Autor : Sierva de Dios Madre Clelia Merloni
Oh María, al ser esposa de tu Jesús, soy hija tuya, por eso guárdame porque quiero ser santa.
Sé que deberé amar la humildad, el olvido, la caridad, buscar siempre en todas las cosas el último sitio, para someter y aniquilar mi orgullo. Pero no me importa, estoy decidida: quiero ser santa.
Deberé amar el desprecio, nunca disculparme, nunca desanimarme, aunque no importa nada mientras consiga ser santa.
Deberé renegarme continuamente, vencerme en mil ocasiones, una más penosa que otra… pero no importa: quiero plenamente ser santa.
Deberé practicar una caridad extrema para con el prójimo: amarlo, soportarlo y no lamentarme nunca si fuera injusto conmigo. A pesar de todo, quiero ser santa. También sé que siempre deberé actuar con espíritu de fe, de penitencia; deberé realizar todas mis acciones bajo la mirada de Dios que me observa; deberé mortificarme con frecuencia y resistir a todas mis naturales inclinaciones. Aún así, quiero ser santa. Deberé cortar continuamente con las repugnancias de la naturaleza, con la atracción de los placeres; deberé amar el silencio, el recogimiento, el retiro, el trabajo, sin cansarme, ni desanimarme. A pesar de eso, quiero ser santa.
Deberé esforzarme en la capilla para ser fervorosa en la oración, cuidar de no distraerme, dar buen ejemplo con mi comportamiento, recogimiento y aunque me cueste mucho quiero hacerlo para ser santa.
En los dolores, en las enfermedades, en el hastío, en las acusaciones injustas, en las contrariedades cotidianas, no deberé lamentarme, ni murmurar. Quiero ser santa.
El demonio me atormentará con disgusto, con tedio, con tentaciones.
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Deberé amar el desprecio, nunca disculparme, nunca desanimarme, aunque no importa nada mientras consiga ser santa.
Deberé renegarme continuamente, vencerme en mil ocasiones, una más penosa que otra… pero no importa: quiero plenamente ser santa.
Deberé practicar una caridad extrema para con el prójimo: amarlo, soportarlo y no lamentarme nunca si fuera injusto conmigo. A pesar de todo, quiero ser santa. También sé que siempre deberé actuar con espíritu de fe, de penitencia; deberé realizar todas mis acciones bajo la mirada de Dios que me observa; deberé mortificarme con frecuencia y resistir a todas mis naturales inclinaciones. Aún así, quiero ser santa. Deberé cortar continuamente con las repugnancias de la naturaleza, con la atracción de los placeres; deberé amar el silencio, el recogimiento, el retiro, el trabajo, sin cansarme, ni desanimarme. A pesar de eso, quiero ser santa.
Deberé esforzarme en la capilla para ser fervorosa en la oración, cuidar de no distraerme, dar buen ejemplo con mi comportamiento, recogimiento y aunque me cueste mucho quiero hacerlo para ser santa.
En los dolores, en las enfermedades, en el hastío, en las acusaciones injustas, en las contrariedades cotidianas, no deberé lamentarme, ni murmurar. Quiero ser santa.
El demonio me atormentará con disgusto, con tedio, con tentaciones.
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