales.


La infancia de un niño inocente

Primogénito del Barón de Boisy, nació Francisco en 1567 en el castillo de Sales, en Saboya, que era en aquel tiempo un país independiente que abarcaba territorios hoy pertenecientes a Francia, Italia y Suiza. Su madre, Doña Francisca de Boisy, señora de alta virtud, supo infundirle desde la más tierna infancia el amor a Jesús y a María. Quizás también haya recibido por influencia de ella una de las virtudes que más lo caracterizaron: nunca perder la calma, nunca inquietarse, tener siempre el alma en las manos.

Fue Doña Francisca quien le enseñó el catecismo y colmó su joven mente con los ejemplos de los santos. Esto hizo nacer en el alma del pequeño Francisco el deseo de santidad y el celo por las cosas de Dios.

Siempre fue muy activo y lleno de vitalidad. Un hecho pintoresco de su infancia denota su carácter a la vez combativo e irascible. Había él oído hablar de los calvinistas, quienes en su época dominaron Suiza y buena parte de Francia. Un día, supo que uno de esos herejes estaba de visita en el castillo de sus padres. Como no podía entrar en la sala para protestar, cogió un palo y, lleno de indignación, entró en el gallinero y lanzándose contra las gallinas a golpes gritaba: “¡Afuera los herejes, no queremos herejes!”. Las pobres gallinas huían cacareando ante su inesperado atacante. Solo pudieron salvarlas los criados, quienes consiguieron sacar al niño a tiempo.

Francisco llegará a tener un genio tan dulce y bondadoso que hizo a San Vicente de Paúl exclamar: “Oh Dios mío, si Francisco de Sales es tan amable, ¿Cómo seréis Vos? ”


Las batallas de la juventud

Siendo aún joven, nació en él un gran deseo de consagrarse enteramente a Dios. Entretanto, su padre tenía otros planes. Fue enviado a París a estudiar en el colegio de los jesuitas, donde conoció al buen Padre Déage, que fue su director espiritual. Más tarde se trasladó a Padua a fin de estudiar Derecho Civil, como quería su padre, y Derecho Canónico, como deseaba el ardor religioso de su corazón. También practicaba esgrima, equitación y frecuentaba bailes.

Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil, pero Francisco supo huir de las ocasiones peligrosas y de toda amistad que pudiese ofender a Dios. En la Universidad, algunos estudiantes perversos, queriendo humillarlo por no soportar su piedad, lo atacaron. Francisco que era experto en el arte de la esgrima,sacó su espada y los derrotó a todos. Viéndolos desarmados e impotentes, se retiró diciéndoles: “Y agradezcan a Dios en quien creo, pues es por eso que no les hago mal”.

Cuando, debido a su temperamento, la “sangre se le subía a la cabeza” ante humillaciones y burlas, él se contenía de tal manera que muchos pensaban que nunca se encolerizaba. El demonio, al ver que era imposible vencerlo con las tentaciones comunes, lo atacó violentamente en un punto muy sensible y difícil: la terrible tentación de la desesperación de salvación.


Tenía veinte años cuando eso ocurrió

Conociera la doctrina de Calvino sobre la predestinación, y no conseguía sacar de su cabeza la idea fija de que se iba a condenar. Perdió el apetito y el sueño. Decía siempre a Nuestro Señor que, si por su infinita justicia lo condenase al infierno, le concediese la gracia de continuar amándolo en ese lugar de tormento. Esa corta oración le devolvía por momentos la paz de alma, pero la tentación siempre volvía. El remedio definitivo vino cuando, entrando en una iglesia en París y arrodillándose delante de una imagen de la Santísima Virgen, rezó la conocidísima oración de San Bernardo: “Acordaos, o piadosísima Virgen María..." Al terminar, los pensamientos de tristeza y desesperación lo abandonaron para siempre y tuvo la seguridad de que “Dios no envió su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que por su medio se salve” (Jn 3, 17).


La vida religiosa y la conquista de los calvinistas

De regreso a la casa paterna, a los 24 años, renunció a un matrimonio brillante y a un puesto en el Senado del Reino. En contra de la voluntad de su padre, asumió el cargo de Deán de la Catedral de Chambery – por influencia de su tío, Luis de Sales, canónigo de la Catedral de Ginebra, que obtuvo tal nombramiento del Papa – y poco tiempo después fue hecho sacerdote.

Predicó en Annecy y en otras ciudades. Aunque dotado de gran cultura, sus pláticas eran simples, atrayendo irresistiblemente a todos los que le oían.

Pero su dura batalla comenzó cuando se ofreció para reconquistar Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra. Esta región estaba totalmente dominada por los calvinistas, cuyo ejército no dejaba a los habitantes católicos vivir en paz . El 14 de septiembre de 1594, día de la exaltación de la Santa Cruz, con la autorización del obispo Claudio de Granier, partió Francisco de Sales a pie para la gran misión. Pruebas no le faltaron. Muchas veces tuvo que dormir a la intemperie. En una ocasión se refugió en lo alto de un árbol durante toda la noche para escapar al riesgo de ser devorado por los lobos. A la mañana siguiente, fue salvado por un matrimonio de campesinos calvinistas que adquirieron una gran simpatía por él.

Posteriormente esos campesinos se convirtieron, dando inicio a la gran transformación religiosa de la región. Cada noche, San Francisco y sus compañeros católicos pasaban de casa en casa, dejando bajo la puerta folletos escritos a mano, en los que eran refutados los falsos argumentos de la herejía calvinista. Ese hecho le valió el título de patrono de los escritores y periodistas católicos. Esos escritos fueron posteriormente reunidos y publicados bajo el nombre de Controversias.

Pocos años más tarde, después de duras luchas y persecuciones, Chablais se convirtió totalmente, y el Padre Francisco fue nombrado obispo coadjutor de Ginebra. Para recibir la consagración episcopal, se dirigió a Roma, donde el propio Papa Clemente VIII lo interrogó sobre 35 puntos difíciles de Teología, en presencia del Colegio Cardenalicio. “¡Ninguno de los que aprobamos mereció nuestra aprobación de una manera tan completa!” – exclamó el Papa al descender de su trono para abrazarlo.


Obispo príncipe de Ginebra

Con la muerte de Mons. Garnier, San Francisco de Sales asumió el cargo vacante. La generosidad y la caridad, la humildad y la clemencia del santo eran inagotables. En su trabajo con las almas fue siempre bondadoso, sin caer en la debilidad; sabía ser firme cuando era necesario.

Fundó la Orden de la Visitación con su dirigida espiritual, Santa Juana de Chantal, en 1604. Entre las obras escritas por él, se destacan el Tratado del Amor de Dios, que le valió el título de Doctor de la Iglesia, e Introducción a la vida devota – Filotea, nacida de las notas enviadas a su prima, Señora de Chamoisy.

La medida de amar a Dios

“La medida de amar a Dios consiste en amarlo sin medida.” Esta enseñanza de San Francisco de Sales tal vez pueda resumir toda su existencia, pues él no fue sino un ejemplo vivo de todo lo que enseñaba. Aún en vida, ya existían personas devotas que guardaban como reliquias objetos usados por él.

Víctima de una parálisis, perdió la palabra y algo de su lucidez, pero las recuperó en breve tiempo. Entretanto, los esfuerzos médicos hechos para salvarlo no tuvieron efecto. En su lecho repetía: “Puse toda mi esperanza en el Señor; Él escuchó mi súplica y me sacó del foso de la miseria y del pantano de la iniquidad".

Falleció a los 56 años de edad, en la fiesta de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre de 1622. Su hígado, debido al constante esfuerzo para controlar sus ímpetus de cólera, se había transformado en piedra. Su cuerpo fue encontrado incorrupto 10 años después de su fallecimiento.

Él supo vivir por entero el consejo de Nuestro Señor en el Evangelio: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis el reposo para vuestras almas (Mt 11, 29).

San Juan Bosco de tal modo lo admiró que lo escogió como patrono de su congregación. Y Santa Juana de Chantal decía de él: “Era una imagen viva del Hijo de Dios, porque verdaderamente el orden y la economía de esa santa alma eran completamente sobrenaturales y divinas".

sábado, 23 de enero de 2010

“Nadie da lo que no tiene”

Reciba en su hogar la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María de Fátima

Heraldos del Evangelio
Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio




Los Heraldos del Evangelio , con el fin de incentivar la devoción mariana, han tenido la iniciativa de llevar a los hogares la imagen del Inmaculado Corazón de María, realizando diariamente 2 (dos) visitas, con una duración en promedio de una hora y media cada una, la primera a las 18:00 horas y la segunda a las 20:00 hrs.
La visita es una excelente ocasión para reunir a toda la familia y a sus más allegados bajo el manto de la Santísima Virgen para pedirle su protección, en esta época tan convulsionada por toda clase de conflictos nacionales e internacionales, crisis sociales, económicas y sobre todo morales.
Asimismo, es una excelente oportunidad para honrar a la Madre de Dios, reconociéndola como nuestra única medianera universal de todas las gracias, que nos concede nuestro Señor Jesucristo e implorarle que no desprecie nuestras súplicas, sino que las escuche ylas atienda favorablemente, porque sólo en Él hemos puesto nuestra esperanza.
Para solicitar la visita, sin ningún costo:
Por favor llamar a los teléfonos: 320 0712 - 413 4134 - 419 8256 Montevideo.
Por escrito: heraldos@adinet.com.uy, para coordinar la fecha y la hora más apropiada, dependiendo de la agenda de las visitas.
Si su familia ya la recibió, cédale la oportunidad a otras personas.
Las visitas de la Imagen Peregrina de Fátima, pueden ser solicitadas también para colegios, comunidades religiosas, parroquias, centros de salud, cárceles e instituciones públicas o privadas.

viernes, 22 de enero de 2010

Luto, lucha y Oraciones por las víctimas de Haití

"La misericordia es causada en nosotros por el sufrimiento que percibimos en el prójimo.
Ella nos lleva a socorrer el que sufre, pues la palabra misericordia significa un corazón conmiserado por la miseria ajena".
Corría el año 1881 y una terrible epidemia de viruela se expandió por toda la ciudad de Puerto Príncipe. El obispo Monseñor Guilloux, llevó a una alta colina un cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y con él hizo una señal de la cruz sobre la ciudad, seguro que las oraciones de la población serían atendidas: trayendo la cura de los enfermos y ahuyentando el mal que se había descargado. ¡Y así fue! ¡La epidemia acabó completamente!
Los Heraldos del Evangelio piden en este momento de dolor la intercesión de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, para que ampare y socorra la población de Haití víctima de esta horrible catástrofe.

Los Heraldos le invitan a hacer la siguiente oración por las víctimas del terremoto:
"Señora del Perpetuo Socorro, muéstranos que eres verdaderamente nuestra Madre obteniéndonos la siguiente gracia: amparad a nuestros hermanos heridos en Haití, consolad a los que perdieron sus seres queridos, y dad el descanso eterno a los que murieran en esta tragedia.
Alcánzanos la más tierna confianza en vuestra intercesión, Madre del Perpetuo Socorro. Concédenos este favor que reclamamos de su poder y bondad materna. Eterno Padre, en nombre de Jesús y por la intercesión de nuestra Madre del Perpetuo Socorro, te pedimos atiéndenos. Amén. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ruega por nosotros. (Se rezan 3 Ave Marías).

Haga click aquí si usted desea hacer su contribución para las entidades humanitarias a favor de las víctimas del terremoto.

La Iglesia es inmaculada e impecable

São Paulo, 19 de abril de 2010
Aniversario de la elevación a la Cátedra de Pedro de
S.S. el Papa Benedicto XVI

Después de cada campaña de ataques, la Iglesia siempre surge más fuerte y esplendorosa que antes

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

El tiroteo de noticias que, en las últimas semanas, intenta manchar a la Iglesia Católica, con la excusa de los abusos de niños cometidos por sacerdotes católicos, alcanza un auge increíble. Decididos a no dejar apagar la hoguera que encendieron, varios órganos de comunicación social se han dedicado a investigar el pasado, en búsqueda de nuevas acusaciones que involucren al Vicario de Cristo en la Tierra, el Papa Benedicto XVI. En esto, sin embargo, han fallado rotundamente.

Que existan sacerdotes indignos y sin preparación, nadie lo puede negar; que se cometieron horribles abusos, y seguramente en número superior al registrado, es necesario reconocerlo. Pero, utilizar faltas graves circunstanciales de una minoría de clérigos, para denigrar a toda la clase sacerdotal, es una injusticia. Y usar esto como pretexto para intentar derribar a la Iglesia, es diabólico.

Sea dicho de paso, cuanto más se infiltra en la Iglesia el espíritu libertario, relativista y neopagano de nuestra época, tanto más es de temer que se cometan crímenes de pedofilia. Es imperiosa la necesidad de implantar en los seminarios un sistema de rigurosa selección, de tal forma que sólo se admita como candidato al sacerdocio a quien no tenga la propensión de ceder ante el mundo, sino que quiera enseñar la práctica de la doctrina católica con toda su pureza y dar ejemplo de ello.

La actual campaña publicitaria contra la Iglesia nos hace olvidar una verdad de la cual la historia nos proporciona un indudable testimonio: la Iglesia Católica fue quien libertó al mundo de la inmoralidad, y el mundo se está hundiendo nuevamente en el lodo del que fue rescatado porque está rechazando a la Iglesia.

El mundo del paganismo era un infierno

La mayoría de la población de Occidente tiene como cierto que el mundo, en mayor o menor grado, siempre cultivó los valores a los cuales estamos acostumbrados. Esos valores, sacrosantos hasta hace alrededor de cincuenta años, en alguna medida aún resisten a la acelerada decadencia de este comienzo de milenio: familia tradicional, protección de la inocencia infantil, sentido del pudor, modales educados, trajes decentes, honorabilidad, respeto mutuo, espíritu de caridad, dignidad humana, solidaridad, etc.

Pero no fue siempre así. Antes de que Nuestro Señor Jesucristo predicase a los hombres la Buena Nueva del Evangelio, el mundo estaba sumergido en una prolongada y terrible noche, en la que reinaban la depravación moral, el egoísmo, la crueldad, la inhumanidad y la opresión, conforme nos enseña la historia[1].

De esa situación, no se puede concluir que todos los romanos, griegos y “bárbaros” fuesen libertinos. Había minorías disconformes con aquel estado de cosas y preparadas para recibir la prédica evangélica con la avidez de náufragos que encuentran una tabla de salvación. En consecuencia de ello, se produjo la rápida expansión de la Iglesia Católica por el mundo romano y, finalmente, la conversión del Imperio en el año 313 de la era cristiana.


[1] Es necesario exceptuar al pueblo judío. Sin embargo, incluso algunas prácticas del Pueblo Elegido fueron suavizadas por Nuestro Señor Jesucristo, o posteriormente modificadas.

Religiones degradantes

Todo lo que la parte sana de la opinión pública de Occidente aún considera con horror hoy en día, era algo común y corriente en el mundo dominado por el paganismo. Baste recordar lo que la mitología grecorromana dice al respecto de los diversos dioses de su panteón.

Formaban un temible bando de depravados: adúlteros, violentos, impúdicos, mentirosos, ladrones, opresores, asesinos, parricidas, matricidas, fratricidas, crueles, egoístas, traidores, perezosos, falsos, deshonrados, incestuosos, fornicadores, perversos y pedófilos. Zeus (el Júpiter de los romanos), la divinidad máxima de esa guarida, no era solamente un salvaje desenfrenado, que había practicado el canibalismo devorando a una de sus hijas y asesinado a otros parientes próximos, sino también un adúltero incontrolable, que había hecho muchas víctimas entre “diosas” casadas y solteras, violado a sus hermanas y nueras, estuprado a su propia hija y hasta a su madre y, que, además, mantenía como amante a un niño a quien había raptado[2].

Los relatos de estas infamias estaban en los textos dados a los niños en las escuelas de aquel tiempo, para instruirlos en la gramática, en la retórica, en la poesía, como refirieron en su época los apologistas cristianos.

La religión pagana ejercía, pues, un maléfico dominio sobre la sociedad, proponiendo como ejemplos para ser imitados las iniquidades de los dioses. Y a su vez, la sociedad influenciaba a la religión, de modo que los mitos reflejaban las costumbres en uso en aquel entonces.


Inmoralidad, crueldad, opresión

En aquel ambiente pagano, la situación de la mujer era terrible. En general, casi no tenía derechos, era prácticamente considerada como una esclava del marido, cuando tenía el privilegio de ser casada.

Las religiones, incluso las más elevadas, conducían a las mujeres – y, naturalmente, también a los hombres – a grandes depravaciones. La de los caldeos, por ejemplo, era siniestra y corruptora, con prácticas lúbricas en los templos. La religión fenicia también estimulaba la degradación de la mujer.

Heródoto es uno de los que nos proporciona informaciones sobre la “prostitución sagrada” practicada en los templos de Babilonia, Asiria, Grecia, Siria, Chipre y en otros lugares[3]. Con frecuencia, las “sacerdotisas” ingresaban en los templos cuando aún eran muy jóvenes, entregadas por los propios padres. El famoso “Código de Hammurabi”, promulgado por este rey de Babilonia (alrededor de 1793 y 1750 a.C.), dedica algunos artículos para reglamentar esa práctica[4].

El culto de Cibeles y Atis, surgido en Frigia, de donde pasó para Grecia y Roma, conducía a prácticas escabrosas en público. Como Atis se había mutilado, perdiendo su masculinidad, sus festejos incluían la automutilación de muchos hombres, realizada en medio de una multitud que, alucinada, danzaba y gritaba, mientras se ejecutaba una música, con un ensordecedor ruido de flautas, címbalos y tambores[5].

Grecia contaba con numerosos templos dedicados a Venus, mas ninguno consagrado al amor legítimo entre los esposos. En Atenas y otras ciudades se realizaba, una vez por año, una procesión en la cual era llevada una enorme escultura fálica. Hombres y mujeres recorrían las calles cantando, saltando y danzando en torno a ese ídolo.


[2] Cf. por ex. ARISTIDES, Apologeticum (escrito entre 123 y 127 d.C.); JUSTINUS, Apologia Prima (entre 153 e155 d.C.); ARNOBIUS, Disputationum Adversus Gentes (entre 304 y 312 d.C.).
[3] HERODOTUS. Book 1, “Clio”, n. 181; n. 199. In Kitson, J., Herodotus Website, www.herodotuswebsite.co.uk, 2003.
[4] The Code of Hammurabi, King of Babylon, About 2250 BCE, traducción para el inglés por Robert Francis Harper, Chicago, University of Chicago Press, 1904, nº 181, 182.
[5] MARTINDALE, C. “A religião dos romanos”, in Christus – História das religiões. São Paulo, Saraiva, 1956, v. II, p. 560-561.


Opresión de la mujer

La honra femenina se veía además lesionada por la costumbre de la poligamia, generalizada en muchas regiones, aunque había lugares en donde estaba también en vigor la poliandria[6]. Igualmente degradante era el incesto, muy común en Persia[7], y también en Grecia[8].

En la India, entre las crueles prácticas milenarias del paganismo, la costumbre exigía que la viuda fuese quemada junto con el cadáver de su marido[9].

El Código de Hammurabi está repleto de normas que reflejan el estado de opresión de la mujer en las civilizaciones antiguas, la cual muchas veces era castigada con la muerte, la esclavitud o el repudio[10].

Incluso en Roma y en Grecia, las leyes antiguas eran inicuas en relación a la mujer[11], y hasta personas como el austero Catón favorecían graves injusticias a ese propósito[12]. En el caso de Atenas, para obviar de algún modo la parcialidad en el trato dado a las hijas, la ley incurría en una aberración aún mayor, al incentivar el incesto para resolver problemas de herencia[13], llegando a imponer la destrucción de dos hogares ya constituidos, si fuese necesario[14].

En Roma, en la época en que la Buena Nueva de Jesucristo ya estaba siendo anunciada, la institución de la familia se encontraba en una crisis profunda. El aborto y el abandono de niños llegaban a proporciones espantosas. La natalidad disminuía. Los hombres ricos preferían mantenerse solteros y rodearse de innumerables esclavas a someterse a los incómodos del matrimonio[15].

[6] PSEUDO-CLEMENTE. The Recognitions, c. 24.
[7] Ibid., c. 27.
[8] COULANGES, Fustel de. La Cité Antique. Paris: Flammarion, 1984. p. 78, 81, 82.
[9] PSEUDO-CLEMENTE, op. cit., c. 25.
[10] The Code of Hammurabi, op. cit., n. 110, 132, 141, 143.
[11] COULANGES, op. cit., p. 78.
[12] Ibid., p. 81.
[13] Ibid., p. 81-82.
[14] Ibid., p. 82.[1] DANIEL-ROPS, [Henri Pétiot]. A Iglesia dos Apóstolos e dos Mártires. São Paulo, Quadrante, 1988. p. 126-130

[15] DANIEL-ROPS, [Henri Pétiot]. A Iglesia dos Apóstolos e dos Mártires. São Paulo, Quadrante, 1988. p. 126-130

La situación de los niños ante el Estado todopoderoso

En Grecia y en Roma no existía la libertad individual que sus admiradores divulgan: el ciudadano vivía en función del Estado. En la República, el propio Platón promovía un Estado todopoderoso, e incluso Aristóteles lo consideraba como el ideal supremo[16].

La familia grecorromana era totalitaria bajo ciertos aspectos. Por ejemplo, el Derecho Romano daba un poder dictatorial al pater familias[17]. En Grecia regían leyes semejantes. El padre tenía derecho a rechazar a su hijo recién nacido, o a venderlo como esclavo[18]. También podía condenar a la pena de muerte a su esposa, a su hijo, a su hija, o a cualquier habitante de su casa, y ejecutar sin demora la sentencia; las autoridades del Estado no interferían[19].

En Esparta, comenta Coulanges, “el Estado tenía el derecho de no tolerar que sus ciudadanos fuesen deformes o mal constituidos. Por eso, ordenaba al padre, al cual naciese un hijo en esa situación, que lo hiciese morir” [20]. Según el mismo autor, esa ley se encontraba igualmente en los antiguos códigos de Roma. Hasta Aristóteles y Platón incluyeron esa práctica en sus propuestas de legislación.

En Cartago y en Fenicia, niños eran ofrecidos en sacrificio a los ídolos; en Roma y en Grecia eran utilizados en ritos de adivinación[21]. En varios lugares, niños y adolescentes podían ser condenados a muerte por un delito cometido por el padre[22].

El Estado, al mismo tiempo que daba al padre un poder ilimitado dentro de su casa, lo restringía tiránicamente en la educación de los hijos. Para los griegos, el Estado era el maestro absoluto de la educación y Platón lo justifica, pues, dice: “los padres no deben tener la libertad de enviar o de no enviar a sus hijos a los maestros que la ciudad escoja, porque los niños son menos de su padres que de la ciudad”[23]. El Estado consideraba como pertenencia suya el cuerpo y el alma de cada ciudadano, y asumía al niño cuando éste cumplía los siete años de edad[24].

[16] KOLOGRIVOF, Ivan (dir). Ensaio de suma católica contra os sem-Deus. Rio de Janeiro: José Olympio, 1939. p. 380-381.
[17] JOLOWICZ, Herbert Felix; NICHOLAS, Barry. Historical introduction to the study of Roman Law. London: Syndics of the Cambridge University Press, 1972, p. 119; COULANGES, op. cit. p. 99.
[18] JOLOWICZ, NICHOLAS, op. cit., p. 114; COULANGES, op. cit., p. 100-101. Ver tb. The Code of Hammurabi, op. cit., n. 117.
[19] JOLOWICZ, NICHOLAS, op. cit., p. 119; COULANGES, op. cit., p. 102.
[20] COULANGES, op. cit., p. 266.
[21] JUSTINUS, Apologia Prima, c. 18: PG 6, 370.
[22] DANIEL-ROPS, op. cit., p. 162; The Code of Hammurabi, op. cit., n. 210, 230.[1] COULANGES, op. cit., p. 267.

[23] COULANGES, op. cit., p. 267.
[24] COULANGES, Ibid.; MARROU, Henri Irénée. A history of education in antiquity. Madison: University of Wisconsin Press, 1982, p. 20, 23, 31.

Impía y difundida esclavitud

La esclavitud era una institución tan común en el mundo antiguo que los esclavos solían ser la mayoría de la población. En Roma, en el tiempo de Augusto, más de un tercio de la población era compuesta por ellos[25].

El dueño de un esclavo tenía sobre él un derecho completo. Un esclavo no era considerado hombre; era una cosa, res mancipi[26]. El dueño tenía el derecho de cohabitar con la mujer del esclavo sin cometer adulterio y además, disponer de los hijos de él; y si lo hiriese o matase no cometía ningún delito[27].

En la ley romana había cláusulas relativas a los esclavos que daban ocasión a grandes crueldades. En el tiempo de Nerón, por ejemplo, un alto magistrado fue asesinado por uno de sus esclavos. “El Senado, después de una prolongada discusión, decidió aplicar a todos los siervos de la casa la vieja ley que condenaba al suplicio de la cruz a todos los esclavos que no hubiesen sabido proteger a su señor. Ante esta terrible sentencia, hubo tales protestas populares que los 400 condenados tuvieron que ser ejecutados bajo la custodia del ejército”[28].

Siempre hubo uno que otro propietario de esclavos que trataba a sus siervos con humanidad o – más raramente — con respeto; sin embargo, sería una gran ingenuidad pensar que esa era la actitud habitual.

[25] DANIEL-ROPS, op. cit., p. 128.
[26] JOLOWICZ, NICHOLAS, op. cit., p. 133-138, 277.
[27] WEISS, Juan-Bautista. Historia Universal. V. 3. Barcelona: Tipografía La Educación, 1928, p. 390-391.[1] DANIEL-ROPS, op. cit., p. 132.

[28] DANIEL-ROPS, op. cit., p. 132.

Salvajismo sangriento

En la Antigüedad las matanzas eran tomadas con indiferencia, como un acontecimiento natural en la vida de los pueblos. La masacre de la población de una ciudad no causaba la menor sorpresa, ni tampoco indignación.

La tendencia a sacrificios sangrientos estaba relacionada con varios ritos del paganismo. En Grecia la vieja religión consideraba conveniente ofrecer holocaustos humanos para apaciguar a los dioses. Esos sacrificios, comunes entre los griegos de las épocas remotas, se atenuaron más tarde, pero no desaparecieron completamente. En el siglo II de la Era Cristiana aún se sacrificaban vidas humanas en Arcadia, en honra a Zeus Liceo[29].

En Roma, el espectáculo más apreciado por el pueblo era ver hombres muriendo, y las luchas de gladiadores constituían ocasión de crueles matanzas. “Por la mañana, dice Séneca, se echan hombres a los leones y osos, después del medio día, se echan [al arbitrio] de los espectadores. El fin para todos los luchadores ha de ser la muerte, y se pone manos a la obra con fuego y hierro, hasta tanto que la plaza queda vacía”[30]. Durante esas “sesiones”, iniciadas al mediodía, los condenados a muerte debían ejecutarse mutuamente. Tanto esta costumbre, como la alimentación de las fieras con carne humana, nos ayudan a “comprender esa voluptuosidad de ferocidad a la que los romanos darán rienda suelta en las persecuciones anticristianas”, observa Daniel-Rops, y concluye: “Por más repulsivas que nos parezcan estas escenas de que también los cristianos serán víctimas, eran normales en Roma. Y raros, muy raros, eran los espectadores que exteriorizaban su desaprobación”[31].

Panem et circenses quedó consagrada como la fórmula ideal para mantener en calma a la multitud, y satisfacer también su creciente gusto por la sangre. Fue eso una de las causas de su decadencia.

La llaga de la pedofilia

Lo que la prensa de hoy denomina de pedofilia era ampliamente practicado en el mundo antiguo, bajo el amparo de la ley, por influencia de las religiones paganas.

En Grecia, existía como práctica legal la corrupción sexual de niños, más adecuadamente llamada de pederastia[32]. Todo hombre adulto que no fuese esclavo tenía el derecho de practicarla. Era costumbre también en Persia y en otros lugares, donde se ha mantenido a través de los siglos. Roma fue contaminada por el mal griego, hasta el punto de que varios emperadores procuraban como amantes a adolescentes[33].

[29] HUBY, J., “A religião dos gregos”, in Christus – História das Religiões. São Paulo, Saraiva, 1956, vol. II, p. 514.
[30] WEISS, op. cit., p. 658-659.
[31] DANIEL-ROPS, op. cit., p. 162.
[32] DEMAUSE, Lloyd. Foundations of Psychohistory. New York: Creative Roots, 1982, p 50-53. Conforme muestra el autor, Roma no quedó libre de este problema.
[33] Es el caso por ejemplo de Adriano, cuyo apego enfermizo a un niño fue novelado por Marguerite Yourcenar en “Mémoires d’Hadrien”.


Los niños considerados bellos, si eran hechos prisioneros de guerra, o raptados, o vendidos por los padres, eran mutilados para alimentar el tráfico de eunucos[34]. No escapaban ni siquiera los hijos de la nobleza[35].

En Grecia — especialmente en Atenas—, las víctimas de pederastia no eran apenas los prisioneros de guerra, los raptados y los esclavos. Cualquier niño podía tornarse objeto de los infames deseos de hombres adultos. Y la costumbre era ceder. Si algún padre, con restos de sensibilidad moral, desease evitar esa tragedia a sus hijos, tenía que actuar antes de que eso sucediese, empleando esclavos que, como halcones, vigilasen a los niños[36]. Mas, dice Esquines, muchos padres deseaban tener hijos bellos, sabiendo que éstos serían blanco de predadores[37].

Las escuelas — las tan elogiadas Academias — eran locales donde los estudiantes, hasta de 12 años de edad o más jóvenes[38], estaban a merced de los maestros[39]. Las leyes atenienses llegaban al absurdo de proteger e incentivar esa práctica, e incluso a regular el flirteo y el “enamoramiento” entre hombres y niños[40].

Griegos famosos del mundo de la literatura, de las artes, de la filosofía y de la política practicaron y elogiaron la pederastia, como Solón, Esquilo, Sófocles, Jenofonte, Tucídides, Esquines y Aristófanes[41].

La filosofía griega llegó a cuestionar esa práctica, si bien nunca la condenó por completo. Sócrates, Platón y Aristóteles no quedaron eximidos de ese mal[42]. En Charmides, Platón se refiere al adolescente que lleva ese nombre, como si fuese un enamorado elogiando a su amada, hablando de sus atractivos y de las emociones que le producía. En el Simposium, el personaje Fedro describe con todo lirismo a un ejército feliz y lleno de éxito, compuesto en su totalidad por hombres-amantes y niños-amados[43].

[34] HERÓDOTUS, op. cit. Book 3, “Thalia”, n. 92; Book 8, “Urania”, n. 105.
[35] Ibid., Book 3, “Thalia”, n. 48; Book 6, “Erato”, n. 32.
[36] AFARY, Janet; ANDERSON, Kevin B. Foucault and the Iranian Revolution. Chicago: The University of Chicago Press, 2005. p. 148.
[37] WOHL, Victoria. Love among the Ruins: The Erotics of Democracy in Classical Athens. Princeton: Princeton University Press, 2002, p. 6.
[38] DEMAUSE, op. cit., p 51. El autor cita a Plutarco, que hace referencia a la existencia del mismo mal también en Roma.
[39] WOHL, op. cit., p. 150; AFARY, ANDERSON, op. cit., p. 148; MARROU, op. cit., p. 26-37.
[40] WOHL, op. cit., p. 226; AFARY, ANDERSON, op. cit., p. 148-149; MARROU, op. cit., p. 31.
[41] WOHL, op. cit., p. 87, 226 et passim; AFARY, ANDERSON, op. cit., p. 4, 148. MARROU, (op. cit., p. 366), elogia el silencio de Homero sobre la pederastia, lo que constituye una
excepción honrosa entre los escritores de entonces. Según parece, él “decidió ignorar una bien conocida institución de su época”.
[42] MARROU, op. cit., p. 33.[1] WOHL, op. cit., p. 4.

[43] WOHL, op. cit., p. 4.

Mas, finalmente atraído por ideas más elevadas, Platón evolucionó de su aprobación condicional de la pederastia en sus primeros diálogos, para la condenación formal de ese vicio en su trabajo final, Leyes. Entretanto, sus intentos, como los de algunos estoicos, de proponer una pederastia “casta”, fueron recibidos con sarcasmo por el pueblo y no tuvieron resultado. En efecto, el “amor platónico” es muy difícil de ser practicado, pues en materia de castidad el hombre no logra permanecer establemente en un término medio [44].

Los griegos llegaron a considerar el relacionamiento natural entre hombre y mujer como inferior al relacionamiento entre hombre y niño. En una sociedad en la cual ese tipo de comportamiento influenciaba hasta el ideal del Estado, la mujer era despreciada[45], relegada al papel de mera reproductora.

Una obra histórico-filosófica como Erastos, del siglo II o III d.C., atribuida por muchos a Luciano de Samósata, trae un diálogo entre dos griegos que discuten seriamente cuál amor sería superior... Igualmente, en el décimo Diálogo de los Cortesanos, Luciano aborda ese tema. Plutarco, en Erotikos, analiza con seriedad cuál atracción — por mujeres o por niños — es más interesante para un hombre adulto. Felizmente, al contrario de Erastos, concluye que lo ideal es realmente el matrimonio monogámico.

En Roma, también las niñas podían ser víctimas de abuso sexual. Es lo que se deduce de las palabras de San Justino, en su Apología, en las cuales vitupera la costumbre de que los niños despreciados — niños y niñas — sean criados para la prostitución: “y así como los antiguos criaban rebaños de bueyes, chivos, carneros o caballos, así vosotros ahora criais niños destinados a este vergonzoso uso; y para este uso impuro, una multitud de mujeres y hermafroditas, y aquellos que cometen iniquidades que ni siquiera pueden ser mencionadas, se expanden por toda la nación. [...] Y hay los que prostituyen incluso a sus propios hijos y mujeres; algunos son abiertamente mutilados para ser usados en la sodomía”[46].

Así es el mundo cuando en él no está presente la Santa Iglesia de Dios. El trágico cuadro de los desvíos de la Antigüedad pagana presentado aquí, aunque no esté completo, nos da una idea del choque ocurrido en el tiempo en que el mensaje del Evangelio comenzó a exaltar valores opuestos, ordenados y santos.

[44] MARROU, op. cit., p. 366.
[45] WOHL, op. cit., p. 8, 48; AFARY, ANDERSON, op. cit., p. 144, 145, 150, 151.
[46] JUSTINUS, op. cit, 27: PG 6, 370. Ver también DEMAUSE, op. cit., p. 52-53.


El choque de los valores del Evangelio con los antivalores mundanos

El mensaje de Jesucristo desequilibró al carcomido mundo antiguo. Censuraba el libertinaje, la crueldad y exaltaba la libertad para practicar el bien, la castidad y la virginidad, la inocencia, la fidelidad conyugal, el amor a los enemigos, la caridad, la abnegación, la bondad para con los más débiles, la dignidad de todos los seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios.

Un especial horror al pecado de pedofilia fue infundido en las almas por nuestro Divino Maestro, con palabras de extrema severidad: “pero quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le ataren al cuello una piedra de moler que mueven los asnos y lo arrojasen al profundo mar” (Mt 18,6).

Ante la sublimidad del Evangelio, el paganismo no podría permanecer indiferente. Le quedaban sólo dos reacciones: o encantarse y someterse al suave yugo de Dios, u odiar y perseguir. Algunos se convirtieron. Muchos, no obstante, se aferraron al mal y este odio llevó al martirio a millones de cristianos.

Sin embargo, la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos, según la célebre afirmación de Tertuliano[47]. El espectáculo de hombres y mujeres, ancianos y ancianas, adultos en la plenitud de su fuerza, jóvenes vigorosos, vírgenes, niños —confesando todos la fe en Jesucristo y caminando decididos en dirección a la muerte —, arrancaba la admiración de muchos espectadores, y obraba conversiones cada vez más numerosas.

El paganismo necesitó, pues, echar mano de otra arma para intentar revertir el juego: la difamación y la calumnia. Como observan los Apologistas cristianos de aquellos primeros siglos, los paganos comenzaron a acusar a los cristianos exactamente de los delitos que el paganismo cometía.

Es digno de nota que una de las acusaciones era la de pedofilia, agravada de incesto[48]. San Justino comenta: “Las cosas que vosotros hacéis abiertamente y con aplauso, [...] de esas mismas cosas vosotros nos acusáis”[49].

[47] Apologia, 50,13.
[48] MINUCIUS FELIX, Octavius, cap. 9; LECLERCQ, Henri, P. Verbete: “Accusation Contre les Chrétiens”, in Dictionnaire d'Archéologie Chrétienne et de Liturgie. V. 1, 1e partie. Paris: Letouzey et Ané, 1924. Cols. 274, 275.
[49] JUSTINUS, op.cit., c. 27.


Y Arnobio lanza al rostro de los paganos: “¡Cuán vergonzoso, cuán petulante es censurar en otro lo que el acusador ve que él mismo practica — aprovechar la ocasión para ultrajar y acusar a otros de cosas que pueden ser impugnadas contra él mismo!”[50].

O sea, aquellos paganos hacían como el ladrón que, al robar, grita: “¡Ladrón, ladrón!”

Una civilización gobernada por el Evangelio

La Iglesia Católica terminó venciendo en virtud de la fuerza intrínseca del bien. Y poco a poco, auxiliada por la gracia divina que nunca falla, acogió a los grecolatinos decadentes y a los bárbaros germanos, los convirtió, los educó e inspiró la edificación de una civilización brillante cuyo apogeo, nunca alcanzado antes, ocurrió en los siglos XII y XIII.

En esa época, según dice el Papa León XIII, “la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados”. Entonces, “la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil”. De la relación armoniosa entre el poder religioso y el temporal, “la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer”[51].

En este tiempo la Iglesia desarrolló la escolástica, edificó las catedrales góticas (con sus vitrales e imágenes), creó las universidades y los hospitales, impulsó las ciencias y el progreso técnico, perfeccionó las relaciones internacionales entre los estados, abolió la esclavitud, contribuyó para el progreso social, elevó la condición de la mujer, de tal modo que, en el siglo XIV, Europa había sobrepasado notablemente a los demás continentes.

Conforme resalta un estudioso del progreso técnico medieval, en aquella época, “por primera vez en la historia se construyó una civilización compleja que no se apoyaba más sobre las espaldas sudorosas de esclavos o de siervos, sino principalmente en la energía no humana”[52].

Cuanto más avanzan los estudios históricos y científicos sobre esta materia, tanto más queda demostrada tal verdad, lanzando por tierra el mito de que la Edad Media fue una era de atraso y opresión. La literatura especializada a ese respecto se ha ido multiplicando[53].

[50] ARNOBIUS, op. cit., l. 2., n. 70.
[51] LEÃO XIII. Encíclica Immortale Dei. 1/11/1885, n. 28.
[52] WHITE, Lynn. Medieval Religion and Technology. Berkeley and Los Angeles: University of Los Angeles Press, 1978, p. 22.[1] Ver, por ejemplo, WOODS, Thomas E. How the Catholic Church Built Western Civilization. Washington, DC: Regnery, 2005; STARK, Rodney. The Victory of Reason. How Christianity Led to Freedom, Capitalism, and Western Sciences. New York: Random House, 2005; PERNOUD, Régine. Pour en finir avec le Moyen Âge. Paris: Seuil, 1977;

[53] Ver, por ejemplo, WOODS, Thomas E. How the Catholic Church Built Western Civilization. Washington, DC: Regnery, 2005; STARK, Rodney. The Victory of Reason. How Christianity Led to Freedom, Capitalism, and Western Sciences. New York: Random House, 2005; PERNOUD, Régine. Pour en finir avec le Moyen Âge. Paris: Seuil, 1977;

¿Por qué acusar sólo a la Iglesia?

Entretanto, siempre hay minorías disconformes con el dominio de la virtud, de la verdad y del bien, de modo que, periódicamente, la Iglesia es víctima de nuevas embestidas.

Uno de los procedimientos preferidos continua siendo el de acusar a la Iglesia precisamente de los delitos que el propio mundo no se avergüenza de cometer. ¿Cuáles son los mayores destructores de la inocencia infantil hoy en día? ¿Quién promueve una pornografía desenfrenada que no respeta ni edad, ni dignidad y que incita a cometer todo tipo de crímenes sexuales? ¿Quiénes son los que, de todos los modos, presionan a las escuelas para iniciar a los niños en prácticas inmorales? ¿Quién impulsa los cambios en las leyes, para abolir la influencia cristiana y substituirla por la del viejo paganismo? He aquí preguntas que exigen respuestas; he aquí un tema muy apropiado para un futuro estudio.

Consideremos la acusación de pedofilia. Como afirman los especialistas, basados en las indagaciones realizadas hasta ahora, la mayor parte de esos crímenes son cometidos sobre todo dentro de la propia casa, y los abusadores son principalmente los padrastros, seguidos — ¡oh tristeza! — por los padres, por otros parientes y por los amantes de las madres de las víctimas[54].

SWEENEY, Jon M. Beauty Awakening Belief. London: Society for Promoting Christian Knowledge, 2009; JAKI, Stanley L. Patterns or Principles and Other Essays. Wilmington: Intercollegiate Studies Institute, 1995; JONES, Terry. Medieval Lives. London: BBC Books, 2004; GRANT, Edward. God and The Reason in The Middle Ages. Cambridge: Cambridge University Press, 2001; LINDBERG, David C. (editor). Science in the Middle Ages. Chicago: University of Chicago Press, 1980.
[54] La literatura a este respecto es abundante. Ver, por ejemplo, CARROLL, Janell L.; WOLPE, Paul Root. Sexuality and gender in society. New York: HarperCollins College Publishers, 1996: “En efecto, tener un padrastro es uno de los más potentes pronósticos de abuso sexual” (p. 553). FINKELHOR, David. “Child Sexual Abuse”, in ROSENBERG, Mark L.; FENLEY, Mary Ann (editors). Violence in America. A Public Health Approach. Oxford, New York: Oxford University Press, 1991: “Diversos factores se han revelado consistentemente asociados a un mayor riesgo de abuso: (1) cuando un niño vive sin uno de los parientes biológicos, (2) cuando la madre no está siempre al alcance del niño, en virtud de empleo fuera de casa, o por causa de invalidez o enfermedad, (3) cuando un niño relata que el casamiento de sus padres es infeliz o marcado por conflictos, (4) cuando el niño informa que tiene un relacionamiento pobre con sus padres o es sometido a castigos o a abuso infantil, (5) cuando el niño dice tener un padrastro” (p. 85). Según varios estudios, las niñas que viven con padrastros componen el grupo de más alto riesgo. Por tal razón, Finkelhor, una renombrada autoridad en esta materia, piensa que las familias en las cuales hay padrastros deberían ser foco de políticas para prevenir abusos (FINKELHOR, David; and associates. A sourcebook on child sexual abuse. Newbury Park, CA: Sage Publications, 1986, p. 77-79). En el mismo sentido, la Radio Vaticano, en la edición de 5/4/2010 del Radiogiornale, expresando extrañeza por la paradójica campaña contra la Iglesia, recuerda que según los datos oficiales, los principales culpados del abuso sexual de niños no son sacerdotes. Es lo que señala un relato del gobierno americano, de 2008, según el cual “más del 64% de los abusos son perpetrados por padres, parientes u otras personas que viven en la misma casa, por lo tanto, en el ámbito de las relaciones familiares. En las escuelas del país, casi el 10% de los jóvenes sufren abusos. Al respecto de los sacerdotes católicos implicados, se estima que sean menos del 0,03%”. Estudios recientes realizados en otros países indican que los dados referentes a Estados Unidos se repiten, con pequeñas variaciones, en todo Occidente. Una estadística publicada en el “Portal da Criança”, de la Secretaría Estatal de Desenvolvimiento Humano (SEDH/PB) del Estado de Paraíba, muestra que el 90% de los casos de pedofilia suceden dentro de casa, siendo que las mayores incidencias ocurren en el siguiente orden: padre, padrastro, hermano, tío, abuelos, padrinos y vecinos (http://crianca.pb.gov.br/contador/?p=479). La revista Veja (18/3/2010, p. 112) informa que, en la clase media brasileña, en el 37% de los casos de pedofilia, el abusador es el padrastro, y en el 34% es el propio padre. Además de esto, en las clases C y D, 74% de las víctimas son hijos de padres separados.

Curiosamente, nunca se vio a ningún adversario de la Iglesia pedir un estudio serio sobre la relación entre la desintegración de la familia - causa principal de la existencia de millones de padrastros - y los crímenes de pedofilia, ni exigir una investigación sobre los peligros de traer amantes a la propia casa, cuando allí residen menores.

Un detalle importante: la mayoría de los pedófilos son hombres casados. También es digno de nota que todas las religiones tienen miembros envueltos en casos de pedofilia, y algunas en proporciones gigantescas.

¿Por qué, entonces, levantar una campaña internacional solamente contra la Iglesia Católica?

Prueba inequívoca de la santidad de la Iglesia

Resaltemos una vez más: la Iglesia Católica, siempre fiel a las enseñanzas de su Fundador, fue la que hizo cesar en Occidente la práctica de la pedofilia e inspiró el horror a ella.

Por lo tanto, quien ataca a la Iglesia a ese respecto, está utilizando contra ella un valor que a ella pertenece y está implícitamente reconociendo que ella es inatacable a partir de los antivalores del mundo.

O sea, los propios adversarios están proporcionando la prueba de que la Iglesia Católica Apostólica Romana es substancialmente santa.

La Iglesia Católica censura al mundo porque éste es corrompido. Ella exige un alto nivel de comportamiento, casto y puro. Y la feroz e intensa embestida de sus enemigos, injustamente, consiste en procurar acusarla de no practicar la moral que ella misma implantó en la sociedad. A esto se resume la actual campaña publicitaria, en lo que se refiere a la pedofilia.

Mas, ¿cómo hacer para incriminar a la Iglesia por las faltas de una minoría de sus miembros? En uno de los estudios más autorizados sobre el problema de la pedofilia, Philip Jenkins analiza las técnicas periodísticas utilizadas para resaltar el contexto institucional en el cual actuaron algunos sacerdotes, en vez de analizar los delitos de individuos que, por acaso, son clérigos[55]. Para ello, usan títulos sugestivos, juegos de palabras, términos bien estudiados, como por ejemplo: “Y no nos dejes caer en tentación”. Por su parte, programas de televisión sobre los casos de pedofilia colocan como fondo de cuadro ceremonias litúrgicas, música gregoriana, sacerdotes de sotana, de tal forma que la Iglesia queda estigmatizada como conjunto y se hace una asociación visual entre lo que es dignamente católico con la figura de sacerdotes lascivos y cínicos[56].

Ahora bien, médicos, profesores, enfermeros y otros profesionales se cuentan en gran número entre los perpetradores de crímenes de pedofilia[57], pero, ¿quién va a llegar al absurdo de acusar a todos los miembros de esas categorías y a deshonrar a una clase entera por los crímenes de una minoría?

El choque que el delito sexual de un sacerdote causa en la opinión pública - choque justificado, porque la Iglesia Católica es la única institución de la cual se espera que sus miembros sean de una pureza intachable, y que sus sacerdotes sean santos – lo saben explotar los adversarios.

La santidad substancial de la Iglesia

Ante la evidencia de que algunos sacerdotes cometen esos graves delitos, solo queda preguntar ¿cómo puede la Iglesia mantenerse santa?

En realidad, el argumento más fuerte contra la Iglesia Católica siempre fue la vida de los malos católicos. Sin embargo, no nos debe sorprender que en la Iglesia de Cristo haya miembros indignos. El propio Jesús comparó su Iglesia a la red que coge buenos y malos peces (cf. Mt 13, 47-50); al campo donde la cizaña crece junto con el trigo (cf. Mt 13, 24-30); a la fiesta de casamiento, a la cual uno de los invitados se presenta sin el traje nupcial (cf. Mt 22, 11-14)[58].

No obstante, la Iglesia será siempre inmaculada, como destaca San Pablo: “Cristo amó a su Iglesia, y se sacrificó por ella. Para santificarla, limpiándola en el bautismo de agua con la palabra de vida, a fin de hacerla comparecer delante de Él, llena de gloria, sin mácula ni arruga, ni cosa semejante, sino siendo santa e inmaculada” (Ef 5,25-27).

No sucede lo mismo con las instituciones terrenas. Siendo meramente humanas, las fallas de sus integrantes pueden desvalorizarlas. La Iglesia es la única que posee una dimensión divina; por eso, a pesar de las faltas de su dimensión humana, su substancia permanece siempre pura. Ella es santa, porque santo es su Fundador: es la inmaculada Esposa de Cristo. Apenas los hombres de la Iglesia son pecadores, mas la Santa Madre Iglesia no puede pecar.

[55] JENKINS, Philip. Pedophiles and Priests: Anatomy of a contemporary crisis. Oxford, New York: Oxford University Press, 1996, p. 55.
[56] Ibid., p. 56.
[57] Ibid., p. 126-128.[1] TRESE, Leo J. A fé explicada. São Paulo: Quadrante, 2007. p. 147-148.
[58] TRESE, Leo J. A fé explicada. São Paulo: Quadrante, 2007. p. 147-148.


Ella “es santa”, resalta Pablo VI, “aunque comprenda pecadores en su seno, porque no posee en sí otra vida sino la de la gracia: viviendo de su vida sus miembros se santifican; y sustrayéndose a su vida caen en pecado y en los desórdenes que impiden la irradiación de su santidad”[59]. Por lo tanto, para cualquier miembro de la Iglesia, incluyendo a los pertenecientes al clero, se aplica esta regla: se cae cuando se disminuye el amor y se afloja el compromiso para con la Iglesia.

“En esta perspectiva”, nos dice el Cardenal Biffi, Arzobispo emérito de Bologna, “queda claro que toda nuestra culpa — pequeña o grande — no constituye apenas una infidelidad al amor que nos une al Padre, menoscabo a la obra redentora de Cristo, resistencia a la acción santificante del Espíritu Santo; es además, ultraje y sufrimiento infligidos a la Iglesia. Toda incoherencia con nuestro bautismo es siempre una ingratitud para con aquella que en el bautismo nos engendró, es un atentado contra su belleza de Esposa del Señor; belleza que a los ojos humanos queda ofuscada por nuestro acto reprobable. [...] Mas nosotros, por lo menos, aunque pequemos casi como ellos, nos habituamos a pedir perdón diariamente a esta nuestra Madre queridísima por todo lo que se nos ocurre pensar, decir y hacer con ánimo no integralmente ‘eclesial’”[60].

Los pecadores no pertenecen a la Iglesia por sus pecados, dice el Cardenal Journet, “sino por lo que aún resta en ellos de dones de Dios, por los caracteres sacramentales, la fe, la esperanza teologal, sus oraciones, sus remordimientos. Ellos están como que vinculados a los justos. Se encuentran en la Iglesia provisionalmente para ser, algún día, definitivamente integrados o separados de ella. Están en la Iglesia no de una manera salvífica, mas como paralizados en lo que se refiere a sus actividades más altas y decisivas”[61].

Claro está que la Iglesia “no expulsa a los pecadores de su propio seno, sino sólo su pecado; continua manteniéndolos en sí con la esperanza de poder convertirlos. Lucha en ellos contra el pecado que cometieron”[62].

Resaltando la santidad de la Iglesia que nunca se mancha por los pecados de sus hijos, el Cardenal Journet llama la atención para su íntima relación con cada una de las tres Personas de la Santísima Trinidad: desde toda la eternidad, la Iglesia Católica es conocida y querida por el Padre. Es fundada por su Hijo, que vino para redimirnos por la cruz. Y es vivificada por el Espíritu Santo, que vino para establecer en ella, su morada. “La Iglesia entera aparece, así, como el pueblo reunido a imagen de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de unitate Patris et Filii et Spiritus Sancti plebs adunata”[63].

[59] PAULO VI. Sollemnis Professio Fidei, 19: AAS 60 (1968) 440.
[60] BIFFI, Cardinale Giacomo. Meditazione Gesú di Nazareth, la fortuna di appartenergli. Giubileo Diocesano dei Catechisti, Cattedrale di San Pietro, Bologna, 29/10/2000.
[61] JOURNET, Charles. Il mistero della Chiesa secondo il Concilio Vaticano II. Brescia: Queriniana, 1967, p. 84-85.[1] Ibid., p. 85.

[62] Ibid., p. 85.
[63] Ibid., p. 31. Ver tb. CONCILIO VATICANO II, Constitutio dogmática ‘de Ecclesia’ 1,4.

La relación de la Madre de Dios con la Santa Iglesia es otro factor de santidad. El conocimiento de la verdadera doctrina sobre María será siempre una llave para comprender el misterio de Cristo y el de su Iglesia. La santidad de Nuestra Señora se refleja en la Iglesia, su virginidad, su pureza, su disponibilidad en relación a la voluntad de Dios. También los ángeles del cielo y los bienaventurados mantienen la santidad de la Iglesia, ennobleciendo el culto que ella presta a Dios[64].

Todas las obras de la Iglesia tienen por finalidad la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios[65]. Entretanto, ella no podría realizar esa finalidad si no fuese santa. De esta forma, aunque en esta tierra sea gobernada y compuesta por pecadores, ella es indefectiblemente santa, conforme lo prueban los abundantes frutos de santificación que ha producido[66]. Una vigorosa señal de esta santidad es la observancia voluntaria de los consejos evangélicos, por los cuales centenas de millares de hombres y mujeres renuncian a todo lo que podrían tener legítimamente en esta vida — familia, bienes, libertad de decisión — para imitar de modo total a Cristo Jesús[67].

La Iglesia tiene el coraje de exigir de todos sus hijos el combate contra el pecado. Muchas almas dicen “sí” a ese llamamiento; sin embargo, en general, el bien que practican permanece escondido. El mal en este mundo cuenta con una publicidad mucho mayor, pues su petulancia solicita la atención de todos. Sea como sea, hombres y mujeres de extraordinaria santidad nunca faltarán en la Iglesia[68], y es como instrumento de santificación que ella pasa por una continua renovación[69].

Resulta, pues, una gran equivocación proponer modificaciones en la estructura eclesial. “Cuando el valor del compromiso sacerdotal es cuestionado como entrega total a Dios a través del celibato apostólico y como disponibilidad total para servir a las almas”, destacaba Benedicto XVI en su venida a Brasil, “dando preferencia a las cuestiones ideológicas y políticas, incluso partidarias, la estructura de la consagración total a Dios comienza a perder su significado más profundo. ¿Cómo no sentir tristeza en nuestra alma?”[70]

[64] JOURNET, op. cit., p. 91-95.
[65] CONCÍLIO VATICANO II. Sacrossantum Concilium, n. 10.
[66] ARANGÜENA, José Ramón Pérez. A Iglesia. Iniciação à eclesiologia. Lisboa: Diel, 2002. p. 110.
[67] JOURNET, op. cit., p. 89.
[68] KEMPF, Constantino. A santidade da Iglesia no século XIX. Porto Alegre: Barcellos, Bertaso & Cia., 1936. p. 11-12.
[69] CONCÍLIO VATICANO II. Lumen Gentium, n. 15.
[70] BENTO XVI. Discurso. Encontro com os Bispos do Brasil, Catedral da Sé, São Paulo, 11/5/2007.

Un pastor solícito por su rebaño

Algunos diarios han tratado de incriminar al Papa Benedicto XVI por encubrimiento de delitos, en la época en que era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y algunas voces estridentes llegan hasta el extremo de proponer su encarcelamiento.

Según nuestro parecer, ese es el mayor error del adversario en la actual campaña contra la Iglesia. Esta insolencia es lo que ha causado más indignación general, contribuyendo incluso para alertar y enfervorizar a los católicos adormecidos.

La injusticia de los acusadores se muestra más flagrante cuando, al comprobar los hechos, se constata que fue Benedicto XVI, cuando aún era Cardenal, quien más actuó para erradicar el problema, habiéndose acentuado su celo cuando ocupó la Cátedra de Pedro.

Es muy significativa la Carta Pastoral que, poco antes de la Pascua, envió a los católicos irlandeses para ser leída en todos los púlpitos del país. En un gesto sin precedentes, el Santo Padre pedía perdón directamente a las víctimas y a sus familias, expresando su profunda desolación por los “hechos pecaminosos y criminales” de los abusadores. Dirigiéndose a los obispos, resaltaba los “graves errores de juicio” y la “falta de gobierno” de parte de la Jerarquía. Finalmente, subrayaba que la Iglesia está trabajando con ahínco para corregir y remediar el mal que fue practicado.

Destáquese igualmente que, en mayo de 2001, el entonces Cardenal Ratzinger envió una carta a los obispos, ordenando que le fueran encaminadas todas las acusaciones contra clérigos, fuesen viejas o nuevas. Con esa iniciativa, la Santa Sede se adjudicaba la investigación de los abusos y el castigo de los culpables. A partir de entonces, varios acusados tuvieron que enfrentar un proceso canónico completo, muchos fueron reducidos al estado laical, o se dimitieron voluntariamente, mientras otros sufrieron sanciones administrativas y disciplinares, incluyendo la prohibición de celebrar misa.

Contrariamente a lo que ciertos medios han propagado, la referida carta no prohibía comunicarse con la policía para denunciar eventuales abusos. En realidad, los obispos de algunas partes del mundo — como Estados Unidos, Inglaterra y Canadá — habían adoptado el procedimiento de comunicar a las autoridades policiales, cuando hubiese algún caso confirmado.

Por otra parte, el Vaticano ha establecido normas que tornan rigurosa la selección de los candidatos al seminario. Además, ha llevado a cabo iniciativas como el Año Sacerdotal, aún en curso, y el Congreso Teológico Internacional, realizado en Roma en el último mes de marzo, con el objetivo de renovar el clero y extirpar algunos conceptos erróneos sobre el sacerdocio, causados por una “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”[71] frente al Concilio Vaticano II.

Esperamos que esas brisas de renovación lleven un poco de consuelo a las víctimas de los horribles delitos cometidos por hombres que, como representantes de Dios, deberían ser los primeros protectores de los niños y de los jóvenes. Nos compadecemos de ellas y compartimos sus sufrimientos y desilusiones, ofreciendo por ellas nuestras oraciones. Por cierto, la tragedia que las afectó nos mueve, una vez más, a recordar con dolor a los incontables niños que fueron víctimas del cruel paganismo en la Antigüedad.

De cada persecución, la Iglesia sale fortalecida

Contemplando su propia historia, la Iglesia Católica puede decir con Cicerón: “Alios vidi ventos, alias prospexi animo procellas”[72].

Como en embestidas anteriores, ella saldrá aún más fuerte del actual combate. Numerosas reacciones por el mundo ya anticipan tal desenlace. En Irlanda y en España, las iglesias se llenaron durante la Semana Santa como hacía muchos años no ocurría. En los Estados Unidos, en Inglaterra y en otros países de Occidente, el número de conversiones aumentó. Varios periodistas, muchos de los cuales no son católicos, tomaron la defensa de la Iglesia. ¿Será necesario recordar que las persecuciones son indispensables para el resplandor de la Esposa de Cristo? ¿Y también para su renovación? En efecto, dice San Pablo: “Nam oportet et hereses esse ut et qui probati sunt manifesti fiant in vobis” (“Siendo, como es, forzoso que aún herejías haya”, 1 Cor 11,19).

[71] BENTO XVI, Discurso à Cúria Romana, 22/12/2005.
[72] “Vi otros vientos y enfrenté sin temor otras tempestades” (In L. Calpurnium Pisonem, oratio, 9).

Para destacar la perennidad de la Iglesia Católica Apostólica Romana, San Agustín nos ha dejado esta sabia reflexión: “Vacilará la Iglesia, si vacila su fundamento. Pero, ¿podrá, por ventura, Cristo vacilar? Ya que Cristo no vacila, la Iglesia permanecerá intacta hasta el fin de los tiempos”[73].

Recordemos que “Dios es el Señor del mundo y de la historia”[74]. Fue El mismo quien decretó que “las puertas del Infierno” no prevalecerían contra su Iglesia (Mt 16,18).

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, es Canónigo Honorario de la Basílica Papal de Santa María la Mayor, de Roma, Protonotario Apostólico Supranumerario, Doctor en Derecho Canónico por el Angelicum, Maestro en Psicología de la Educación por la Universidad Católica de Colombia, Doctor Honoris Causa por el Centro Universitario Ítalo-Brasileiro, Miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino (SITA) y de la Pontificia Academia de la Inmaculada, Fundador y Superior General de tres entidades de Derecho Pontificio: Asociación Internacional de Fieles Heraldos del Evangelio, Sociedad Clerical Virgo Flos Carmeli y Sociedad de Vida Apostólica Regina Virgin

[73] Enarrationes in Psalmos, 103,2,5; PL, 37, 1353.
[74] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 314.