Publicado 2010/07/27
Autor: Gaudium Press
Sección: Espiritualidad
Redacción (Martes, 27-07-2010, Gaudium Press) Una vez, en Besra en Idumea, ocupaba el trono Episcopal San Julián. Este santo tenía un alma llena de celo y piedad, no medía esfuerzos para traer al redil de Nuestro Señor Jesucristo a las ovejas perdidas de aquel rebaño.
Entretanto, algunos influyentes habitantes de esta ciudad, descontentos con el progreso de la fe, tomaron la resolución de envenenar a este santo hombre de Dios. Para esto, sobornaron al propio criado del Obispo. El infeliz aceptó y recibió de ellos la bebida envenenada. Divinamente de todo avisado, el Santo dice al criado:
"-Ve, y de mi parte, invita a mi cena de hoy a los principales habitantes de la ciudad".
San Julián bien sabía que entre ellos estarían los culpables. Todos accedieron a la invitación. En un dado momento, el santo Obispo sin acusar a nadie, les dice con dulzura evangélica:
"-Visto que quieren envenenar al humilde Julián, he aquí que delante de ustedes paso a beber el veneno." Hizo entonces tres veces la Señal de la Cruz sobre la copa, diciendo: "-Yo te bebo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo." En seguida, bebió el veneno hasta la última gota y, ¡oh milagro Divino!, San Julián no sintió el menor mal. Sus enemigos, delante de tal prodigio, cayeron de rodillas a sus pies y le pidieron perdón.
¿De dónde viene la fuerza de este simple gesto? ¿Cuál es su origen? ¿En qué momentos debemos hacerla?
Autor: Gaudium Press
Sección: Espiritualidad
Redacción (Martes, 27-07-2010, Gaudium Press) Una vez, en Besra en Idumea, ocupaba el trono Episcopal San Julián. Este santo tenía un alma llena de celo y piedad, no medía esfuerzos para traer al redil de Nuestro Señor Jesucristo a las ovejas perdidas de aquel rebaño.
Entretanto, algunos influyentes habitantes de esta ciudad, descontentos con el progreso de la fe, tomaron la resolución de envenenar a este santo hombre de Dios. Para esto, sobornaron al propio criado del Obispo. El infeliz aceptó y recibió de ellos la bebida envenenada. Divinamente de todo avisado, el Santo dice al criado:
"-Ve, y de mi parte, invita a mi cena de hoy a los principales habitantes de la ciudad".
San Julián bien sabía que entre ellos estarían los culpables. Todos accedieron a la invitación. En un dado momento, el santo Obispo sin acusar a nadie, les dice con dulzura evangélica:
"-Visto que quieren envenenar al humilde Julián, he aquí que delante de ustedes paso a beber el veneno." Hizo entonces tres veces la Señal de la Cruz sobre la copa, diciendo: "-Yo te bebo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo." En seguida, bebió el veneno hasta la última gota y, ¡oh milagro Divino!, San Julián no sintió el menor mal. Sus enemigos, delante de tal prodigio, cayeron de rodillas a sus pies y le pidieron perdón.
¿De dónde viene la fuerza de este simple gesto? ¿Cuál es su origen? ¿En qué momentos debemos hacerla?
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