martes, 26 de enero de 2010

Movimiento de los focolares

Trento, 1944

En un refugio antiaéreo, abrimos el Evangelio en una
página cualquiera; se trata del Testamento de Jesús:
"Que todos sean uno, Padre, como yo en Ti".
Aquellas palabras parecían iluminarse.
Aquel "todos" habría sido nuestro horizonte.
Aquel proyecto de unidad, la razón de nuestra vida.

Chiara Lubich

A partir del primer núcleo de Trento...

Es en el marco de odio y de violencia del segundo conflicto mundial que se enciende la chispa inspiradora: el "descubrimiento fulgurante" del Único que "ninguna bomba puede destruir": Dios. Dios, experimentado como Amor, cambia radicalmente la vida de Chiara Lubich, quien tenía entonces poco más de veinte años. Una experiencia que enseguida es comunicada y compartida por sus primeras compañeras.

A los refugios antiaéreos llevan sólo el Evangelio. Allí encuentran el "cómo" responder al Amor. En aquel período Chiara misma escribe: "Cada día vivimos nuevos descubrimientos: el Evangelio se convierte en nuestro único libro, única luz de vida".

En el mandamiento del amor recíproco descubren la ley para recomponer la fraternidad de la sociedad disgregada. "Ponemos todo en común: cosas, casas, ayuda, dinero. La vida es otra".

Con maravilla, aquel primer grupo experimenta la fuerza, la luz, el valor, el amor que dona la presencia de Jesús por Él prometida cuando dos o tres se reúnen en Su nombre (Mt. 18-20). Una luz que ilumina la última oración de Jesús al Padre: "Que todos sean uno". Este proyecto de Dios sobre la familia humana se convierte en el programa de sus vidas: "La unidad entre nosotras se vuelve como un trampolín que nos impulsa hacia donde no hay unidad para suscitarla".

Los efectos: "Cada día crecen a nuestro alrededor personas de todas las edades y condiciones sociales. Se apagan odios y rencores. Muchas familias se recomponen". Nace la certeza de que en el Evangelio está la solución de cada problema, individual o social.

...un Movimiento

Muy pronto aquel primer grupo se convierte en un Movimiento que suscita una renovación espiritual y social. En más de 60 años de vida ha alcanzado una difusión mundial (182 países), con dos millones y medio de adherentes y una irradiación de algunos millones, difícilmente cuantificable.

Un pequeño pueblo - Por la variedad de su composición, con los años, el Movimiento asume las dimensiones de un pequeño pueblo, como lo definió Juan Pablo II: abraza no sólo a católicos, sino también a cristianos de varias Iglesias y comunidades eclesiales, y hebreos. Poco a poco forman parte de él seguidores de las grandes religiones, y personas sin una referencia religiosa. La adhesión al Movimiento tiene lugar sin sincretismos, en la plena fidelidad a la propia identidad. Es común el compromiso de vivir, aun en distintos modos, el amor y la unidad, que están inscritos en el DNA de cada hombre.

Por qué la denominación Movimiento de los Focolares - Desde un inicio, el Movimiento fue denominado "de los Focolares" por la gente de Trento, por "el fuego" del amor evangélico que anima a Chiara Lubich y a sus primeras compañeras.

Fundadora - Chiara Lubich - ella misma subraya que el Movimiento "no ha sido diseñado por una mente humana, sino que es el fruto de un carisma que viene de lo Alto. Nosotros tratamos de seguir, a través de las circunstancias, la voluntad de Dios día tras día".

Las aprobaciones - El obispo de Trento, Mons. Carlo de Ferrari, da la primera aprobación, a nivel de Iglesia local, en 1947. "Aquí está la mano de Dios". Seguirán las aprobaciones pontificias: la primera en 1962; la más reciente, por su desarrollo ulterior, en 1990.

Un Movimiento eclesial - Los Focolares se injertan en el actual fenómeno de florecimiento de Movimientos Eclesiales originados por un "carisma preciso donado a la persona del fundador" (Juan Pablo II) es decir por "un don del Espíritu" que incesantemente suscita "la novedad del cristianismo" (card. Ratzinger). Juan Pablo II reconocerá en el carisma de Chiara Lubich, un "radicalismo del amor" y en el Movimiento los lineamientos de la Iglesia del Concilio, abierta a los varios diálogos (19.8.1984).

Espiritualidad de la unidad

"Mientras creíamos vivir simplemente el Evangelio -escribe todavía Chiara Lubich- inadvertidamente el Espíritu iba subrayando algunas Palabras que debían llegar a ser los principios operantes de una nueva corriente espiritual: la espiritualidad de la unidad".

Es a partir de esta espiritualidad, que se convierte en el estilo de vida de personas de todas las edades, categorías, vocaciones y culturas, que se desarrolla el Movimiento. En su corazón están los 'focolares', pequeñas comunidades masculinas o femeninas, compuestas por laicos, vírgenes y casados, totalmente donados a Dios según su estado, comprometidos en primer lugar en mantener viva la presencia del Resucitado, por Él prometida cuando "dos o tres se reúnen en Su nombre".

Finalidad

En el actual cambio histórico, compartiendo con la humanidad la difícil gestación de una nueva civilización globalizada, interdependiente, multicultural y multirreligiosa, el Movimiento se ha comprometido, junto a muchas otras fuerzas que se mueven en esa dirección, a componer en unidad la familia humana, enriquecida por la diversidad.

Instrumentos de unidad

Principalmente los "focolares", reunidos por "zonas", que convergen en un único "Centro Internacional". Poco a poco, del único árbol, nacen numerosas ramificaciones entre las cuales movimientos de vasto alcance, que lanzan semillas de renovación en distintos ámbitos de la sociedad y de la Iglesia abriendo espacios de fraternidad y de unidad.

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