sábado, 18 de febrero de 2017

Gran afluencia de fieles en la Gruta de Lourdes

El santuario de la  Av. Instrucciones, Montevideo, recibió miles de fieles este sábado 11 de febrero, con motivo de la festividad de la Santísima Virgen de Lourdes.

Tanto el  señor arzobispo de Montevideo, cardenal Daniel Sturla SDB como su obispo auxiliar Monseñor Milton Tróccoli presidieron las Eucaristías de las 10 y 17 horas, que concluyeron con la bendición del Santísimo Sacramento.

Varios sacerdotes, impartieron el sacramento de la Reconciliación a aquellas personas que allí lo solicitaron.

Año a año ha habido un sostenido aumento de fieles, que se agolpan a los pies de la Santísima Virgen de Lourdes, para solicitarle y agradecerle todo tipo de favores, demostrando de este modo la piedad mariana arraigada en el pueblo uruguayo.

Son incontables los testimonios de personas que concurren, desde hace décadas a ese santuario, y van transmitiendo a las generaciones más jóvenes, esta devota costumbre de honrar a la Madre de Dios en su fiesta de Lourdes.

(Fotos de Iglesia Católica de Montevideo/Facebook y Twitter)

Fátima: el Ángel y los pastorcitos

Redacción (Jueves, 16-02-2017, Gaudium Press) Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima fueron precedidas por tres visiones que Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal, o de la Paz, entre abril y octubre de 1916, en una colina próxima a la Cova de la Iria, denominada Cabeço. Por medio de las palabras del Ángel, la Providencia predisponía a los niños para el momento en que la propia María Santísima les hablaría.

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Algunas manifestaciones sobrenaturales antecedieron a la aparición del Ángel. Lucía, y tres otras niñas más, vieron sobrevolar, sobre el arbolado del valle, una especie de nube blanquísima con forma humana, "una figura, como si fuese una estatua de nieve, que los rayos del Sol tornaban aún más transparente", según las palabras de Lucía. En días diferentes, esta aparición se repitió ¬dos veces.

Un joven resplandeciente y de gran belleza

Fue en la Loça de Cabeço que, en un día de primavera de 1916, el Ángel apareció por primera vez. Después de rezar, los niños estaban jugando cuando un fuerte viento sacudió los árboles. Ellos ven, entonces, caminando sobre el olivar en su dirección, un joven resplandeciente y de gran belleza, aparentando tener 14 a 15 años, de una consistencia y un brillo como el del cristal atravesado por los rayos del Sol. Según narra la hermana Lucía, el Ángel, al llegar junto a ellos, dijo:

- ¡No temáis! Soy el ángel de la Paz. Orad conmigo.

Y, arrodillando en tierra, curvó la frente hasta el piso y los hizo repetir tres veces estas palabras:
- ¡Mi Dios! ¡Yo creo, adoro, espero y os amo! Os pido perdón para los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Después, erguiéndose, dijo:
- Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas - y desapareció.

"La atmósfera de sobrenatural que nos envolvió", relata la hermana Lucía, "era tan intensa que casi no nos dábamos cuenta de la propia existencia por un gran espacio de tiempo, permaneciendo en la posición en que nos había dejado, repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima que ni siquiera entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente, sentíamos el espíritu todavía envuelto por esa atmósfera que solo muy lentamente fue desapareciendo".

"Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia"

En el verano de 1916, cuando los tres pastorcitos jugaban en el terreno de la casa de los padres de Lucía, les aparece nuevamente el Ángel. Él les dice, según la narración de la hermana Lucía:
- ¿Qué hacéis? ¡Orad! ¡Orad mucho! Los Corazones Santísimos de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia.

Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

- ¿Cómo nos habremos de sacrificar? - preguntó Lucía.

- De todo lo que pudieres, ofreced a Dios sacrificio, en acto de reparación por los pecados con que él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz.1 Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe- y desapareció.
Como después de la primera aparición del Ángel, también esta vez los niños quedaron un tiempo en una especie de éxtasis.

Preparados para las apariciones de Nuestra Señora

Al final del verano o principio del otoño del mismo año se dio la última aparición del Ángel, nuevamente en la Loça do Cabeço, conforme describió la hermana Lucía:
"Después de haber merendado, quedamos en ir a rezar en la gruta, que estaba del otro lado del monte. [...] Luego que ahí llegamos, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Mi Dios! Yo creo, adoro, espero y os amo, etc. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos levantamos para ver lo que pasaba, y vemos al Ángel teniendo en la mano izquierda un cáliz, sobre el cual está suspensa una Hostia, de la cual ¬caen algunas gotas de Sangre dentro del cáliz".

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Dejando el cáliz y la Hostia suspensos en el aire, el Ángel se postró en tierra junto a los niños y les hizo repetir tres veces la oración:

"Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores".

Después, levantándose, dio la Hostia a Lucía, y el cáliz, lo dio a beber a Francisco y Jacinta, diciendo:
- ¡Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos! Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

Y postrándose de nuevo en tierra, repitió con ellos otras tres veces la misma oración: "Santísima Trinidad, etc.", y desapareció.

Ellos permanecieron en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras. Cuando se levantaron, vieron que era de noche y volvieron a casa.

La sensación de la presencia de Dios en esa última aparición fue mayor que en las anteriores. Desde aquel momento, los niños comenzaron a expiar por los pecadores por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración. La Providencia los preparaba para las apariciones de María Santísima que habrían de marcar la Historia.

(Transcrito, com adaptaciones, de: CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio; Fátima. O meu Imaculado Coração triunfará!)

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Cientos de niños se encontrarán en Fátima para conmemorar a los beatos Francisco y Jacinta

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Este 20 de febrero es la solemnidad de los beatos videntes de Fátima. Más de 600 pequeños se encontrarán en el Santuario para rendirles un homenaje y tenerlos como modelo / Foto: Gustavo Kralj - Gaudium Press.

Fátima (Jueves, 16-02-2017, Gaudium Press) Más de 600 pequeños se darán cita este 19 y 20 de febrero en el Santuario de Fátima, en Portugal, para celebrar la solemnidad de los beatos Francisco y Jacinta, que ocurre el día 20. Los homenajes a los pastorcitos tendrán este año un aspecto especial debido a las celebraciones por el Centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima.

Tal como ha anunciado el Santuario en una nota de prensa difundida desde su sitio web, habrá un completo programa dirigido a los niños, quienes tienen en los beatos videntes un modelo a seguir. "Se trata de una experiencia única de encuentro y descubrimiento de la vida de los beatos (...), que permitirá acogerlos como modelo y referencia de vida", señala desde la organización del evento.

Las actividades iniciarán en la tarde del domingo 19 con el Concierto Evocativo de los Tres Pastorcitos, tercera edición de un evento musical que se viene realizando en el Santuario. Para la ocasión, se contará con la presencia de la Capilla Musical ‘Cupertino de Miranda', con la obra del compositor Eugénio Amorim y la dirección de Luís Toscano. El concierto será el estreno mundial de la obra de este compositor que fue encomendada por el Santuario de Fátima.

A las 21:30 horas, también el domingo, será la celebración litúrgica que tendrá lugar en la Capilla de las Apariciones, donde estarán situados los íconos de los beatos pastorcitos. Tras la liturgia seguirá una procesión hasta la Basílica de Nuestra Señora de Fátima, que permanecerá abierta para que los fieles veneren a Francisco y Jacinta, cuyos restos mortales se hallan custodiados en el lugar.

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Basílica de Nuestra Señora de Fátima con los beatos Francisco y Jacinta / Foto: Gustavo Kralj - Gaudium Press.


Para el día 20 de febrero se prevé un encuentro de oración que ocurrirá a las 10:00 horas en la Capilla de las Apariciones, tras la cual habrá una procesión hacia la Basílica de la Santísima Trinidad con las imágenes de los beatos Francisco y Jacinta, donde a las 11:00 horas habrá una solemne Eucaristía.

A las 14:00, será la concentración y recibimiento de los niños en la Basílica de la Santísima Trinidad, donde a las 14:30 se ofrecerá la catequesis que impartirá la Hermana Angela Coelho, postuladora de la causa de beatificación de los pastorcitos. Seguirá luego el rezo del Santo Rosario y a las 15:30 la conclusión del encuentro con el canto del Himno de los Pastorcitos.

Las voces del Centenario

Con motivo del Centenario de las Apariciones, el Santuario de Fátima, en unión con Radio ‘Renascença', viene emitiendo desde el 2 de febrero, hasta el 12 de mayo, una coproducción llamada "Las voces del Centenario".

La iniciativa consiste en reunir en un solo espacio, y en formato audiovisual, cien testimonios de peregrinos de Fátima, que se presentarán cada día hasta completar el número 100, la víspera del centenario de la primera aparición de Nuestra Señora en Fátima.
Los videos están disponibles en el sitio web del Santuario de Fátima.

Con información del Santuario de Fátima.

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Imagen de Nuestra Señora de Fátima será coronada en la Catedral de Westminster

Londres - Inglaterra (Jueves, 16-02-2017, Gaudium Press) La ceremonia inaugural de la peregrinación de la imagen nacional de Nuestra Señora de Fátima que recorrerá las diócesis de Inglaterra y del País de Gales será recibida en la catedral católica de Westminster, este sábado.

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Foto: Archivo
El calendario de la visita de la imagen peregrina se extiende hasta octubre de este año. La iniciativa es promovida por el Apostolado Mundial de Fátima en Inglaterra y País de Gales.

Imagen, corona, peregrinación

La imagen peregrina será bendecida y coronada por el cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster, antes de presidir la Santa Misa.

La corona fue confeccionada en plata dorada y fue ofrendada por una joyería portuguesa, la misma que, en 1942, elaboró la obra ofrecida por las mujeres portuguesas con la cual la imagen venerada en la Capillita de las Apariciones fue solemnemente coronada.

La ‘imagen nacional de la Virgen Peregrina de Nuestra Señora de Fátima' fue ofrecida a la Iglesia Católica en Inglaterra y País de Gales en 1968, por el obispo de Leiria, Mons. João Pereira Venâncio, después de haber sido bendecida por Pablo VI un año antes; el gesto fue repetido por Juan Pablo II en 1982.

Durante la celebración de este sábado, el cardenal Nichols renovará la consagración del país al Corazón Inmaculado de María.

Reliquias de Jacinta y Francisco

Además de la imagen, la peregrinación colocará a la veneración de los católicos reliquias de los Beatos Francisco y Jacinta Marto, en catedrales, abadías e iglesias inglesas y galesas, como forma de señalar el Centenario de las Apariciones de Fátima (1917-2017). (JSG)

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viernes, 17 de febrero de 2017

La hipocresía intolerable

Meditación sobre la verdad y la hipocresía

Por: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

Al leer el Evangelio nos encontramos con un Jesús todo bondad, que acoge a todos los pecadores, y que, sin embargo no tolera a unos hombres con los cuales está en lucha frontal.

Son los fariseos y los escribas, a los que llama con una palabra que, desde Jesús, se ha convertido en uno de los vocablos más odiosos del diccionario, como es la palabra ¡Hipócrita!...

Llamar a uno ¡hipócrita! ha venido a ser un baldón y la mayor vergüenza.

La hipocresía es la mentira utilizada para aparecer ante los demás bueno y noble escondiendo toda la maldad que se lleva dentro.

Pero, para empezar de una manera más amable y positiva, se me ocurre el caso bonito, que leí no hace mucho, sobre un papá que quiso formar a su niño en la sinceridad que nos pide Jesús.
El pequeño fue sorprendido en una mentira, y el papá le dio una lección que no olvidaría nunca, de modo que después el joven y el hombre ya no dijo jamás una falsedad.
Tomó el papá al hijito mentiroso, lo llevó delante del Crucifijo, y le dictó despacio esta oración que el niño iba repitiendo: Jesús, yo te he ofendido. Mis labios se han ensuciado con una mentira. Ven, y límpiamelos.
Las lágrimas le empezaron a correr al niño por las mejillas. Pero el papá, sin inmutarse, tomó un trozo de algodón que aplicó a los labios de la imagen de Jesús, lo empapó después con alcohol, se lo pasó bien por los labios a su hijo, y le hizo seguir con la oración:
Señor, purifícame y perdóname. Haz mi corazón sincero, y que nunca salga de mí otra mentira.

Todos estaremos conformes en dar a ese papá una cátedra de sicología y de pedagogía en la universidad...

Jesús se encontró en su predicación de buenas a primeras con una oposición terrible de parte de los que dominaban al pueblo: los escribas y los fariseos.

Los fariseos, de gran influencia en el pueblo, formaban un partido religioso-político que oprimía a la gente humilde con capa de santidad y de fidelidad a la ley de Dios, mientras que ellos se las sabían arreglar de mil maneras para librarse de lo que les exigía esa misma ley dada por Moisés.

Los escribas eran los intérpretes de la ley y brazo derecho de los fariseos. Unos y otros vivían en la mentira, procedían con doblez, y exigían con rigor insoportable la observancia de una ley que ellos no querían guardar.

La mejor definición de los escribas y fariseos la dio el mismo Jesús cuando los llamó sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre...

Pronto vino el enfrentamiento de los escribas y fariseos con Jesús. Era imposible entenderse la mentira con la verdad, el rigor con la mansedumbre, la justicia despiadada con el perdón misericordioso... Y Jesús, al denunciarlos ante el pueblo, usó siempre la expresión ¡Hipócritas!

Jesús no soportaba la hipocresía porque ésta es la falsificación de la vida, la perversión del pensamiento, la profanación de la palabra. Al mentir, el hipócrita quiere pensar como habla, y vivir después como piensa, es decir, siempre en contradicción con la verdad.

El mentiroso e hipócrita se encuentra muy pronto con el rechazo total, como le pasaba en los tiempos de Jesús al personaje más importante del mundo, a Tiberio, el emperador de Roma. Era el dueño de todo el mundo conocido, pero al mismo tiempo era tan mentiroso, que, como dice un escritor romano de sus días, ya nos se le creía aunque dijera la verdad...

Aquella antipatía de Jesús con los fariseos, es la misma que sentimos también nosotros con cualquier persona que procede con dolo. Aguantamos toda clase de defectos en los demás, porque todos nos sentimos débiles y sabemos ser generosos con el que cae.

Pero usamos una medida diversa con el que nos miente. No lo soportamos, y le aplicamos la sentencia de la Biblia:
La esperanza del impío hipócrita se desvanecerá.

El hipócrita y mentiroso no puede esperar nada de nadie, porque se le rechazará del todo.

Todo lo contrario le ocurre a la persona sincera. Quien dice la verdad siempre, aunque le haya de costar un disgusto, se gana el aprecio de todos y todos confían en ella. Es el premio del sentir, vivir y decir la verdad.

Jesucristo nos lo dijo con una sentencia bella y profunda, cargada de mucha sicología: La verdad os hará libres.

Quien nunca dice una mentira y confiesa siempre la verdad, y vive conforme a sus convicciones, es la persona más libre que existe. No oculta nada. Es transparente como el cristal. Y de ella dice Jesús como de Natanael: Un israelita en quien no hay engaño. Un cristiano o una cristiana sin doblez...

Sentimos todo lo contrario por aquel que dice y vive siempre la verdad. Ante él nos inclinamos reverentes. Porque es todo un hombre o toda una mujer. Nos fiamos de su palabra. Le tenemos por el ser más valiente y digno de respeto.

La verdad, como dice Jesús, le hace libre, y nos demuestra tener un corazón y unos labios tan limpios como el niño que aún no ha dicho la primera mentira....

martes, 7 de febrero de 2017

Rencores que carcomen el alma

Guardar dentro del alma un rencor durante tanto tiempo nos daña, nos destruye, nos aparta del camino del bien y del amor sincero.

Por: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net

Una palabra hiriente, una promesa incumplida, un golpe bajo, una mentira despiadada... Alguien hirió nuestro corazón, traicionó nuestra confianza, nos clavó una calumnia por la espalda. O cometió un error muy grave, que le dañó a él, a la familia, a los amigos, a los compañeros de trabajo...

En nuestro interior surge muchas veces, en situaciones parecidas, un rencor profundo que carcome el alma. Quizá al inicio guardamos silencio, aguantamos estoicamente. Pero el rencor seguía allí, agazapado, como un león dispuesto a saltar al ataque en cualquier momento.

Cuando llega la ocasión, cuando después de meses o de años se produce un roce, un conflicto, una nueva tensión, sale a flote lo que tenemos dentro. Lanzamos con rabia una flecha venenosa contra esa persona, le recordamos su malicia, sus errores del pasado. La humillamos con la etiqueta de eso que ocurrió hace ya más o menos tiempo y que ahora ponemos de nuevo ante la mesa, como un reproche cargado, muchas veces, de pasión y de rabia.

Guardar dentro del alma un rencor durante tanto tiempo nos daña, nos destruye, nos aparta del camino del bien y del amor sincero.

Todos podemos cometer (y cometemos) errores o pecados más o menos graves. Pero no tiene sentido conservar un fichero de recuerdos de lo malo para usarlo en la primera ocasión como arma de venganza o como ataque para herir al que quizá ya ha expiado las culpas del pasado.

No podemos vivir hundidos en el mundo del odio, de la envidia, de los malos deseos. Porque no nacimos para condenar a nuestro hermano, sino para acogerlo y levantarlo tras su caída. Porque también nosotros somos pecadores y tenemos muchos motivos para pedir y esperar el perdón ajeno. Porque un rencor albergado en la propia conciencia nos empequeñece y nos arruina poco a poco, al apartarnos de los caminos del amor y de la misericordia.

“Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia” (Sir 10,6-7). San Pedro, siguiendo las enseñanzas del Maestro, pedía a los primeros cristianos: “En conclusión, tened todos unos mismos sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición” (1P 3,8-9).

Hoy puedo mirar mi alma y ver si no quedan allí, muy dentro, resentimientos que me carcomen y me apartan del amor. Si los descubro, es el momento de tomar un bisturí para extirpar ese cáncer dañino de rencores viejos. Podré entonces entrar en el mundo del Evangelio, donde quien perdona será perdonado, donde aprendemos a comprender y amar como ama nuestro Padre de los cielos.

Preguntas o comentarios al autor

lunes, 6 de febrero de 2017

El culto perfecto a Dios

Escribe P. Rafael Ibarguren, EP

La Misa es el acto de Culto a Dios por excelencia, el paradigma más cabal de homenaje debLa Misa es el acto de Culto a Dios por excelencia, el paradigma más cabal de homenaje debido al Creador. De valor infinito, nada puede compararse a su celebración ya que solo ella satisface plenamente al Padre Eterno. Por eso no es difícil encontrar en las narraciones inspiradas de las Sagradas Escrituras, figuras y/o analogías notables a la liturgia de la Misa.

En meditaciones anteriores hemos tenido ocasión de vincular la celebración Eucarística con augustos momentos de la historia de la salvación: la Anunciación del Ángel a María, la Última Cena en el Cenáculo, el encuentro de los discípulos de Emaús o el libro del Apocalipsis. Hoy veremos cómo en la Misa se vive en plenitud el Misterio Pascual: padecimientos, muerte y resurrección de Jesús, ya que, en su secuencia, la celebración hace presente la vía dolorosa del Señor. Lo haremos inspirados en una reflexión de San Pío de Pietrelcina, el popular santo capuchino. Vamos al tema.

Sacrificio incruento, la Misa se inicia con la señal de la Cruz; nada más propio. Desde el comienzo de la celebración hasta el ofertorio, meditamos a Jesús en el Huerto de los Olivos en una agonía atroz, anteviendo los pecados y cuánto la humanidad que se disponía a redimir no le acogería a la altura ("vino a los suyos y los suyos no lo recibieron", Jn. 1, 11). La liturgia penitencial y la de la Palabra proclamada enseguida, están impregnadas de gravedad.

Las lecturas están directamente dirigidas a cada fiel de manera personal, así como Jesús les habló a los apóstoles presentes en Getsemaní: "¿no han podido vigilar ni una hora conmigo?" fue su queja al verlos dormir. Hoy nos toca a nosotros dar oídos atentos al Señor y decir arrepentidos "Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa".

El ofertorio, está significado en la etapa de la pasión en que Jesús es tomado prisionero por los soldados comandados por el traidor. Ahí, al ser arrestafdo sin poner resistencia, queda patente que Jesús se ofrece para padecer.

El Prefacio, es el canto de alabanza y de gratitud que Nuestro Señor dirige al Padre Eterno que ha hecho posible que, por fin, llegue Su "Hora".

Puede decirse que desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos con Jesús en la prisión, en su cruel flagelación, en su coronación de espinas y en su vía crucis por las calles de Jerusalén; etapas del sacrificio redentor que, pasando por la cruz, culminará en el sepulcro vacío.

La Consagración del pan y del vino ya es, místicamente, la crucifixión del Señor.

En ella Jesús ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada. La aclamación que sigue a la consagración y las oraciones que parten del pueblo fiel, son el acto de culto de la Iglesia que está reunida en permanencia en el Calvario, ofreciendo al Padre el sacrificio redentor de Cristo.

Los "mementos" recuerdan a los fieles compasivos, pero también a los que obraron su muerte -en aquel entonces y a lo largo del tiempo- y, en fin, a los muertos: por todos se impetra en la Misa: justos y pecadores, vivos y difuntos. Jesús oró por todos en su pasión: "perdónales porque no saben lo que hacen". El "Por Cristo, con Él y en Él", corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". El Sacrificio es aceptado por el Padre. Los hombres en adelante ya no estarán en ruptura con Dios; se vuelven a encontrar con Él y entre sí. En esta ocasión se recita la oración de los hijos al Padre común: "Padre Nuestro que estás en los cielos...".

En la fracción del pan se representa el sacrificio que se consume con la muerte de Cristo. Estamos ante un Dios roto, quebrado, aniquilado, dirá Bossuet. Pero de un Dios que, con su inmolación, triunfa sobre el pecado y sobre la muerte.

El instante en que el sacerdote, habiendo partido la Hostia, deja caer una pequeña partícula en el Cáliz que contiene la preciosa Sangre, significa el momento de la Resurrección, cuando el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo. De hecho, es a Cristo vivo y glorioso a quien recibimos en la comunión.

La bendición final con el signo de la cruz nos da la fortaleza para vivir los misterios celebrados y nos protegeLa Misa es el acto de Culto a Dios por excelencia, el paradigma más cabal de homenaje debido al Creador. De valor infinito, nada puede compararse a su celebración ya que solo ella satisface plenamente al Padre Eterno. Por eso no es difícil encontrar en las narraciones inspiradas de las Sagradas Escrituras, figuras y/o analogías notables a la liturgia de la Misa.

En meditaciones anteriores hemos tenido ocasión de vincular la celebración Eucarística con augustos momentos de la historia de la salvación: la Anunciación del Ángel a María, la Última Cena en el Cenáculo, el encuentro de los discípulos de Emaús o el libro del Apocalipsis. Hoy veremos cómo en la Misa se vive en plenitud el Misterio Pascual: padecimientos, muerte y resurrección de Jesús, ya que, en su secuencia, la celebración hace presente la vía dolorosa del Señor. Lo haremos inspirados en una reflexión de San Pío de Pietrelcina, el popular santo capuchino. Vamos al tema.

Sacrificio incruento, la Misa se inicia con la señal de la Cruz; nada más propio. Desde el comienzo de la celebración hasta el ofertorio, meditamos a Jesús en el Huerto de los Olivos en una agonía atroz, anteviendo los pecados y cuánto la humanidad que se disponía a redimir no le acogería a la altura ("vino a los suyos y los suyos no lo recibieron", Jn. 1, 11). La liturgia penitencial y la de la Palabra proclamada enseguida, están impregnadas de gravedad.

Las lecturas están directamente dirigidas a cada fiel de manera personal, así como Jesús les habló a los apóstoles presentes en Getsemaní: "¿no han podido vigilar ni una hora conmigo?" fue su queja al verlos dormir. Hoy nos toca a nosotros dar oídos atentos al Señor y decir arrepentidos "Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa".

El ofertorio, está significado en la etapa de la pasión en que Jesús es tomado prisionero por los soldados comandados por el traidor. Ahí, al ser arrestado sin poner resistencia, queda patente que Jesús se ofrece para padecer.

El Prefacio, es el canto de alabanza y de gratitud que Nuestro Señor dirige al Padre Eterno que ha hecho posible que, por fin, llegue Su "Hora".

Puede decirse que desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos con Jesús en la prisión, en su cruel flagelación, en su coronación de espinas y en su vía crucis por las calles de Jerusalén; etapas del sacrificio redentor que, pasando por la cruz, culminará en el sepulcro vacío.

La Consagración del pan y del vino ya es, místicamente, la crucifixión del Señor. En ella Jesús ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada. La aclamación que sigue a la consagración y las oraciones que parten del pueblo fiel, son el acto de culto de la Iglesia que está reunida en permanencia en el Calvario, ofreciendo al Padre el sacrificio redentor de Cristo.

Los "mementos" recuerdan a los fieles compasivos, pero también a los que obraron su muerte -en aquel entonces y a lo largo del tiempo- y, en fin, a los muertos: por todos se impetra en la Misa: justos y pecadores, vivos y difuntos. Jesús oró por todos en su pasión: "perdónales porque no saben lo que hacen".

El "Por Cristo, con Él y en Él", corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". El Sacrificio es aceptado por el Padre. Los hombres en adelante ya no estarán en ruptura con Dios; se vuelven a encontrar con Él y entre sí. En esta ocasión se recita la oración de los hijos al Padre común: "Padre Nuestro que estás en los cielos...".

En la fracción del pan se representa el sacrificio que se consume con la muerte de Cristo. Estamos ante un Dios roto, quebrado, aniquilado, dirá Bossuet. Pero de un Dios que, con su inmolación, triunfa sobre el pecado y sobre la muerte.

El instante en que el sacerdote, habiendo partido la Hostia, deja caer una pequeña partícula en el Cáliz que contiene la preciosa Sangre, significa el momento de la Resurrección, cuando el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo. De hecho, es a Cristo vivo y glorioso a quien recibimos en la comunión.

La bendición final con el signo de la cruz nos da la fortaleza para vivir los misterios celebrados y nos protege de las acechanzas del enemigo. Porque la vida cotidiana debe ser también, a su manera, una ofrenda sacrificial, como lo es la Misa.

En muchas sacristías donde el padre se prepara para la celebración, solía haber una frase puesta en evidencia para recordarle la grandeza de lo que va a hacer: "Celebra esta Misa como si fuese la primera, la última, la única".

Si se tuviese ciencia clara y fe viva en la importancia de la Misa, todo cambiaría en la Iglesia y en el mundo. He aquí un punto de examen de conciencia para clérigos y laicos, tema directamente relacionado con el primer mandamiento de la Ley.

Desgraciadamente, para muchos ir a Misa es pérdida de tiempo. En cambio, cuando se trata de ir al restaurante, al gimnasio, a sentarse ante la computadora o a quedarse rendido en los brazos de Morfeo, ¡qué domingo delicioso y reparador! se dicen. Pobres inconscientes, no saben lo que se pierden... ¡y que se pierden! de las acechanzas del enemigo. Porque la vida cotidiana debe ser también, a su manera, una ofrenda sacrificial, como lo es la Misa. En muchas sacristías donde el padre se prepara para la celebración, solía haber una frase puesta en evidencia para recordarle la grandeza de lo que va a hacer: "Celebra esta Misa como si fuese la primera, la última, la única". Si se tuviese ciencia clara y fe viva en la importancia de la Misa, todo cambiaría en la Iglesia y en el mundo. He aquí un punto de examen de conciencia para clérigos y laicos, tema directamente relacionado con el primer mandamiento de la Ley.

Desgraciadamente, para muchos ir a Misa es pérdida de tiempo. En cambio, cuando se trata de ir al restaurante, al gimnasio, a sentarse ante la computadora o a quedarse rendido en los brazos de Morfeo, ¡qué domingo delicioso y reparador! se dicen. Pobres inconscientes, no saben lo que se pierden... ¡y que se pierden!

Sábado 28 de enero.- Rosario en la Rambla del Buceo (Montevideo)

Sábado 28 de enero.- Rosario en la Rambla del Buceo (Montevideo)

El arzobispo, cardenal Daniel Sturla no estuvo presente porque está de viaje en Roma. Fue proyectado un video con un mensaje suyo para la ocasión, cuyo texto desconozco.

Estuvo sí el obispo auxiliar Monseñor Milton Trócolli quien impartió la bendición final y dijo unas palabras donde enfatizó el anhelo de instalar la imagen de Nuestra Señora en ese lugar. Fue muy aplaudido.

En las intenciones del Rosario también fueron enfáticos en pedir que “los ediles voten favorablemente por permitir la imagen en la Rambla”.

Los comentarios dicen que hubo más personas que el año pasado.

Los varios sacerdotes asistentes  atendieron confesiones.

Fotos publicadas por en el muro oficial de la Iglesia de Montevideo en Facebook.