lunes, 30 de octubre de 2017

MENSAJES Y COMUNICACIONES

*Mensaje del Consiliario de Honor*

*de la Federación Mundial de las Obras Eucarísticas de la Iglesia*

*El que me come tendrá más hambre*

*P. Rafael Ibarguren EP – Consiliario de Honor de la FMOEI*

“*Venid a mí*”, los que me amáis, y saciaos de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia mejor que los panales. El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed*” (Eclo. 24, 18-21)

Este trecho del Eclesiástico nos fue propuesto por la Iglesia para ser leído el mes pasado en la Misa de la memoria litúrgica del Dulce Nombre de María. Por cierto, son versículos que se aplican maravillosamente para el nombre y la persona de la Virgen inmaculada, cuyo nombre, María, “es más dulce que la miel”.

Pero se acomodan también, ¡y cuánto!, al Santísimo Sacramento del altar.

Venid a mí. Ese es el convite permanente que hace Jesús sacramentado desde los sagrarios y los altares. Él se quedó para acogernos y para darse a nosotros, a tal punto que no quiere otra cosa, sino que acudamos a Él y que le recibamos, espiritual y sacramentalmente. “Venid a Mí”.

“*Los que me amáis*”. ¿Qué quiere una persona amada sino reunirse con su amado? Nuestro Señor convoca a todos a su mesa… pero especialmente a los que lo aman. Es natural, porque es la manera como la convicción y el sentimiento (ambas cosas suponen el amor) se satisfacen. Sin embargo, ¡Cuanta frialdad y soledad en torno de la Eucaristía! Es porque no se la ama como se debería; peor, se la ignora… cuando no se lo profana.

“*Saciaos de mis frutos*”. Jesús nos convoca para nuestro beneficio. Estrictamente, Él no precisa de nadie ni de nada, ya que en su deidad es más que suficiente. Pero nosotros sí precisamos de Él ¿Y cuáles son sus frutos? Son, sencillamente, todo lo bueno y lo mejor, una vez que Él es el creador, dueño y dispensador de todo lo que existe. Tantas veces los frutos no se procuran ni se aprecian porque las almas se retraen mezquinamente y, al no saciarse, ¡se mortifican! Se privan de gracias y beneficios incontables. Está el Santísimo a dos pasos de sus caminos, y prefieren lo efímero del mundo en lugar de acercarse a Él. Eligen sendas locas y dejan de lado “el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14, 6)

“*Mi nombre es más dulce que la miel y mi herencia mejor que los panales*”. Nombre y herencia se identifican con el mismo Dios que es pródigo en deleites. Las decepciones y las agruras de la vida encuentran solaz con las bendiciones que parten del Corazón Eucarístico de Jesús. Sin embargo, el ruido cacofónico del mundo con frecuencia atrae más que el provecho inefable de Su suave compañía.

“*El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed*”. El Cuerpo y la Sangre de Cristo satisfacen plenamente las apetencias del alma. Esta es una verdad esencial que está declarada por Jesús en su discurso en la sinagoga de Cafarnaúm que el discípulo amado narra en el capítulo VI, verso 35, de su Evangelio: Escribe San Juan "El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”.

Pero si bien la Eucaristía alivia el hambre y la sed de quién se aproxima de ella, ¡cuanto más se la desea y se la recibe, más el hambre y la sed aumentan! Pero… ¿Cómo puede ser esto? ¡Con el alimento natural no sucede así!

Dice Balduino de Cantorbery en su *Tratado sobre el sacramento del altar *(Parte 2,3: SC 93, 252-254): “El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed”. En la actualidad, Cristo, sabiduría del Padre, no es manducado hasta la saciedad del deseo, sino hasta el deseo de la saciedad; y cuanto más se saborea su suavidad, tanto más se agudiza el deseo. Por esta razón, los que me comen tendrán más hambre, hasta que llegue la hartura. Pero cuando sacie de bienes sus anhelos, entonces ya no pasarán hambre ni sed. “El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed” puede también entenderse de la vida futura, pues existe en aquella eterna saciedad una especie de avidez, producto no de la indigencia sino de la felicidad, de modo que desean siempre comer quienes nunca quieren comer ni nunca sienten náuseas en la hartura (…)”

Tan vehemente es el anhelo de bienaventuranza que cada uno lleva dentro de sí, y tan infinita es la dulzura de la “miel” divina que nos dispensa el Pan de los Ángeles, que el adorarlo y recibirlo nos llena de gozo y, al mismo tiempo, hace que queramos más, y más y más. 

Es que la Eucaristía es ya el cielo en la tierra… pero solo para aquellos que la aprecian y que cultivan las virtudes de fe, la esperanza y la caridad. A los que no la valoran ni viven sus compromisos bautismales, el Profeta Oseas les dice: “Comerán el pan del duelo, manjar impuro. Su pan les quitará el hambre, pero no entrarán en la casa del Señor”. (Os. 9, 4)

Un buen examen de conciencia sobre cómo se está en relación al misterio eucarístico bien podría ser, por ejemplo, leer los textos del Ritual del Sacramento Bautismo, para darse cuenta hasta qué punto nuestra condición de Hijos de Dios nos compromete en la exigencia de mantener la vida divina recibida, mediante el alimento que la conserva, la aumenta y la renueva que es la Eucaristía.

Algún filósofo ha dicho con razón que “somos lo que comemos”, cosa que aplican con eximio cuidado los nutricionistas y personas empeñadas en la salud del cuerpo. ¡Cuánto vale esa frase también para la vida del alma!

Porque si recibimos la Eucaristía (y también aquí vale decir: si la adoramos); si procuramos tener con ella un comercio regular y creciente, nos transformaremos en aquello a que apunta nuestra vocación cristiana: a configurarse con Cristo. Cada uno será, ni más ni menos, otro “Cristo”.

¿Hay algo que pueda superar esta maravilla?

Asunción, octubre de 2017

Comentario al Evangelio del Domingo XXX del Tiempo Ordinario

[...] “Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a tí mismo”.

O sea, debemos tener por nuestro prójimo la misma benevolencia, estima y amor que esperamos que los otros tengan por nosotros, y un respeto proporcional al designio de Dios para con cada uno. Hablar al prójimo, o sobre él, como deseamos que lo hagan con nosotros; esconder y excusar sus faltas; sufrir sus imperfecciones, debilidades y defectos; alabar todo cuanto en él debe ser elogiado; defender sus intereses y servirlo con afecto, exactamente como queremos que procedan con nosotros, y siempre por amor a Dios: he aquí la verdadera práctica de la inocencia y de la santidad. Y por eso mismo: “De estos dos Mandamientos dependen toda la Ley y los profetas”.

La Revelación –entre otros objetivos- tiene en vista colocar a disposición de los hombres un claro compendio de doctrina y comportamiento de orden moral, a través de la Ley y de la sabiduría manifestada por Dios a sus profetas. Ahora bien, el fundamento y la sustancia de todo ese tesoro están contenidos en estos dos preceptos, tal cual demostraría más tarde San Pablo, afirmando que la finalidad de la Ley es el amor: “el fin del precepto es la caridad” (I Tim 1, 5). Más aún, puede ser este amor, siempre según el Apóstol, “el pleno cumplimiento de la Ley” (Rm 13, 10).

*III – María, insuperable ejemplo de amor*
La Santísima Virgen María es para toda la humanidad –y hasta para los propios ángeles- un insuperable ejemplo de perfección del amor a Dios y al prójimo, que nos es recomendado por su Divino Hijo, en el Evangelio de hoy.

Toda su existencia fue penetrada de purísimo y llameante amor. San Alberto Magno llega a afirmar que Ella, más que cualquier otra creatura, vivió siempre muerta para el mundo y para todo lo que era inferior a Dios. Su vida siempre estuvo oculta en Dios, habitando en su Santuario y, por lo tanto, muchísimo más que San Pablo, podría haber dicho Ella, desde el primer instante de su creación: “Yo vivo, mas ya no soy yo, es Cristo que vive en mi” (Gl 2, 20). 

Que Nuestra Señora del Divino Amor obtenga la plenitud de la práctica de estos dos preceptos para todos aquellos y aquellas que contemplen el Evangelio de este XXX Domingo del Tiempo Ordinario.

​(Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP *in* “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana).

Texto completo original en: Comentario al Evangelio del Domingo XXX del Tiempo Ordinario – Año A – Mt 22,34-40 (domingo 29 de octubre) por Mons. João S. Clá Dias, EP

¿Una nueva era de milagros? (Editorial - Rev. Heraldos del Evangelio)

Nuestro Señor Jesucristo fue llamado Maestro, porque de hecho lo era. Pero su doctrina exigía conversión; un cambio tan profundo de los conceptos comúnmente aceptados y reconocidos que se comprenden, sin dificultad, las peticiones que le hacían de que confirmara por medio de signos el origen sobrenatural de sus enseñanzas. Por cierto, este modo de proceder era una práctica corriente en el Antiguo Testamento, una orientación que Dios ya le había dado a Moisés (cf. Dt 18, 21-22).

Entonces vinieron los milagros, que dejaban patente a los ojos de todo el pueblo de Israel que Jesús de Nazaret estaba a la altura de sus mayores profetas (cf. Mt 16, 13-14). Estas maravillas brotaban de su Sagrado Corazón como prueba de su amor por todos, pero también tenían por objetivo, mediante la demostración de su poder, revelar su origen divino, mover a los pueblos a creer en Él y abrazar el cambio de vida que predicaba. Por eso San Juan siempre se refiere a los milagros de Jesús como "signos".

​Ahora bien, ¿qué es un milagro? Una suspensión temporal, por efecto del poder de Dios, de las leyes que rigen la naturaleza. Siendo así, son milagros las curaciones realizadas por el Señor; a fortiori, la resurrección de Lázaro; los denominados "milagros eucarísticos"; el completo restablecimiento, sin ninguna explicación científica, de una
persona con una enfermedad mortal. No menos milagrosos son acontecimientos como el de salvar a Jerusalén del ejército de Senaquerib, cuyos 185.000 hombres fueron exterminados en una sola noche por el "ángel del Señor" (cf. 2 Re 19, 35).

Apariciones de la Virgen, como las de Lepanto o de Guararapes, son otros tantos ejemplos de milagros. Finalmente, son igualmente milagros, stricto sensu, las devastaciones que sólo se explican por la intervención de Dios a la vista de graves pecados: el Diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, el castigo de Coré, Datán y Abirón. En este sentido, el famoso "milagro del sol", ocurrido durante la última aparición de María en Fátima, constituye una severa advertencia a los miembros de la Iglesia y al mundo.

Sin embargo, aunque más sensacionales, los principales milagros no son esos, sino los que se operan en un terreno mucho más alto y más disputado: el núcleo del alma humana, el corazón del hombre. ¿Cómo se explica que de las razas bárbaras, habituadas a toda clase de crímenes, surgieran los esplendores del gótico, de la polifonía y de otras muchas maravillas de la civilización cristiana? De hecho, el arte nace siempre como expresión de una necesidad que el espíritu posee de manifestar aquello que canta en su interior. La novedad, pues, no era tanto un nuevo estilo arquitectónico o musical, sino un profundísimo cambio en el alma humana que precisaba expresarse con renovada belleza.

En Fátima, la Santísima Virgen prometió el triunfo de su Inmaculado Corazón. Luego, si es legítimo pensar que el tercer secreto encierra descripciones todavía más perturbadoras que las de los dos anteriores en materia de castigo, es sobre todo imprescindible que contenga revelaciones acerca de maravillas jamás vistas, que la Providencia ha reservado para obrar en las mentalidades, mediante la gracia, a fin de transformarlas en previsión del Reino de María. 

(Editorial - Rev. Heraldos del Evangelio - Oct/2017)

Paraguay: Eucaristía de cierre del centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, realizada en la vicaría castrense

Los Heraldos del Evangelio, en Paraguay celebraron el cierre del Centenario de las apariciones de la Santísima Virgen de Fátima con tres grandes celebraciones. El día 13 de octubre en la Catedral Castrense del Paraguay, El 14 en su iglesia (en construcción) de Ypacaraí y el domingo 15 en el Santuario de la Virgen de Caacupé. 

Estos eventos congregaron a miles de personas. ​El viernes 13 de octubre en la catedral Castrense la Eucaristía fue celebrada por el P. Kirthan Carlo, EP y concelebrada por el P. Rubén Ruiz Días y asistida por los diáconos José María Troche y César Glauton Pinto. En la ocasión, siete niñas recibieron la Primera Comunión.
​Las Hermanas del sector femenino de los Heraldos del Evangelio tuvieron a cargo la organización y el desarrollo de la ceremonia. La imagen de la Virgen fue triunfalmente coronada.

Fuente: Heraldos del Evangelio - Paraguay

sábado, 21 de octubre de 2017

Comentario al Evangelio del domingo 22 de octubre - por Mons. João S. Clá DIas, EP

La enseñanza de Jesús sobre la armonía entre el orden espiritual y el temporal* Las cosas de Dios y las cosas de la tierra no deben ser antagónicas. Al contrario, entre ellas debe haber colaboración. En la armonía entre ambas esferas, la temporal y la espiritual, está el secreto del progreso. Y la Historia nos muestra que no hay nada más excelente que seguir el consejo de Nuestro Señor Jesucristo: “Busquen el reino de Dios y su justicia, y el resto se les dará por añadidura” (Lc 12, 31). Dicho sea de paso, en esta conjunción y colaboración entre lo espiritual y lo temporal es que, según su carisma, los Heraldos del Evangelio se esfuerzan en actuar procurando la “*consecratio mundi*”, la sacralización del orden temporal, siendo hijos amorosos de la Iglesia y fieles al Papa, como instrumentos de la Nueva Evangelización.

*Armonía dentro de nosotros *Se puede decir que hay una especie de convivencia entre las dos esferas dentro del hombre, ya que tenemos deberes referentes a nuestra vida espiritual y a las necesidades de nuestro cuerpo.

Al respecto, comenta Santo Tomás de Aquino en la *Catena Aurea*: “También podemos entender este pasaje [del Evangelio] en el sentido moral, porque debemos dar al cuerpo algunas cosas, como el tributo al César, esto es, lo necesario;  pero todo lo que corresponde a la naturaleza de las almas, o sea, lo que se refiere a la virtud, lo debemos ofrecer al Señor.

Los que enseñan la ley de modo exagerado y ordenan que no cuidemos en absoluto de las cosas debidas al cuerpo... son fariseos, que prohíben pagar el tributo a César; y los que dicen que debemos conceder al cuerpo más de lo que debemos, son herodianos. Nuestro Salvador quiere que la virtud no sea despreciada, cuando prestamos demasiada atención al cuerpo; ni que sea oprimida la naturaleza, cuando nos dedicamos en exceso a la práctica de la virtud”.

Concluyamos, siguiendo el consejo de San Agustín: si nos preocupamos con las monedas en las cuales está grabada la efigie de César, nos debemos preocupar mucho más con nuestras almas, en las cuales Dios grabó su propia imagen. Si la pérdida de un bien terreno nos entristece, mucho más nos debe constritar el causar daño a nuestra alma por el pecado.

​(MONS. JOÃO S. CLÁ DIAS, EP *in* "Lo inédito sobre los Evangelios" Volumen 1, Librería Editrice Vaticana).

Texto completo en portugués: Comentario al Evangelio del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Año A.

https://pejoaocladiassermoes.blogspot.com.uy/2014/10/evangelho-do-xxix-domingo-do-tempo_14.html

¿La devoción a la Santísima Virgen María dificulta el amor a Jesús?

Una de las cuestiones levantadas a lo largo de la Historia sobre la devoción a María Santísima formula la siguiente pregunta: ¿la devoción a la Virgen dificulta, desvía la devoción a Nuestro Señor Jesucristo?

Un artículo publicado en el Boletín Informativo “Sálvame Reina de Fátima, por la gracia de Jesús” nos trae la respuesta de forma sucinta, interesante e irrefutable. Veamos los dos argumentos expuestos, muy útiles, dicho sea de paso, para esclarecer a aquellos que, aún siendo piadosos, a veces tienen cierta dificultad en comprender el papel imprescindible de la devoción a la Madre de Dios.

Son presentados dos puntos. El primero, por medio de la Constitución Dogmática *Lumen Gentium: "Todo el influjo salvador de la Santísima Virgen sobre los hombres se debe al beneplácito divino y no a cualquier necesidad; Deriva de la abundancia de los méritos de Cristo, se funda en su mediación y depende de ella enteramente, extrayendo de allí toda su eficacia;  no impide de ningún modo la unión directa de los fieles con Cristo, sino que la favorece” (*Lumen Gentium*, n. 60).

Otro argumento en el sentido de demostrar cuánto la devoción a Nuestra Señora es el mejor camino para seguir a Jesucristo, fue explicitado siglos antes por San Luis María Grignon de Montfort.

Dice este santo misionero mariano: “¿Sería posible que Aquella que encontró gracia delante de Dios para el mundo entero en general, y para cada uno en particular, impida a un alma de encontrar la gran gracia de unión con Él? ¿Sería posible que Aquella que fue llena de gracia y tan unida y transformada por el Dios que se encarnó en Ella, impida a un alma quedar perfectamente unida a Dios?” (Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, n. 164). ​San Luis María Grignon de Montfort Y concluye San Luis María: “Tú, Señor estás siempre con María, y María siempre contigo; no puede estar sin Ti, porque dejaría de ser lo que es; de modo tal está Ella transformada en Ti, por la gracia, que ya no vive, no existe: eres Tú que vives y reinas en Ella, de manera más perfecta que en todos los ángeles y bienaventurados. [...] María está tan íntimamente unida a Tí que es más fácil separar la luz del sol, y el calor del fuego” (ídem, n.63).

Presentados estos argumentos, es más fácil que comprendamos el indispensable papel de María en nuestra santificación –según lo afirma Monseñor João S. Clá Dias, Fundador de los Heraldos del Evangelio: “Así como Jesús vino a nosotros por María, es también por medio de Ella que obtenemos las gracias necesarias para que seamos otros Cristos y alcancemos la vida eterna”.
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En una próxima oportunidad vamos a analizar detenidamente una frase de San Luis María Grignon de Montfort que removerá cualquier duda sobre este tema.
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Escrito por  Adilson Costa da Costa y publicado por Arautos do Evangelho, Juiz de Fora, Brasil

sábado, 14 de octubre de 2017

Un carisma que se extiende a las respectivas familias

por P. Antonio Guerra de Oliveira Júnior, EP

Cuando reina en la familia el verdadero amor a Dios, la alegría de ver a un hijo llamado a la vida religiosa habla más alto que las dificultades terrenas. Y todos se benefician de las mismas gracias, espiritualidad y carisma.

El estado religioso constituye, de acuerdo con Santo Tomás de Aquino, un verdadero y propio “estado de perfección”, que lleva a quien a él es llamado a consagrarse totalmente al Creador y, por así decirlo, a ofrecerse “como holocausto a Dios”.1

La vocación para la vida religiosa es, por tanto, “una gracia excepcional que supone siempre, por parte de Dios, un gran misterio de predilección hacia una determinada alma”.2 Los institutos de perfección en los que ella se desenvuelve son objeto de constante solicitud por parte de la Iglesia, que los aprueba, bendice y organiza, reconociéndolos públicamente como escuelas de santidad. Según el P. Royo Marín, “la poca estima de los mismos —aunque no llegue al desprecio formal— es señal inequívoca de mal espíritu, de egoísmo sectario y de una desorientación completa en torno a los caminos de Dios”.3

No obstante, basta recorrer rápidamente las páginas de la hagiografía católica para encontrarse con numerosos casos de almas llamadas al estado religioso que fueron incomprendidas en su entrega a la vocación, incluso hasta por sus más íntimos: los familiares.

Vivir de la savia de un mismo carisma
A guisa de ejemplo, mencionemos a San Luis Gonzaga. Cuando le comunicó a su padre, el marqués de Castiglione, su decisión de entrar en la Compañía de Jesús, recibió como respuesta una explosión de cólera e indignación. El propio Santo Tomás de Aquino, al entrar en la Orden de Predicadores, fue secuestrado por su madre y sus hermanos, que le exigían que cambiara de instituto religioso, y pasó un tiempo prisionero en la torre del castillo de la familia.

Podemos recordar también a Santa Clara de Asís, que huyó de casa la noche del Domingo de Ramos para recibir el hábito de manos de San Francisco en Santa María de la Porciúncula, pues sus parientes más cercanos nunca aceptarían dejarla vivir según el carisma franciscano al que se sentía llamada.

Si en la familia, no obstante, hay auténtico amor de Dios, la alegría de ver a un hijo llamado a una tan elevada vocación habla más alto de lo que cualquier dificultad terrena. E incluso los familiares del religioso acaban beneficiándose, de acuerdo con su propio estado, de las gracias, carisma y espiritualidad del respectivo instituto religioso.

Es lo que a menudo se verifica en el cuadro de los Heraldos del Evangelio: hijos, padres, y a veces familias enteras, pasan a vivir de la savia del mismo carisma suscitado por el Espíritu Santo. Hemos recibido y guardado con mucho aprecio incontables testimonios que demuestran este hecho, algunos de los cuales ofrecemos a nuestros lectores en la presente edición.

“Los Heraldos transformaron completamente nuestras vidas”
Confirmando esta realidad, Marcelo Liberto de Vasconcelos Arruda y Mónica Harumi Furutani Arruda, un joven matrimonio de São Paulo, narran cómo empezaron a pertenecer a la gran familia de los Heraldos del Evangelio: “Siempre hemos sido católicos, cumplidores del precepto dominical en familia, sin embargo, no frecuentábamos o participábamos en ninguna parroquia o comunidad específica. La verdad es que cada domingo íbamos a una iglesia diferente, con la esperanza de encontrarnos en nuestra religión, pues sentíamos que nos faltaba sustancia de la doctrina católica, algo que nos completara y confirmara definitivamente nuestra fe, pero no sabíamos a ciencia cierta lo que era. Fuimos a conocer la basílica de los Heraldos en la Serra da Cantareira. Nunca habíamos visto una iglesia con tanta belleza, con tanto ceremonial. A partir de entonces comenzamos a frecuentar la basílica y nunca más procuramos otra Misa, porque era aquello lo que tanto buscábamos.

Nuestra hija se encantó muchísimo con las hermanas y siempre nos pedía que quería participar en el Proyecto Futuro y Vida, de los Heraldos. Poco tiempo después empezó a participar en el proyecto, y no sólo ella, sino que nosotros también iniciamos el curso de consagración a la Virgen, por el método de San Luis María Grignion de Montfort. Hoy podemos decir que los Heraldos del Evangelio transformaron completamente nuestras vidas. Tenemos siempre cursos de formación, aprendemos el verdadero significado de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Dios. Sentimos en el fondo de nuestras almas la verdadera paz y felicidad que solamente puede ser alcanzada cuando nos entregamos totalmente en las manos de nuestra Madre Santísima. Tenemos la alegría de tener a nuestra única hija en la Orden II,4 y ver la belleza de su formación espiritual y su progreso cada día. Ya no podemos imaginarnos lejos de esa convivencia con nuestra familia de almas”.

La convivencia con ellos nos lleva a servir mejor a Dios
Cuando se trata de manifestar un creciente amor a las cosas de Dios, muchas veces es difícil expresar lo que se lleva en el corazón, como dice Analuiza Santos Lobo Leite de Almeida, de Campos dos Goytacazes (Río de Janeiro): “Faltan palabras para expresar todo lo que esta obra representa para el mundo y para mi familia especialmente. Fue aprobada por la Santa Sede, por Su Santidad el Papa San Juan Pablo II, el 22 de febrero de 2001, y desde entonces ¡cuántas cosas han hecho los Heraldos! Construyeron dos basílicas menores y colegios internacionales; promovieron la consagración a la Virgen, según el método de San Luis María Grignion de Montfort; sus sacerdotes son incansables, y mi familia es testigo de ello, en las actividades espirituales, a veces atendiendo hasta de madrugada; hacen visitas con la imagen peregrina de Fátima en misiones marianas a hogares, cárceles, asilos, hospitales, orfanatos; tienen el Fondo Misericordia que ayuda a instituciones de caridad, etc. En el corto espacio de algunas líneas es imposible relatar tantas actividades...

Estos Heraldos son verdaderos santos de Dios. Viven lo que predican. Mi familia tiene mucha amistad con ellos: tengo dos hijos que estudian en el colegio internacional de esta institución y el pequeño aún no tiene edad, pero frecuenta el programa de fin de semana. Siento en el fondo del alma el deseo de servir mejor a Dios y a la Virgen, y eso se debe mucho a la convivencia con los Heraldos”.

“La familia entera ahora es Heraldos del Evangelio”
Para los Heraldos del Evangelio es muy importante la integración familiar en sus actividades con los jóvenes. Padre e hijos crecen juntos en la fe y se vuelven más fervorosos. Es lo que afirma José Jackson Pereira de Araújo, de Recife (Pernambuco): “La convivencia con los Heraldos del Evangelio y el aprendizaje de la doctrina de la Iglesia cambiaron absolutamente el modo de ser de toda la familia. Con todos consagrados a la Virgen, encaminamos nuestras vidas para vivir en mayor medida conforme los preceptos dejados por nuestro Señor Jesucristo. Los cambios provocaron efectos impresionantes.

En diciembre de 2014, una de mis hijas ingresó en la rama femenina de los Heraldos, inmediatamente después de concluir el curso de Derecho, manifestando así la fuerte vocación para la vida religiosa que revelaba desde niña. En abril de 2015, la hija más pequeña tomó el mismo camino al comprender que la vida religiosa era una vía más segura para la salvación. En mayo de 2015, yo, mi esposa y nuestra hija mayor recibimos la túnica de cooperador, pasando a integrar la llamada ‘Orden III’, los ‘terciarios’. La familia entera ahora es Heraldos del Evangelio”.

Lo que une es el amor a Dios y la devoción mariana
Incluso las actividades culturales son compartidas entre padres e hijos, en un trato lleno de bienquerencia y respeto, como lo atestigua Valter de Moraes Moura, de Brusque (Santa Catarina): “Mi familia y yo somos muy agraciados con la influencia benéfica de esta institución. Por ejemplo, en la música: mi hijo mayor, de 13 años, empezó a gustarle la música y actualmente toca la trompeta, porque oyó la sugerencia de un heraldo sobre cómo los instrumentos de viento auxilian en el tratamiento de enfermedades relacionadas con el tracto respiratorio. En razón de esto, mi hijo, que tenía un cuadro de bronquitis, empezó a asistir a clase de trompeta y mejoró considerablemente de las crisis que lo afectaban, y pasó a gustar del instrumento y de la música. Con esta iniciativa, toda la familia se interesó por el mundo de la música, especialmente por la clásica. Por la práctica del hermano mayor, mi hijo pequeño también decidió aprender a tocar un instrumento y actualmente va a clases de violín, influenciado en gran parte por la convivencia con los Heraldos del Evangelio. Con esas pequeñas actitudes las notas escolares mejoraron y el raciocinio de los niños quedó más aguzado.

También somos beneficiados en la cultura, en la admiración por lo bello, en la participación en cursos, congresos y retiros espirituales, en la frecuencia de los sacramentos, en la formación de los jóvenes y en la convivencia con otras familias. Lo que une a las familias vinculadas a los Heraldos del Evangelio es el amor a Dios y la devoción mariana, y esa convivencia hace un bien astronómico a nuestras almas. El modo respetuoso y cortés con que los Heraldos se relacionan influencia sobremanera en el trato de los hijos con sus padres y viceversa. Se aprende y se aprende, en un ambiente cristiano, en que es posible desarrollar una buena conversación y sanas bromas, sin violar los mandamientos divinos, es decir, sin ofender a nuestro Señor Jesucristo”.

“Antes de conocer a los Heraldos nuestra vida era banal”
Los valores religiosos en nuestro mundo relativista y secularizado están relegados a un segundo plano en la vida familiar, incluso en aquellos que se dicen católicos, como lo reconoce Deise Adriani Willimann, de Joinville (Santa Catarina): “Antes de conocer a los Heraldos nuestra vida era banal, todo era fiesta con los amigos, diversión, todo ilusión. Ni siquiera íbamos a Misa, ni rezábamos. Sólo fuimos cuando nos casamos y bautizamos a nuestros hijos”.

Por eso los Heraldos del Evangelio se esmeran en dar una buena formación catequética y espiritual en su gran familia. Es lo que asevera también la misma señora catarinense: “Yo era una persona ignorante, porque no tenía el conocimiento que los Heraldos nos mostraron después que tuvimos la gracia de conocerlos, cuando nuestro hijo fue elegido en un sorteo del Proyecto Futuro y Vida. Entonces vimos el trabajo maravilloso que hacen con esos niños, muchos de los cuales no tienen estructura ninguna en casa. Mi marido se quedó encantado con la dedicación que tienen con nuestros hijos. Nuestra hija también empezó a frecuentar la Orden II y fue cuando sentí que nuestra vida iba a cambiar mucho, para mejor.

De hecho, nuestra vida ha cambiado por completo. Mi matrimonio se transformó, pues antes ni siquiera charlábamos, y hoy no hacemos nada sin conversar antes, hasta rezamos juntos, incluso el Rosario. Los Heraldos del Evangelio nos mostraron cuál era el verdadero amor por la Eucaristía, por la Misa. Fueron ellos los que nos mostraron realmente lo que es ser cristiano por entero”.

Una palabra que resume el testimonio: ¡gratitud!

Ser instrumento de acción de la gracia, he aquí la gran alegría para un heraldo del Evangelio. Así nos considera el matrimonio fluminense Patricia Werneck de Araújo Braga y Jounimax de Matos Braga, de Nova Friburgo (Río de Janeiro): “Hace seis años estaba mi esposo de rodillas en nuestra habitación, pidiendo la intervención divina por una situación bastante difícil que estábamos viviendo, por estar uno de nuestros hijos siendo víctima de un problema delicado en la escuela. Los Heraldos habían hecho una presentación del Proyecto Futuro y Vida en el colegio y mi hijo fue elegido en un sorteo. Como lo habíamos recién sacado de aquella escuela, la directora pidió que los Heraldos nos buscaran. Ellos nos visitaron y mi esposo fue invitado a acompañar a nuestro hijo a la sede de los Heraldos en Nova Friburgo. Para nosotros fue una respuesta, un auxilio inmediato, porque el Señor oyó nuestro clamor.

Vimos a nuestro hijo integrarse, rezar y hacernos rezar en familia, hábito que hasta entonces no cultivábamos. Pasamos a frecuentar la casa de los Heraldos en familia los fines de semana, tuvimos, y tenemos hasta hoy, catequesis, clases de canto... ¡Caramba! ¡Cuánto aprendizaje! A través de las enseñanzas allí adquiridas, empezamos a tener un amor, un respeto para con nuestro Papa, para con nuestro obispo diocesano, nuestro párroco y todo el clero. Fuimos animados a servir en nuestra comunidad, poniendo en práctica todas las enseñanzas que en los Heraldos aprendemos. Descubrimos el valor de la Adoración Eucarística, la devoción mariana, la frecuencia de los sacramentos, en fin, la esencia del verdadero catolicismo. La palabra que resume lo que hasta aquí intentamos expresar es ¡GRATITUD! ¡Muchas gracias, Heraldos del Evangelio!”.

1 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. II-II, q. 186, a. 1.
2 ROYO MARÍN, OP, Antonio. La vida religiosa. 2.ª ed. Madrid: BAC, 1968, p. 145.
3 Ídem, ibídem.
4 Con esta expresión indican su participación regular en las actividades de la rama femenina de los Heraldos del Evangelio, asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio, y su deseo de llegar a formar parte, en un futuro, de la Sociedad de Vida Apostólica Regina Virginum.

Fuente: http://caballerosdelavirgen.or g/testimonio/un-carisma-que-se -extiende-a-las-respectivas-fa milias

miércoles, 11 de octubre de 2017

Montevideo: Concluye 2º Congreso Mariano con multitudinaria Consagración a la Virgen

En el marco natural de un luminoso día, concluyó hoy domingo el 2º Congreso Mariano de Montevideo con multitudinaria y solemne consagración a la Santísima Virgen.

La jornada de esta mañana, se inició con el rezo del Santo Rosario frente a una artística imagen de la Virgen junto a un estrado levantado en la Rambla,  frente al puertito del Buceo.

A continuación el cardenal Daniel Sturla acompañado por obispos y numerosos sacerdotes, celebró la Eucaristía y en su homilía recalcó que “el Uruguay necesita urgentemente seguir y servir a Cristo”. Finalmente el arzobispo consagró la arquidiócesis de Montevideo a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de los Treinta y Tres.

Para esta ocasión fueron traídas especialmente de Roma  las reliquias de los apóstoles Santiago y San Felipe, santos patronos de Montevideo.

sábado, 7 de octubre de 2017

Lascano: intensa actividad en la Parroquia San Francisco de Asís

En esta ciudad del departamento de Rocha, y perteneciente a la diócesis de Minas, se localiza la parroquia San Francisco de Asís, que cuenta con una intensa actividad misionera.

Actividad esta, revitalizada en el marco del Año Mariano Diocesano impulsado por Monseñor Jaime Fuentes, su obispo.

​En estos días, se realizó –entre otros-  un animado encuentro, conducido por el flamante diácono en tránsito Juan Andrés Verde, perteneciente a la arquidiócesis de Montevideo, que contó con la asistencia de participantes de todas las edades y realidades de Lascano.

​Bajo el lema “Seguimos en camino con María, anímate y ven” y en las vísperas de las celebraciones de su patrono San Francisco, este encuentro fue un motivo para planificar y concretar metas en la labor misionera de la parroquia, que fuera creada hace ya 125 años.












Fuente: Diócesis de Minas / Facebook.

viernes, 6 de octubre de 2017