miércoles, 29 de septiembre de 2010

Las exigencias de la llamada de Cristo


Las lecturas bíblicas de la Santa Misa de este domingo me brindan la oportunidad de retomar el tema de la llamada de Cristo y de sus exigencias, tema que traté también hace una semana con ocasión de las ordenaciones de los nuevos presbíteros de la Diócesis de Roma.

En efecto, quien tiene la suerte de conocer a un joven o una chica que deja su familia de origen, los estudios o el trabajo para consagrarse a Dios, sabe bien de lo que se trata, porque tiene delante un ejemplo vivo de respuesta radical a la vocación divina.

Esta es una de las experiencias más bellas que se hacen en la Iglesia: ver, palpar la acción del Señor en la vida de las personas; experimentar que Dios no es una entidad abstracta, sino una Realidad tan grande y fuerte que llena de modo sobreabundante el corazón del hombre, una Persona viva y cercana, que nos ama y pide ser amada.

El evangelista San Lucas nos presenta a Jesús que, mientras va de camino a Jerusalén, se encuentra con algunos hombres, probablemente jóvenes, que prometen seguirlo dondequiera que vaya. Con ellos se muestra muy exigente, advirtiéndoles que “el Hijo del hombre —es decir Él, el Mesías— no tiene donde reclinar su cabeza”, es decir, no tiene una morada estable, y que quien elige trabajar con Él en el campo de Dios ya no puede dar marcha atrás (cf. Lc 9, 57-58.61-62).

A otro en cambio Cristo mismo le dice: “Sígueme”, pidiéndole un corte radical con los vínculos familiares (cf. Lc 9, 59-60).

Estas exigencias pueden parecer demasiado duras, pero en realidad expresan la novedad y la prioridad absoluta del Reino de Dios, que se hace presente en la Persona misma de Jesucristo.

En última instancia, se trata de la radicalidad debida al Amor de Dios, al cual Jesús mismo es el primero en obedecer.

Quien renuncia a todo, incluso a sí mismo, para seguir a Jesús, entra en una nueva dimensión de la libertad, que San Pablo define como “caminar según el Espíritu” (cf. Ga 5, 16).

“Para ser libres nos libertó Cristo” —escribe el Apóstol— y explica que esta nueva forma de libertad que Cristo nos consiguió consiste en estar “los unos al servicio de los otros” (Ga 5, 1.13).

Libertad y amor coinciden. Por el contrario, obedecer al propio egoísmo conduce a rivalidades y conflictos.

(Extractos del Ángelus, 27/6/2010)

Santo del día

Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael


Publicado 2010/09/29
Autor : Catholic.net


Arcángeles, los únicos cuyos nombres constan en la Biblia, Septiembre 29

Martirologio Romano: Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesarSon los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.

Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.

Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden "angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres.

Hay que tener cuidado, pues se puede caer en dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar de semidioses, convertirlos en "amuletos" que hacen caer en la idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.

A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.

Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.

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Evangelio del día

2010-09-29 - Evangelio según San Juan 1,47-51

Publicado 2010/09/29
Autor : Sagrada Biblia

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño."

Libro del profeta Daniel 7,9-10.13-14

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo 137

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.

Evangelio según San Juan 1,47-51

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño." Natanael le contesta: "¿De qué me conoces?" Jesús le responde: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi." Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel." Jesús le contestó: "¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores." Y añadió: "Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

Jóvenes de todo el Brasil se preparan para el Día Nacional de la Juventud (DNJ) 2010

Publicado 2010/09/28
Autor : Gaudium Press


El DNJ de este año celebra también el jubileo de los 25 años de la realización del evento y refuerza el movimiento nacional que lucha contra la violencia a los jóvenes

San Pablo (Martes, 28-09-2010, Gaudium Press) El Día Nacional de la Juventud (DNJ) 2010 está próximo a realizarse en Brasil, y los jóvenes católicos no esconden su ansiedad. Al final, el 24 de octubre no se conmemorará un DNJ común, más sí el jubileo de los 25 años de la realización de este evento, nacido en 1985 bajo inspiración de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que en la misma ocasión instituyó el Año Internacional de la Juventud. El DNJ fue llevado adelante por las pastorales de la juventud del país, y actualmente cuenta con el apoyo del Sector de la Juventud de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB).

Con el tema "DNJ 25 años: Celebrando la memoria y transformando la historia", los organizadores pretenden que el DNJ 2010 sea un espacio para ver de nuevo el tiempo pasado, y proyectar pasos y sueños para el futuro. Más específicamente, un lugar y un momento para reflexionar cuáles son las deudas sociales que Brasil tiene con la juventud, lo que está ocurriendo con nuestra sociedad, y qué sociedad se pretende para el próximo cuarto de siglo.

El DNJ fue concebido como parte de una serie de actividades permanentes de las pastorales de la juventud y, por eso, su temática, en la mayoría de las veces, refleja la de los jóvenes, como lo muestra el lema del evento de este año: "Juventud: mucha oración, mucha lucha, mucha fiesta, en marcha contra la violencia".

La representante de la coordinación nacional de la Regional Sur 1 -Estado de San Pablo- de la Pastoral de la Juventud, Roberta Agostinho, destaca que el lema del DNJ forma parte de una campaña nacional de las pastorales a favor de la vida y en contra de la violencia practicada sobre los jóvenes. La coordinadora resalta, también, que el lema ganó aún más fuerza y relevancia después del asesinato de uno de los mentores de la campaña, el padre Gisley Azevedo Gomes. "Él es el mártir de la campaña", añade.

Roberta, también explica que el DNJ es organizado de forma paralela e independiente de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Contrario a la JMJ, el encuentro nacional no es celebrado en un lugar específico, sino conmemorado en cada diócesis de Brasil. Lo que no significa, según Roberta, que el DNJ no pueda servir para animar a los jóvenes de cada rincón de Brasil a participar del evento mundial, cuya próxima edición ocurrirá en el 2011, en la ciudad española de Madrid.

Las Pastorales de la Juventud

Las Pastorales de la Juventud de Brasil son formadas por cuatro organismos: la Pastoral de la Juventud (PJ); la Pastoral de la Juventud Estudiantil (PJE); la Pastoral de la Juventud Rural (PJR); y la Pastoral de la Juventud Medio Popular (PJMP).

Por Bruno D'Angelo

Dios ama al que da con alegría

El corazón de doña Etelvina era muy generoso. A pesar de ser pobre, la buena mujer siempre ayudaba a todos los necesitados que fueran a pedirle una limosna, en nombre de Dios. Su esposo, don Antonio, era un honrado transportista, muy trabajador, pero su modesto salario sólo era lo que recibía por los fletes que hacía a los habitantes de la pequeña localidad de San Pedro del Este. Lo que ganaba era lo suficiente para sustentar a su esposa y a su hijita, Margarita. No obstante, apoyaba los pródigos gestos de su mujer. ¡Y nunca faltaba nada en aquel humilde hogar! Todo esto era debido a la piedad de este matrimonio que, sin dejar de confiar en la Providencia Divina, era dadivoso para con los que necesitaban aún más que ellos. Jamás dejaron de frecuentar los Sacramentos, pues sabían que eran junto con la oración su sustento y su fuerza.

Sin embargo, el tiempo iba pasando y la pequeña Margarita iba creciendo. A pesar del buen ejemplo de sus padres, la niña había salido caprichosa, vanidosa y muy egoísta.

Cuando salía a jugar con las amiguitas del vecindario, todo era suyo, invariablemente era la que debía ganar en todos los juegos y tenía que ser el centro de las atenciones. No imitaba en nada la humildad y la generosidad de sus padres.

Cuando cumplió siete años, su madrina, señora acomodada, le regaló una linda muñeca, con los ojos de vidrio y un vestido de princesa. La niña se quedó encantada. Enseguida fue a enseñársela a sus compañeras.

Pero en vez de dejar que cada una la cogiera en sus manos, la acariciase y la meciese, no permitió —llena de apego— que tocasen su nue vo juguete, y regresó a su casa con mucha arrogancia.

Su madre estaba muy preocupada por su hija, pues veía que estaba andando por un camino peligroso y sería, de continuar así, una persona muy infeliz y perdería la amistad de Dios. Por eso, le pedía mucho a la Santísima Virgen por ella. Y siempre le daba buenos consejos:

— Hijita, debemos pensar que igual que Jesús es generoso con nosotros, debemos serlo con los demás.

Si te han regalado esta linda muñeca es para que puedas jugar junto con tus amigas. No tenemos nada que no haya venido de la bondad de Dios. ¡No seas egoísta!

La niña escuchaba con atención, pero enseguida se olvidaba de los buenos consejos de su madre…
Poco después empezaron las clases de preparación para la Primera Comunión. Margarita oía con interés a la catequista que les contaba los milagros de Jesús, que había curado a enfermos, ayudado a los más necesitados y cómo era generoso para con todos. Su pequeño corazón fue siendo tocado por la gracia y comenzó a hacer un examen de conciencia por sus actitudes egoístas y caprichosas…

La víspera del gran día, antes incluso de la primera confesión, los niños de la catequesis tuvieron una Misa preparatoria para la misma. Y en una de las lecturas la niña oyó: “Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Co 9, 7). Aquellas palabras penetraron como un rayo de fuego en su corazón. Quería ser también amada por Dios… Quería sentir la alegría de dar.

Cuando acabó la Santa Misa, en la puerta de la iglesia, Margarita se encontró con un mendigo. La aldea era pequeña y todos se conocían, pero aquel infeliz andrajoso le era completamente desconocido. El hombre pedía una limosna, por amor a Dios.

Ante tal súplica, Margarita se sintió tocada, pues aún resonaban en su alma las palabras que acababa de oir: “Dios ama al que da con alegría”…

Siempre llevaba colgada del cuello una cadenita con una pequeña cruz de plata, regalo de su madrina en el día de su bautizo. Era la cosa por la que más aprecio profesaba.

Sin titubear y sintiendo por primera vez la alegría de dar, la niña se quitó el estimado objeto y se lo dio al pobre hombre. Él la miró con extremo afecto y gratitud y le dijo:

— ¡Que Dios te lo pague y recompense! Asumida por una extraña felicidad, la niña regresó a casa corriendo y le contó el hecho a su madre que, entre lágrimas, abrazaba a su hija y le decía:

— Quiero que sepas que ésta ha sido la mejor preparación que podrías haber hecho para recibir a Jesús, en el Santísimo Sacramento.

Aquella noche Margarita tuvo un sueño. Se le aparecía Jesús con su crucecita de plata en las manos, adornada con las piedras preciosas más bellas.

Y sonriendo le preguntaba:

— ¿Conoces este objeto? Le respondió que sí, pero que antes no se veía tan lindo como ahora…

Jesús le dijo entonces:

— Ayer se la diste a un mendigo desconocido, y la virtud de la caridad la hizo más hermosa. Ese mendigo era Yo. Te prometo que, en el día del Juicio, en presencia de los ángeles y de los hombres, enseñaré esta pequeña cruz para que tu gloria sea eterna.

A la mañana siguiente, la niña se acercó al confesionario, enteramente transformada. Después de haber limpiado su alma de sus caprichos y egoísmos, pudo recibir a Jesús en la Eucaristía, con el alma consolada y comprendiendo como es verdad que “Dios ama al que da con alegría”.

Y a ejemplo de sus buenos padres, llevó una vida santa, siendo generosa para con todos, especialmente para con Nuestro Señor Jesucristo, dejándose llevar por la gracia y por sus designios, confiada en la promesa que Él le había hecho en aquel sueño inolvidable.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Oh! Jesús mío

Publicado 2009/04/12
Autor : Catecismo de la Iglesia Católica


Oración dada a los tres pastorcitos por el ángel de Portugal.

Oh! Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.

¿Dónde viviré ahora?

Publicado 2010/12/23
Autor: Gaudium Press
Sección: Opinión


Redacción (Jueves, 23-12-2010, Gaudium Press) "Antes yo vivía en la ciudad vecina, pero como se estaba volviendo muy peligrosa, resolví mudarme para acá". Es muy común escuchar testimonios de este género. Personas insatisfechas con el lugar donde viven: ya sea por ser una región de riesgo; ya sea por el vecindario ruidoso; o porque simplemente se está buscando un lugar mejor, con más oportunidades. El hecho es que se cambia de dirección.

En fin, delante de un cambio inminente, surge la siguiente pregunta: ¿Dónde viviré ahora? Si tuviésemos la oportunidad de "fabricar" el lugar donde fuésemos a vivir, ¿cómo sería?

Tal vez una casa aislada en el campo o un barrio tradicional, donde los moradores son viejos amigos. ¿Cuál sería el estilo de las casas?, ¿El temperamento de las personas con las cuales tuviésemos que convivir?, ¿La organización social?, ¿El espíritu de solidaridad?, ¿Las iniciativas de progreso?

Bien, todo esto iría variando de acuerdo con cada individuo y tal vez tuviésemos tantas ciudades como fuesen las cabezas...

Pero podemos imaginar una ciudad donde sus principios se aplicasen a todas las personas que, obedeciendo a ciertas reglas básicas, pudiesen convivir de forma pacífica, independientemente de sus gustos.

En primer lugar, todos deberían adorar a Dios sobre cualquier otra cosa; esto evitaría muchísimos males, especialmente, la adoración a sí mismo. Pero también Él debería tener su Nombre Santo respetado, pues si no respetamos a Dios, mucho menos lo haremos en relación a los hombres.

Y para mostrar que esta devoción es auténtica, en esta ciudad se reservaría, al menos un día por semana, para que todos se reúnan a fin de rendirle culto oficialmente. Cómo daría esto cohesión a este pueblo, estando unido por un principio más alto...

Ahora trataremos de establecer los principios para convivir bien con los otros hombres. Es natural que en una familia todos se respeten, padres e hijos. Por eso, en nuestra ciudad los niños obedecerían no solamente a sus padres, sino a los profesores y también a todos aquellos que, de alguna forma, los ayudasen en su formación. El respeto sería un paso importante a conquistar. Pero este respeto debe evitar las ofensas y, más aún, las agresiones físicas. Por tanto, en nuestra ciudad no serían permitidos asesinatos ni peleas.

Los padres que realmente amen a sus hijos los enseñarían, desde muy temprano, el valor de la familia y de cómo ésta, para ser bien constituida, debe tener como fundamento el matrimonio. Los niños percibirían, sin que fuese necesario explicarles con mayor profundidad en este momento, que ciertos actos son vergonzosos y que ellos pueden convertir a una persona más semejante a un animal, a un ser que adora a Dios sobre todas las cosas...

¡En esta ciudad nadie robaría! Ni dinero, ni materiales. Y hasta haciendo negociaciones, éstas estarían libres de la torpe ganancia... ¡Cómo este lugar es diferente!

¡Ah! Ya nos estábamos olvidando de una cosa. Todos deberían ser tan honestos que nunca dirían ninguna mentira, por cualquier motivo que fuera. El primer ejemplo debería ser dado por aquellos que ejerzan algún cargo público, pero esto también se aplicaría a todos los trabajadores y los propios niños. La verdad reinaría como una soberana.

Y como dijimos, la familia debería ser respetada de todas las formas. Por tanto, no se permitiría una mirada indecente siquiera, para una persona que ya forme parte de otra familia. Qué lección podríamos aprender con la historia del Rey David (cf. 2Sm, 11)...

Y por último, todo lo que pertenezca a alguien, sería causa de gran alegría para todos. Nadie envidiaría a nadie, pues todos buscarían agradecer a Dios los dones que han recibido.

Bien, no son tantas cosas así, solo diez principios. ¿Qué tal esta nueva ciudad? Un lugar sin hurtos, asesinatos, mentiras, etc. Al mismo tiempo se encontrarían respeto, sinceridad y alegría de vivir.

¡Pero cuidado! Los principios que acabamos de enumerar son divinamente pensados. Ellos se parecen a una corriente, en la cual si se rompe cualquier enlace, todos los otros van al piso. Por tanto, la decisión es seria, o se aceptan todos los principios o se vivirá en una ciudad donde nadie respeta la familia, ni los hijos ni los padres; donde el robo y el asesinato ya forman parte de la vida cotidiana; donde los actos más vergonzosos son ofrecidos a la luz del día; donde la mentira entra en cualquier negociación; donde Dios se deja de lado y cada uno pretende ser su propio "dios".

Sabemos que sería difícil reunir personas suficientes a fin de fundar un pueblo así, pero si cada uno pasa a vivir con base en estos principios, la diferencia se sentirá en la sociedad. En el fondo, tenemos que escoger entre vivir en la ciudad de Dios o en la ciudad de los hombres...

Por Thiago de Oliveira Geraldo

Santo del día

San Vicente de Paul

Publicado 2010/09/27
Autor : Catholic.net

Fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad, 27 de septiembre

HUYENDO

Se pasó la vida rehuyendo su condición de aldeano pobre, y el programa de Dios tendrá que retrasar su desenlace tras muchas noches oscuras de Vicente. Como Santa Teresa, que hizo un matrimonio de conveniencia con Dios, cuya noche de bodas y luna de miel se retrasó 25 años, hasta florecer es una espléndida manifestación mística. ¿Podemos ver ahí un signo de la vocación errada? No. Es una realidad de un cambio de rumbo de la persona, a quien le tuercen sus planes propios a través de purificaciones, acontecimientos, circunstancias, realidad de las cosas y desengaños, Vicente lo que no quería es seguir siendo lo que era su padre, campesino. Se avergonzaba de serlo y también de su padre, vestido pobremente y con un defecto físico que le hacía cojear. Tanto se avergonzaba que, cuando ya estudiaba en el colegio de los franciscanos, conseguido por su padre, y reciba la visita de su padre, no saldrá a recibirlo. Pretende el sacerdocio tratando de escalar puestos. Hasta desea ser obispo. Ni idea de lo que es ser sacerdote: "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio, cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde..Había nacido el 2 de abril de 1581, en Ranquine, en el Suroeste de Francia. Su padre es un campesino, Juan de Paúl, que desde muy joven se vio obligado a trabajar. Vicente también, se encargaba de las ovejas, las vacas, los cerdos, descalzo y con comida pobre

Chiquillo despierto, fue enviado por su padre al colegio de los franciscanos de Dax, ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones. Vicente estudia a gusto, pero siempre con el fin de abandonar la vida rural. Después de cuatro años de estudios en Dax, se va a Toulose, cuando acababa de morir su padre. Tiene 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes menores. Aunque su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, él la rechaza; pues quiere valerse por si mismo.

QUIERE ASCENDER

Enseña humanidades en el colegio de Buzet y simultaneando con sus estudios de Teología. Recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, es ordenado sacerdote. El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero prefiere seguir sus estudios; apunta más alto: quiere ser obispo. En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos y a Marsella, donde una anciana de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos, que están en manos de un deudor, a quien persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, y regresar a Toulose. Embarca para Narbona, es atacado por los turcos y cae prisionero. Vendido como esclavo en Túnez, a un pescador, un médico, su sobrino y, a un cristiano renegado, a quien convirtió y se escapó a Roma. Luego fue a París, donde encontró a Pierre de Bérulle, en el hospital de la Caridad. Bérulle era cura y fundador de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero había salido en un estado lamentable de las guerras; los decretos del Concilio de Trento sobre la formación de los sacerdotes no se cumplían. Muchos obispos vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.

SE ESTA ABRIENDO PASO UN NUEVO MOVIMIENTO.

En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación del Oratorio, que, como los Oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, desean vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, pero no lo consigue, aunque, a instancias del Arzobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, una "congregación de sacerdotes que practicarán la pobreza, con voto de no pretender beneficio o dignidad, contra la ambición, y el de dedicarse al sacerdocio, contra la inútil inactividad.

VICENTE NOMBRADO PÁRROCO DE CLICHY

Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero no acepta. Sí en cambio reemplaza a un sacerdote que ingresa en el Oratorio; y acepta su parroquia de "Clichy la Garenne". de 600 habitantes, habitada sobre todo por hortelanos y llega a encontrarse a gusto Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia, cuando después de doce años que es sacerdote, es la primera vez que ejerce un ministerio sacerdotal.

Bérulle consigue que lo nombren preceptor de la familia de Phillipe de Gondi, sobrino del Arzobispo de París. Vicente llega a ese destino en Septiembre de 1613 y escribe a un amigo: "Me alejé con pena de mi pequeña iglesia de Clichy". Da cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en Folleville... Ya podía darse por contento. Pero no era feliz. No había llegado la hora de Dios. Espera. Compás de espera. Soledad, noche, tristeza, desamparo. Durante los viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.

DIOS DA EL VUELCO A SU ALMA:

Visita a un moribundo en Gannes, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco. El moribundo experimentaba una extrema soledad moral, padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; estaba cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal bastante dulce y bastante humana para poder salir de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón ha sido tocado. Dios ha llegado ya. El matrimonio de Teresa de Jesús ha entrado en su meta florida. Vicente, tocado ya por Dios, que no le había abandonado en su dura trayectoria de desierto, le cambia el corazón y el que no quería ir a los campos de su aldea, quiere ahora ir a los campos mas lejanos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios. Queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, y propuso a todos los fieles de Folleville la idea de hacer venir a algunos sacerdotes con quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón fue el origen de la "Congregación de la Misión", instituida para predicar misiones populares y trabajar en la formación del clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación de la Misión se les conoce en Francia como "Lazaristas" por San Lázaro, su casa madre.

Después el año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente palpa la miseria material de los campesinos: "Mientras me revestía para celebrar la Misa, vinieron a decirme... que en una casa apartada, estaban todos enfermos, y no había una sola persona que les pudiera atender. Esto me ocasionó una tremenda impresión."A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal organizada".

FUNDACIÓN DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD

Vicente estudia la situación y el 23 de agosto, lee ante unas cuantas mujeres cuyo corazón ha quedado tocado, igual que el suyo por aquella miseria, un texto que es todo un programa de ayuda a los enfermos, que servirá de modelo a todos los posteriores textos fundacionales de las Hermandades de Caridad. Las Cofradías se multiplicaron; hoy en algunos países se les llama "equipos de San Vicente". Más tarde serán fundadas las Hijas de la Caridad con la co-fundadora Luisa de Marillac

Vicente no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y se lo dice a Bérulle en mayo de 1617. Se traslada a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en al región de Bresse: Chatillon-des-Dombes, como párroco. El que se pasó la vida huyendo de su origen y su destino, se dedica gozoso a lo que venía escapando desde su juventud. Ya encontró su camino: La vocación de la ternura. Vicente, tras un año decisivo, ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura con los más abandonados y utiliza su puesto como base de operaciones, para establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.

Camino - perseverancia

El desaliento es enemigo de tu perseverancia. —Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, y a la tibieza, después. —Sé optimista.

El tamborilero

Hace más de dos mil años, en los inmensos y lejanos arenales de Arabia, donde las montañas no tienen nombre, pues el viento las hace y deshace con su fuerza mutable y dominadora, vivía un niño muy pobre, huérfano de madre desde muy pequeño. Su padre era el guardián de un oasis que estaba algo apartado de las rutas más transitadas, pero conocido por los viajantes por su abundante y cristalina agua.

En varias ocasiones el celoso padre había pensado aliviar la soledad de su hijo regalándole un juguete. Aunque nunca tuvo el valor de preguntarle el precio a ninguno de los mercaderes que por allí pasaban, porque seguramente sería mayor de lo que podría pagar con las pocas monedas que poseía.

Entonces decidió fabricarle a su hijo un sencillo tambor. Cogió un viejo barrilito, le quitó las tapaderas, lo barnizó con aceite de palma y extendió cuidadosamente sobre sus extremos dos pieles de cabra, fuertemente estiradas con tendones de carnero.

La preparación del instrumento le costó semanas de trabajo. Tuvo que rehacerlo varias veces, hasta que quedó bien. Pero el esfuerzo mereció la pena: el niño recibió el tamborcito con esa capacidad de alma que tienen los inocentes de contentarse con un único regalo, ¡que vale más que recibir mil otros! Lo tocaba constantemente, acompañándose de canciones que él mismo componía, ¡y qué bonitas eran!

Tan hermosas que en todo el desierto, desde el mar hasta los montes, era conocido como el “tamborilero”.

En una fría noche de invierno, la monótona rutina de aquellos lugares fue rota por un fenómeno sorprendente: en el cielo apareció, en el oriente, una estrella que brillaba más que todas las otras y parecía que se movía lentamente en dirección hacia occidente. Era tan luminosa que permanecía visible día y noche, acercándose a ellos cada vez más.

Ante tan extraordinario prodigio, el padre llegó a sentir temor, pero su hijo lo tranquilizó enseguida: aquel astro era demasiado bello para que fuera un mal presagio. Más bien parecía anunciar lo contrario, un acontecimiento grandioso y feliz.

Días después, cuando la estrella se encontraba más próxima, el niño divisó en el horizonte una larga hilera de hombres y cabalgaduras. No se trataba de una caravana común. El número de bestias de carga era incontable.

¡Transportaban magníficos fardos! E incluso el menor de los siervos que allí estaba, vestía y se comportaba con la dignidad de un hidalgo.


Al final de la extensa cabalgata, sentados encima de robustos dromedarios, venían tres nobles señores, vestidos con coloridos trajes y turbantes de seda. Uno de ellos era un anciano de larga barba, el otro un hombre maduro de ojos vivaces y rubios cabellos y el tercero un vigoroso árabe de piel oscura.

Se diría que los tres eran reyes.

El niño salió corriendo a coger su tambor, empezó a tocarlo y se puso a cantar en honor de aquellos admirables viajeros. Cuando terminó, el venerable anciano de la larga barba se inclinó en dirección al muchacho y le dijo complacido:

— Mi buen chico, ¡qué hermosa es tu música! ¿No habrá abrigo en tu casa para una caravana que llega fatigada de una larga jornada?

Con una profunda reverencia le respondió:

— ¡Sí, señor! Mi padre es el guardián de este pozo, y siempre da posada a los hombres de bien.

Padre e hijo se aplicaron en recibir a aquellos señores con la más esmerada hospitalidad posible. Les sirvieron los dátiles más buenos que tenían y leche de cabra recién ordeñada. Dieron de beber a los camellos, llenaron los odres de agua y los hospedaron lo mejor que pudieron en la cabaña de paredes de barro y techo de hojas de palmera que habían construido a manera de posada.

Por la noche, cuando ya todos se habían recogido, el niño se acercó con curiosidad al anciano que tan bondadosamente lo había tratado y le preguntó con sencillez:

— Señor, perdóneme mi atrevimiento, pero ¿a qué se debe la presencia de tan ilustres personas en estos desérticos parajes?

El buen hombre sonrió y le explicó que venían desde muy lejos. Allí, en sus distantes tierras, supieron mediante sueños que una estrella habría de conducirlos hasta el lugar donde nacería el Mesías, el enviado de Dios, anunciado por los profetas.

Cuando vieron aparecer aquel astro desconocido, cogieron oro, incienso y mirra y se pusieron en camino.

Hacía meses que la venían siguiendo y una especial alegría del corazón les decía que estaban cerca de su destino.

El “tamborilero” no había oído hablar nunca tales cosas. Él, que no era ningún sabio como los ilustres viajeros, se emocionó al oír hablar del Mesías, del “anunciado por los profetas”. Sintió un irresistible deseo de ir a conocerle.

Al día siguiente, se despertó bien temprano. Se despidió de su anciano padre y se unió a la caravana. Había estado buscando con ahínco en el oasis un regalo que le pudiera llevar al Mesías, pero no encontró nada digno de Él. Y pensó: “Iré con mi tambor, y cuando esté delante suyo le diré: Señor, soy pobre y no tengo nada para ofreceros. Pero dicen que mi música es bonita y trae alegría. He venido a tocar para Vos la más linda de mis canciones”.

Días después, tras haber contorneado el Mar Muerto y remontado las escarpadas laderas que conducen hasta Judea, la caravana hacía su entrada en Belén de Judá. Bien en lo alto de una humilde casa, la estrella se había detenido y los tres nobles señores entraron allí.

Como si estuviera esperándoles, se encontraba un resplandeciente Niño sentado majestuosamente, como en un trono, en el regazo de una hermosa mujer. Enseguida comprendieron que aquel era el Mesías anunciado por los profetas. Se postraron, lo adoraron y le ofrecieron los valiosos regalos que habían traído: oro, incienso y mirra.

Pero he aquí que, de repente, se oye el redoble de un tamborcillo y una armoniosa voz infantil que interrumpe la solemnidad de la escena.

Era el “tamborilero” que tocaba para el Salvador la más bonita de sus canciones. Al oírlo, el rostro del Niño Jesús se iluminó con una bella sonrisa, agradado con la candidez de esa alma inocente. Quizá haya sido, antes incluso que San Juan Bautista, el primer amigo del Niño Jesús.

Garantía de salvación

La devoción a María no es un simple ornato del Catolicismo, ni siquiera un socorro entre otros muchos, que podemos usar o no, a nuestro antojo. Es una parte integrante de la Religión. Dios quiso venir hasta nosotros por medio de María y sólo por medio de Ella podemos ir hasta Él.

Termómetro espiritual y garantía de salvación

Al igual que para certificarse si una persona está viva el médico comprueba los latidos de su corazón, así para saber si un alma es virtuosa, si vive de la vida cristiana, nos fijamos si el culto a la Santa Virgen de las Vírgenes le es indiferente o agradable.

Sí, la devoción a María es como un termómetro espiritual que señala —si se puede decir así— la temperatura de nuestra alma, que revela sus disposiciones secretas. Si las prácticas de esta devoción nos gustan, podemos estar tranquilos en cuanto al estado de nuestra alma. Pero si sentimos que hay frialdad entre nosotros y la Santísima Virgen, si abandonamos los actos de culto hacia Ella, si descuidamos las oraciones cotidianas, si alegamos falta de tiempo para recitar el Rosario, prestemos atención: nuestra virtud ha disminuido, la Fe de nuestra Primera Comunión se ha vaciado, estamos en el camino que nos aleja de Dios.

Se comprende, pues, la necesidad de insistir sobre este tema, de estimular la piedad y la devoción a Nuestra Señora. Para nosotros, esta devoción es una garantía de salvación.

¿Y cómo es eso? Porque si amamos a la Virgen María, trabajaremos para asemejarnos a Ella. Somos llevados irresistiblemente a imitar a las personas que nos son simpáticas: querríamos pensar, hablar, vivir como ellas. ¡Oh, qué preciosa seguridad para nuestro futuro si amamos a la Santísima Virgen al punto de querer ser imágenes vivas suyas en la Tierra!

Evitaremos, como Ella, todo lo que desagrada a Dios y todo lo que causaría perjuicio a nuestras almas; y como Ella lo haremos todo bien, cumpliremos con nuestro deber, practicaremos la virtud. Con eso podemos confiar.

El ejemplo de San Francisco de Sales

Por otro lado, está garantizada una protección especial de la Santísima Virgen para quien de hecho es su devoto.

Cuando le vengan las pruebas, las tribulaciones, las tentaciones, por más numerosas y violentas que sean, con la asistencia de María, jamás se desesperará. Como prueba de ello, habría mil hechos emocionantes que contar. Veamos solamente el siguiente, extraído de la vida de San Francisco de Sales.

Siendo aún joven, San Francisco se veía atormentado por una tentación contra la cual luchaba con energía. Pero, en un momento de desánimo, el futuro se le presentaba con colores sombríos: se imaginaba perdido, condenado al infierno… Ser condenado, ser separado de Dios a quien amaba como a un padre, de Nuestra Señora que veneraba como una madre, y eso por una eternidad sin fin. Este pensamiento le torturaba el corazón y le arrancaba sollozos.

Cierto día al entrar en una iglesia con esa triste impresión, sintió como si una mano invisible le empujara hacia los pies de una imagen de la Virgen. Se arrodilló ante Ella y le suplicó a María que alcanzase la gracia de vencer esa tentación que le obcecaba, y terminó su oración con estas bellas palabras: “Si debo odiar a Dios eternamente en el infierno, os suplico una cosa: obtenme al menos la gracia de amarlo con todo mi corazón en esta tierra”.

Habiendo terminado su plegaria, se levantó victorioso: la Consoladora de los afligidos le había librado de aquel tormento.

Prueba de predestinación

Queridos lectores, si de vez en cuando tenemos pecados que lamentar, si somos testigos entristecidos de caídas humillantes, ¿no será porque hemos abandonado el culto a la Santísima Virgen, porque hemos renunciado a la piedad y, así, nos hemos privado de una asistencia que nos hubiera preservado?

Podemos concluir que una piedad sólida y sincera es una prueba de predestinación.

Si tenemos esa convicción y tomamos la firme resolución de cultivar, siempre más y más, la devoción a la Santísima Virgen y practicar las virtudes que Ella nos inspira, será este uno de los mejores frutos de esta lectura.

Evangelio del día

2010-09-27 - Evangelio según San Lucas 9, 46-50

Publicado 2010/09/27
Autor : Sagrada Biblia

El Señor le dijo: "¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal."

Libro del profeta Job 1, 6-22

Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás.

El Señor le preguntó: "¿De dónde vienes?"

El respondió: "De dar vueltas por la tierra."

El Señor le dijo: "¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal."

Satanás le respondió: "¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara."

El Señor le dijo: "Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques."

Y Satanás se marchó.

Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo: "Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo."

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: "Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo."

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: "Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo."

No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: "Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo."

Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor." A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.

Salmo 16

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. Emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud. Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha.

Evangelio según San Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: "El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante".

Juan tomó la palabra y dijo: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir". Jesús les respondió: "No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro".

viernes, 24 de septiembre de 2010

Presentación del libro "El Estatuto Jurídico del cigoto ¿persona o cosa?"

El martes 28 de setiembre será presentado en la Sala Zelmar Michelini del Palacio Legislativo, el libro "El Estatuto Jurídico del cigoto ¿Persona o cosa?",de Santiago Altieri.

En la oportunidad disertarán el Dr. Carlos E. Delpiazzo, el Prof. Lincoln Maiztegui y la Dra. Alicia Fernández (Presidente de la Asociación Uruguaya de Pediatría)

La presentación será a las 18:30 hs ingresando a la antesala de la Cámara de Senadores por Avda. Gral. Flores.


Informes e inscripciones:

derecho@um.edu.uy

707 4461 int. 330

Presentación en la Feria del Libro de la Obra "Don Jacinto Vera - El misionero santo"

El libro "Don Jacinto Vera - El misionero santo" de la autora Laura Álvarez Goyoaga, será presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro, el día 30 de setiembre, a las 12 horas, en el salón Dorado de la Intendencia Municipal.

Tal como lo muestra la Obra de Alvarez Goyoaga, Monseñor Jacinto Vera, fue el primer obispo de la República Oriental del Uruguay, modelo de virtudes, personificación de la caridad evangélica. Hombre tierno y misericordioso ante los dolores del prójimo, lleno de mansedumbre y paz. Persona de fe, humilde hasta el extremo. Sacerdote Santo. Pastor que defendió con razones y acciones al pueblo sencillo, católico.

Obispos uruguayos agradecieron ante Virgen de los Treinta y Tres en Roma

En la Iglesia de los Doce Apóstoles, en Roma, los nuevos Obispos Mons. Alberto Sanguinetti (Obispo de Canelones) y Mons. Milton Tróccoli (Obispo Auxiliar de Montevideo) dieron gracias ante la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres, Patrona de Uruguay.

Tras haber finalizado el curso para nuevos Obispos, los Pastores celebraron una Eucaristía de Acción de Gracias, acompañados por los religiosos salesianos, P. Alfonso Bauer y P. Tomás W. Tadeo.

En el año 1994, en ocasión de la Visita Ad Limina de la Conferencia Episcopal Uruguaya, fue llevada a la referida Iglesia una reproducción de la Imagen de la Virgen de los Treinta y Tres. Desde entonces, se reúnen a celebrar Misa, casi mensualmente, integrantes de la comunidad uruguaya residente en Roma.

Participó de la Eucaristía un grupo de uruguayos entre los que se destacaban el Embajador ante la Santa Sede, Dr. Mario Cayota, la Consejera Ma. Gabriela Chifflet y el Dr. Guzmán Carriquiri junto a su esposa.

Fuente: desde Roma, P. Tomás Tadeo sdb

El rosario cambió mi vida

Buenos días Caballeros de la Virgen.

Trabajo en una entidad financiera aquí en Pereira y siempre he vivido demasiado ocupada, situación esta que me llevo a interesarme poco por el rosario. Hace unos cuantos días una señora cliente del banco llego a realizar una transacción y cuando termine de atenderla me regalo el libro: el secreto admirable del santo rosario.

Empecé a leerlo al día siguiente y me pareció tan maravilloso que el corazón se me lleno de una alegría inmensa al darme cuenta de todas las bendiciones que recibimos cuando se reza el rosario con amor. Igualmente sentí una gran tristeza en mi vida al reconocer que tanto tiempo he perdido al no haber dedicado un solo ratico de oración a la Santísima Virgen como es el rosario, (solo por pereza).

En este momento me siento sumamente feliz porque llego a mi vida este regalo maravilloso como es sentir realmente las bondades del santo rosario y tratare en lo posible buscar la manera de que muchas personas se enamoren de esta maravillosa oración.

Les ruego de corazón, me incluyan en sus oraciones, pues soy tan pecadora como muchas personas en este mundo y necesitamos esa ayuda espiritual para limpiar nuestra alma de tanta maldad, alejar al enemigo de nuestras vidas y buscar que muchas otras almas de dios se salven pues todos somos sus hijos y el no quiere que ninguno se condene en el fuego eterno, sino que seamos por siempre felices en ese hermoso paraíso que nos espera siempre y cuando luchemos para ganárnoslo.

Que Dios y la Virgen María los bendigan todos los días de sus vidas y que no desfallezcan en sus oraciones. Ruego me contesten este correo para tener la certeza de que lo han leído y que me tendrán en cuenta en sus oraciones.

Mil gracias de corazón

Maria Consuelo López
Pereira

Dios nos puede dar un corazón nuevo

"Os daré un corazón nuevo y os infundiré un Espiritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi Espiritu y haré que caminéis según mis preceptos y que pongáis por obra mis mandamientos". (Ez. 36,26-27)

Padre Pío de Pietrelcina: el santo que se glorió en la Cruz del Señor

Publicado 2010/09/23
Autor : Gaudium Press

Originario de la ciudad de Pietrelcina, al sur de Italia, el Padre Pio vivió en plenitud su vocación de colaborar en la redención del hombre. Gracias a sus virtudes y a su espíritu de oración, gozó en vida de una notable fama de santidad

Bogotá (Jueves, 23-09-2010, Gaudium Press) "El padre Pío fue generoso dispensador de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos a través de la acogida, de la dirección espiritual y especialmente de la administración del sacramento de la penitencia (...) El ministerio del confesonario, que constituye uno de los rasgos distintivos de su apostolado, atraía a multitudes innumerables de fieles al convento de San Giovanni Rotondo. Aunque aquel singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, estos, tomando conciencia de la gravedad del pecado y sinceramente arrepentidos, volvían casi siempre para recibir el abrazo pacificador del perdón sacramental"; estas fueron algunas de las palabras con las que el Papa Juan Pablo II resaltó la vida de santidad del Padre Pio de Pietrelcina -santo de que la iglesia conmemora hoy- en la homilía de la ceremonia de su canonización, celebrada en la Plaza de San Pedro el 16 de junio de 2002.

Nacido el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, ciudad de la provincia de Benevento al sur de Italia, fue bautizado con el nombre de Francisco justo al día siguiente de su nacimiento. Sus padres, Grazio Forgione y María Giuseppa De Nunzio, le inculcaron desde temprana edad el amor a Jesús, tanto así que a la edad de 12 años, recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.

A sus 16 años, en 1903, el joven Francisco decidió ingresar al noviciado en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde recibió el nombre de Fray Pío, vistiendo desde ese momento el hábito capuchino. A finales de ese mismo año emitió la profesión de los votos simples y en 1907, la profesión solemne. Su ordenación sacerdotal fue en Benevento el 10 de agosto de 1910. En 1916, luego de permanecer por 6 años con su familia por motivos de salud, el Padre Pío es enviado al Convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte y vivió en plenitud su vocación de colaborar en la redención del hombre.

"En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios"

Pío de Pietrelcina fue ante todo un hombre de fe dedicando gran parte de su jornada a la oración, no en vano el Santo italiano solía decir: "En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón a Dios". Pero, la Eucaristía era parte primordial de su día y de su vida, convirtiendo a la celebración de la Santa Misa en el momento cumbre de su actividad apostólica.

San Pío, también es recordado como gran confesor y guía espiritual, ya que acogió, por más de 50 años, a centenares de personas que acudían a su confesonario en busca de consuelo y de un consejo. Igualmente, fue un hombre de una inmensa caridad, especialmente con los dolores y dificultades que padecían las familias pobres. Este compromiso con los más necesitados se vio reflejado con la fundación, en 1956, de la "Casa del Alivio al Sufrimiento".

Por su enfermedad, el Padre Pío comprendió que su camino era la Cruz, aceptándola con amor y valor. Por mucho tiempo el santo experimentó los sufrimientos del alma y del cuerpo, soportando con gran serenidad los dolores de sus llagas. Su fallecimiento ocurrió el 23 de septiembre de 1968, a la edad de 81 años.

Su fama de santidad en vida fue tal que no tardó en ser beatificado por Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999, y canonizado por el mismo Pontífice el 16 de junio de 2002.

Evangelio del día

2010-09-24 - Evangelio según San Lucas 9, 18-22

Publicado 2010/09/24
Autor : Sagrada Biblia


Bendito el Señor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio.

Libro del Eclesiastés 3, 1-11

Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.

Salmo 143

Bendito el Señor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio. Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?; ¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos? El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa.

Evangelio según San Lucas 9, 18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas". El les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar el tercer día".

miércoles, 22 de septiembre de 2010

“Tienes errores..., ¡y qué errores!”

No te asustes, ni te desanimes, al descubrir que tienes errores..., ¡y qué errores! –Lucha para arrancarlos. Y, mientras luches, convéncete de que es bueno que sientas todas esas debilidades, porque, si no, serías un soberbio: y la soberbia aparta de Dios (Forja, 181).

¡Jesús, si los que nos reunimos en tu Amor fuéramos perseverantes! ¡Si lográsemos traducir en obras esos anhelos que Tú mismo despiertas en nuestras almas! Preguntaos con mucha frecuencia: yo, ¿para qué estoy en la tierra? Y así procuraréis el perfecto acabamiento -lleno de caridad- de las tareas que emprendáis cada jornada y el cuidado de las cosas pequeñas. Nos fijaremos en el ejemplo de los santos: personas como nosotros, de carne y hueso, con flaquezas y debilidades, que supieron vencer y vencerse por amor de Dios; consideraremos su conducta y -como las abejas, que destilan de cada flor el néctar más precioso- aprovecharemos de sus luchas. Vosotros y yo aprenderemos también a descubrir tantas virtudes en los que nos rodean -nos dan lecciones de trabajo, de abnegación, de alegría...-, y no nos detendremos demasiado en sus defectos; sólo cuando resulte imprescindible, para ayudarles con la corrección fraterna. (Amigos de Dios, 20)

El monje y el escorpión

Hace mucho tiempo, cuando los EE.UU. todavía estaba siendo colonizado, se fundó un pequeño poblado cerca del mar. Su puerto, amplio y seguro, era muy frecuentado por los buques que iban y venían, trayendo pasajeros, mercancías y noticias de otras tierras. Este movimiento hizo prosperar al poblado.

Los comercios y tiendas se multiplicaron. Más tarde los residentes construyeron una Catedral, bella y grande, y junto a ella los monjes benedictinos levantaron un austero monasterio.

Allí se estableció Carlos, un inmigrante recién llegado del Viejo Continente con su familia, sus pocas pertenencias y, sobre todo, su esperanza de que en el Nuevo Mundo estaba el próspero futuro con el que soñaba.

No se engañó, pues su pequeño negocio creció ante los ojos de todos.

En un corto período de tiempo, se convirtió en un rico comerciante. Pero... el comercio no es sólo la prosperidad. El gran progreso de la ciudad hizo aumentar la competencia y cada nuevo año los negocios de Carlos iban disminuyendo y siendo menos rentables.

Mal aconsejado por falsos amigos, consultó a adivinos y brujas y usó todo tipo de amuletos, pero en vano, ya que estas prácticas supersticiosas sólo le trajeron nuevos fracasos. Por último, llegó a la situación de ruina total.

Su cómodo hogar y todos los demás bienes serían confiscados para pagar las deudas.

Una noche, derrumbándose en la desesperación, decidió decirle a su esposa, Dolores, todo lo que había hecho. Ésta, que hacía mucho tiempo que estaba preocupada por el extraño comportamiento de su esposo, se sorprendió al escuchar todos estos detalles. Pero supo dominarse y conversó pacientemente con él, recordándole que cuando con humildad reconocemos nuestros pecados, la Providencia nos perdona y se aprovecha de ellos para hacernos un mayor beneficio.



Al día siguiente, Dolores acompañó a su marido a la iglesia, donde se confesó, y se comprometieron a rezar juntos, todos los días, pidiéndole a Dios un medio para salir de tan triste situación.

Algún tiempo más tarde, Dolores, dijo:

— Hoy, mientras rezábamos, tuve una inspiración. Quién sabe, si vas al monasterio benedictino y los monjes nos ayudan de alguna manera...

Carlos consideró las palabras de su esposa como un signo que Dios respondería a su petición. Partió inmediatamente y caminó, bajo el sol canicular del mediodía, hasta el majestuoso monasterio, con la certeza de que allí encontraría auxilio.

Llamó a la puerta y poco después el monje portero abrió y le dio la bienvenida con gran amabilidad:

— ¡Gloria a Dios! ¿En qué puedo servirle?

Carlos le contó toda su historia y llorando cayó a sus pies. El monje le miró con benevolencia, lo tomó por el brazo lo levantó y le dijo:

— ¡No se desespere! Tenga siempre confianza en Dios y Su Santísima Madre. Ellos le ayudarán a econstruir su vida. Nuestro Señor dijo: “Si tienes la fe del tamaño de un grano de mostaza, diréis a este monte: ‘transpórtate de aquí a allí', y él irá; y nada os será imposible” . Y si Él cuida con tanto afecto los lirios del campo, ¿va a abandonar a uno de sus hijos?

Mientras el religioso procuraba consolar a Carlos, vio arrastrarse a un escorpión en las rocas, junto a la pared, fuera del monasterio. Sin mostrar ningún temor, cogió al venenoso animal y éste... instantáneamente se convirtió en un escorpión de oro cuajado de piedras preciosas. Una joya, ¡como nunca se había visto hasta entonces!

— ¡Tenga ánimo! Este don de Dios le ayudará a salir de sus dificultades —dijo, entregándole la valiosa pieza al comerciante que lo miraba estupefacto.

Carlos dio las gracias al benevolente monje y volvió a casa triunfante, donde le contó todo a Dolores y los dos dieron gracias a Dios por este milagro. Sus problemas estaban resueltos. Vendida la joya por un buen precio, pudieron saldar todas las deudas y reanudar la vida.

* * *

Pasaron varios años. En una brillante mañana de primavera, un distinguido caballero, bien vestido, tocó la campilla del monasterio benedictino, trayendo una caja en sus manos. Salió el portero y, como siempre hacía, saludó amablemente:

— ¡Gloria a Dios! ¿En qué puedo servirle?

— ¡Gloria a Dios! Mi buen hermano, soy Carlos, el comerciante. Estoy aquí para agradecer a Dios los favores recibidos a través de su reverencia.

Hace unos años, vine a este monasterio desesperado, pidiendo ayuda. Y he recibido no sólo los medios para reconstruir mi fortuna, sino algo mucho más valioso: ese día, me di cuenta de que la verdadera felicidad no está en el dinero, en los negocios o en este mundo que pasa, está en la entrega total en las manos de Dios y de Su Madre Santísima. Con esto, ¡mi vida ha cambiado!

Dicho esto, sacó de una caja un bello estuche de terciopelo, lo abrió y entregó al religioso un maravilloso escorpión de oro y piedras, más valioso incluso que aquél que el humilde monje le había dado años atrás, fruto de un milagro.

El monje contempló por unos momentos, con toda tranquilidad, el precioso objeto, y complacido por su belleza, le dijo a Carlos:

— Hijo, acuérdese de las palabras de Nuestro Señor: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma” Y más: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” .

En seguida, puso el escorpión de oro y diamantes en el mismo lugar donde, años antes, se arrastraba su predecesor. Éste al instante tomó vida y siguiendo su camino, desapareció en medio de las piedras.

Admirar, he ahí la solución para nuestros innumerables problemas

Publicado 2011/09/20
Autor: Gaudium Press
Sección: Espiritualidad

Redacción (Martes, 20-p09-2011, Gaudium Press)
Reproducimos a continuación el comentario de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, E.P. al texto del Evangelio de San Lucas que narra el encuentro de Jesucristo con Zaqueo el
publicano recaudador de impuestos, del cuál él extrae sabias enseñanzas sobre la admiración:


"En aquel tiempo: Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.

Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa'. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: ‘Se ha ido a alojar en casa de un pecador'. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: ‘Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más'. Y Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham; porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido'" (Lc 19, 1-10).


I - El hombre tiene necesidad de admirar

El final del siglo XIX contempló con asombro el ingente esfuerzo de una niña norteamericana que dejaría huella en la Historia. Atacada por una grave enfermedad con sólo 18 meses de vida, Helen Adams Keller (1880-1968) perdió completamente la vista y la audición, quedando reducida a un triste aislamiento, sin posibilidad de conocer el mundo exterior a no ser mediante el tacto, el olfato y el paladar.

Esa trágica y silenciosa noche de su mente pudo haberse perpetuado toda su vida si no fuese por el providencial encuentro con una genial educadora, Ana Mansfield Sullivan, quien logró enseñarle el lenguaje de las manos, el alfabeto Braille y, por fin, a hablar con fluidez.

Después de inenarrables dificultades, Helen llegó a dominar el francés y el alemán con buena pronunciación. Estudió en la universidad, recorrió el mundo dando charlas y escribió libros.

Con los años desarrolló una labor casi increíble, impelida por el ansia de relacionarse con los demás, movimiento natural de todo ser humano, dotado de instinto de sociabilidad.

Ahora bien, así como por el heliotropismo las plantas crecen en busca de la luz, también las almas necesitan abrirse a la contemplación de las criaturas para, a partir de éstas, subir hasta el Creador. No fue diferente con Helen Keller, que acribillaba a su maestra con preguntas como éstas: ¿Qué es lo que hace que el sol sea caliente? ¿Dónde estaba yo antes de llegar a mi madre?

Los pajaritos y los pollitos salen del huevo, pero el huevo ¿de dónde viene? ¿Quién hizo a Dios? ¿Dónde está Dios? ¿Usted ya ha visto a Dios? 1

Estas preguntas demuestran hasta qué punto el alma anhela inexorablemente llegar hasta la Causa Primera de todo, a partir de las causas segundas.

Porque hay en nosotros una innata tendencia hacia Dios -que por analogía podríamos llamar "teotropismo"- la cual nos lleva a establecer correlaciones, trascendiendo del orden natural al sobrenatural.

En este sentido, enseña Santo Tomás: "cuando el hombre conoce un efecto y sabe que tiene una causa, naturalmente queda en él el deseo de saber también qué es la causa. Y éste es un deseo de admiración, que causa investigación". 2
Ahora, como todo lo que existe en el universo refleja en cierta medida al Creador, el movimiento ordenado del alma es dejarse atraer por los reflejos de verdad, belleza y bien, presentes en las criaturas.

Así, todos debemos procurar que nuestra alma se vuelva muy propensa a la admiración, de manera que al encontrarnos algo que es elevado, santo, noble o sencillamente recto, nos encantemos y remontemos hasta la Causa suprema.
Como es evidente, esa admiración cabe sobre todo en relación al Hombre Dios, a su Madre Santísima y a la Santa Iglesia.

II - Un publicano llamado Zaqueo

En aquel tiempo: Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

Nuestro Señor se dirige a Jerusalén para sufrir la Pasión. Poco antes de llegar a Jericó ya se lo había anunciado a sus discípulos en tres ocasiones, pero "ellos no comprendieron nada de todo esto; les resultaba oscuro y no captaban el sentido de estas palabras" (Lc 18, 34). Al contrario, los seguidores de Jesús, incluidos los propios Apóstoles, juzgaban que iba de camino hacia la Ciudad Santa para realizar un gran milagro, gracias al cual Israel quedaría libre del yugo romano.

Ése era el clima de expectación y optimismo con el que el divino Maestro sería recibido en Jericó.

El odio de los judíos hacia los publicanos

Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.

Inteligentes, sagaces y dotados de un fuerte sentido de organización, los romanos determinaron que en Israel los cobradores de impuestos fueran funcionarios judíos. Al conocer mejor a sus coterráneos se encontraban en las condiciones idóneas de garantizar una recaudación mayor para las arcas del César, pese al casi inevitable desvío de recursos, porque quien se prestaba a ejercer esta función en aquellas circunstancias, no solía distinguirse por la rectitud de su alma.

Naturalmente, los judíos que aceptaban tal encargo eran considerados traidores y "cofautores de la dominación romana" 3, recibiendo el odio de toda la sociedad hebraica. El propio nombre del oficio -publicano- causaba repudio.

Ahora, precisamente el jefe de los cobradores de impuestos de la región, Zaqueo, hombre muy rico, será el protagonista de esta escena evangélica. Comandar el gremio más detestado por sus compatriotas equivalía a ser considerado ladrón entre los ladrones, es decir, jefe de los que hacían fortuna a costa de la explotación del pueblo. Podemos hacernos buena idea del desprecio que despertaba este hombre.

Semilla de salvación

Él quería ver quién era Jesús, (...)

No obstante, en este pasaje del Evangelio el recaudador mostrará un excelente fondo de alma.

Movido ciertamente por la gracia, Zaqueo se manifestaba deseoso de ver al divino Maestro e incluso, de ser posible, dirigirle la palabra.

Sin duda, sentiría la conciencia pesada, aunque al mismo tiempo en su interior brotaba una creciente admiración por Jesús. Como apunta San Cirilo, "germinaba en él una semilla salvadora". 4

"¿De dónde le venía un deseo tan vivo a alguien con esa profesión?", se pregunta el padre Duquesne. "¡Ah, su corazón debía agitarse con numerosos movimientos que ni él mismo lograba distinguir bien! A este deseo, que procedía de lo alto, no le era ajeno un principio de Fe, y no podía dejar de estar acompañado de estima, de respeto y de amor al Salvador". 5

La admiración lleva a vencer el respeto humano

...pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

El Maestro entró en Jericó seguido por una multitud alborozada ante el estupendo milagro de la curación del ciego que pedía limosna a la vera del camino (cf. Lc 17, 36). 6 Según el padre Duquesne, las calles por donde habría de pasar Jesús apenas podían contener la aglomeración de quienes le estaban esperando. En balde Zaqueo intentaba encontrar una brecha entre el gentío para satisfacer sus ansias de ver al Señor.

No es frecuente que los evangelistas comenten las características físicas de una persona. Por ejemplo, ignoramos la altura de Pedro o si Juan tenía barba. Sin embargo, Lucas -que incluye en su relato observaciones efectuadas bajo el prisma médico- nos informa que ese publicano "era de baja estatura", dato fundamental para comprender lo que viene a continuación.

Los bajos son "no raras veces" muy ágiles y despiertos. Además, Zaqueo, a juzgar por la narración evangélica, parece ser todavía relativamente joven. Puesto a buscar un punto de observación favorable, corre más adelante y sube a un sicómoro (árbol de la familia de la higuera), indicando con esta actitud que su gran empeño por ver a Jesús no nacía de una simple curiosidad.

Zaqueo no era un hombre tosco. Tenía numerosos empleados a su servicio y estaba acostumbrado a hacer cálculos. Una persona con su proyección social necesitaba un motivo muy poderoso para trepar a un árbol "como un campesino cualquiera", según la acertada observación de William. 8 Y más aún para exponerse a la vista de un público abiertamente hostil.

El Evangelio no da pormenores acerca del tiempo que pasó esperando encima del árbol, pero se puede creer que fue bastante, ya que Nuestro Señor caminaba lentamente, rodeado por la multitud, deteniéndose a veces para atender a un enfermo, dar un consejo, responder alguna pregunta.

En este período la actitud de Zaqueo fue una verdadera demostración de pertinacia, confianza y combate al respeto humano. En efecto, ¡cuántas insolencias y burlas habrá debido soportar el jefe de los publicanos en lo alto del árbol! Y si lo hizo fue porque, según comenta el padre Duquesne, "en el fondo de su corazón alguna esperanza sostenía su valor, sin que él tuviera noción clara al respecto. Indudablemente quería ser notado por el Salvador, y quería que Él conociera todas las disposiciones de su alma". 9

La avidez de lucro y el apego al dinero suelen disminuir y aletargar la capacidad de admiración en las personas. Aquí, según parece, Zaqueo no se había dejado dominar completamente por la ambición, ya que, pese a ser un recaudador de impuestos y muy rico, dará pruebas de poseer un notable desprendimiento y espíritu admirativo. La atrevida actitud de trepar a un árbol la tomó, sin duda, movido por una gracia de entusiasmo por Nuestro Señor.

El padre Maldonado ofrece una interesante interpretación sobre el aspecto simbólico del gesto de Zaqueo, cuando comenta que "la turba de este mundo nos estorba reconocer al Señor; la hemos de dejar y poner bajo los pies para subir a mayor virtud y ver desde lo alto a Cristo". 10

El episodio presenta además otro hermoso significado, una lección para todos: cuando nos sintamos pequeños, debemos buscar a Jesús, sobre todo en el Santísimo Sacramento, expuesto en el ostensorio. Ese deseo de estar con Él bastará para moverlo a apiadarse de nosotros y a darnos lo que nuestras almas más necesiten.

Nuestro Señor clava su mirada en el publicano

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto (...)".

Detengámonos un momento para imaginar la escena. Tal como cuando curó al ciego a la entrada de la ciudad, Jesús se detiene frente al árbol donde se encuentra Zaqueo y le dirige una mirada rebosante de bondad. El pueblo se aglomera curioso por ver lo que iba a suceder, tal vez esperando del Maestro una actitud de censura hacia el recaudador de impuestos. Sin embargo, en lugar de reprenderlo, Jesús lo llama afectuosamente por su nombre y le pide que baje.

Nuestro Señor no conocía todavía a ese publicano a través de su ciencia humana.

Pero aquí revela que no ignoraba de quién se trataba, ni las virtudes que despuntaban en su alma. San Cirilo comenta muy a propósito: "Cristo había visto aquello con sus ojos de Dios y al levantar la vista vio a la persona de Zaqueo también con los de carne. Y como era su objetivo que todos los hombres se salven, prolongó en este hombre su bondad". 11

"¡Cuál no sería su sorpresa al oír que le llamaba por su propio nombre! Y ¡qué grande alegría!", observa el padre Truyols. 12 Jesús le infundió aún más ánimo y confianza al decirle "baja pronto", pues, en la acertada opinión del padre Tuya, "en esta palabra hay un ansia espiritual de ganarle". 13

Es curioso notar que Zaqueo no le dice nada a Jesús. A juzgar por el relato evangélico, se limita a mirarle maravillado y con veneración, mientras oye dichoso sus palabras.

"Hoy tengo que alojarme en tu casa"

"...porque hoy tengo que alojarme en tu casa".


Como si no bastara sólo con eso, el divino Maestro toma la iniciativa de invitarse a alojarse en la residencia de Zaqueo, contrariando las costumbres. Pero San Ambrosio observa que Jesús "sabía que su hospitalidad obtendría una gran recompensa, aun cuando no había oído todavía la voz del que le había de convidar; pero ya conocía su deseo". 14 Enfrentando todas las murmuraciones que podría suscitar su presencia en casa de un publicano, Nuestro Señor anuncia su visita "de un modo regio y familiar a un tiempo". 15

El episodio confirma que nada atrae más las gracias de Dios que un espíritu lleno de admiración. Maldonado asegura: "No hay duda que llamó Cristo a Zaqueo porque veía la disposición de su ánimo y la diligencia que había puesto para lograr verlo al pasar". 16 Y San Agustín comenta: "El que juzgaba como un favor grande e inexplicable verlo cuando pasara, mereció hospedarlo en su propia casa.

Es derramada la gracia, obra la fe por la caridad, es recibido en la casa Cristo, que ya había entrado en el corazón". 17
Conviene detenernos en las palabras "en tu casa". Sin duda se refería el Señor a la residencia de Zaqueo, la cual requería ser puesta en orden para recibirlo. Para el jefe de los recaudadores de impuestos eso no era cosa difícil, ya que por su posición social debía recibir con frecuencia visitas importantes. No le faltarían criados ni recursos para ello.

Pero, desde el punto de vista sobrenatural, es como si Jesús se comunicara con Zaqueo de mirada a mirada, de corazón a corazón, diciéndole: "Hoy me hospedaré en tu alma". Por tanto, la "casa" significa también aquí el alma que debe estar preparada para recibir al Señor.

La admiración trae alegría

Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Ante la misericordiosa iniciativa del Redentor, Zaqueo se muestra dispuesto a obedecerle en todo. Lleno de entusiasmo, "hizo lo que le mandaba Cristo y del mismo modo que se lo había ordenado. Le acababa de decir que bajase aprisa, y aprisa bajó. Esto significa responder a la gracia: seguir al punto a aquel que llama, sin tardanzas ni excusas". 18

Más aún, este hombre recibe a Jesús "con alegría", pues al sentirse enteramente interpretado y comprendido por quien es su superior, su alma se llena de júbilo y se abre a la Fe.

Vemos así cómo la admiración es un excelente antídoto contra la mala tristeza que lleva al desánimo. Cuando, a semejanza de Zaqueo, nos sentimos atraídos por Jesús y buscamos ocasiones para encontrarlo -sea en el Sacramento de la Eucaristía, sea a través de los seres creados- Él nos recompensa viniendo a nuestra casa, es decir, entrando en nuestra convivencia y llenándonos de gracias, muchas veces sensibles.

Sorpresa e incomprensión de la opinión pública

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador".

El gentío, lleno de odio contra aquel publicano, "manifestó su descontento, no pudiendo sustraerse a sus prejuicios, a pesar de que, poco ha, había dado gloria a Dios por la curación del ciego obrada por Jesús", 19 y empezó a murmurar contra Él.

Es importante destacar que San Lucas afirma que eran "todos" y no sólo algunos los que recriminaban a Jesús por hospedarse en casa de un "pecador". Esta palabra, subraya el padre Tuya, "tenía para ellos el sentido de un hombre inmerso en toda impureza ‘legal', que aquí también podría ser moral, por sus extorsiones en el cobro de las tasas". 20 Entrar en la residencia de un cobrador de impuestos significaba para los judíos de entonces mancillarse y atraer sobre sí la maldición de Dios.

Sin embargo, ese rechazo a la actitud de Jesús carecía totalmente de fundamento. ¿No había enseñado ya el divino Maestro, en disputa contra los fariseos, que "no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan" (Lc 5, 32)? Muy acertadamente concluye San Agustín: querer impedir la entrada de Jesús a casa del publicano equivalía "a censurar al médico por entrar en casa del enfermo". 21

Jesús, como observa el padre Truyols, hace caso omiso de esas murmuraciones. "Él era el Buen Pastor, que había venido al mundo en busca de la oveja perdida, y para encontrarla y volverla al redil aceptaba la invitación del publicano Levi y se dejaba tocar por la pecadora; y no ignoraba que la aparente delicadeza de conciencia de quienes le reprochaban tal proceder no era otra cosa que velo de refinado orgullo y de cruel egoísmo". 22

Sumisión y generosidad de Zaqueo

Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, (...)".

Este versículo muestra cuánto había preparado el publicano la "casa" de su alma para recibir bien al Mesías. Al llegar a aquella residencia, Jesús debe haberse recostado al modo oriental en un diván, y sería inusual que el anfitrión no hiciera lo mismo.

Pues bien, Zaqueo se quedó de pie, en señal de sumisión, veneración y reconocimiento de la superioridad de su Huésped, en el que vislumbraba tal vez rasgos de divinidad.

A estas alturas él ya está queriendo cambiar de vida, convertirse, abandonar sus errores y pecados.

De hecho, todas las gracias recibidas habrían sido inútiles si no llevaran a esa conclusión.

"Jesús, el dulce y misericordioso Salvador de los pecadores, era inexorable en la lucha contra el pecado. A los que querían seguirle, a los que dispensaba favores o perdonaba delitos, les exigía el propósito de romper definitivamente con todo lo que dice pecado". 23

El hecho de que Zaqueo se dispusiera a dar la mitad de sus bienes a los pobres demuestra su sinceridad y su buena fe. No obstante, Fillion va más lejos, tomando ese gesto "como recuerdo de la honra que le había hecho Jesús, y en señal de que con fe inquebrantable lo tenía por el Mesías prometido". 24

"...y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más".

Con todo, la conversión del publicano no habría sido completa sin el deseo de reparar los males por él provocados. Pues el pecado de robo exige, además de pedir perdón a Dios, restituir los bienes adquiridos indebidamente.

Zaqueo, maravillado en la contemplación de la Justicia en sustancia que tenía ante sí, se declara dispuesto a cumplir esa obligación con largueza: "Si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Su generosa actitud revela verdadero dolor por el pecado y una rectitud de alma fruto de la conversión obtenida por la gracia.

Este pasaje del Evangelio nos proporciona un valioso principio para el apostolado: las auténticas conversiones se conquistan siempre despertando en las almas la admiración por Nuestro Señor Jesucristo.

A pesar de la falta de méritos, es justificado por Nuestro Señor

Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham; porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".

Nuestro Señor usa también aquí la palabra "casa" en un sentido más profundo, refiriéndose, como vimos, al alma del anfitrión. Pues "fue en ese momento que la Fe de Zaqueo, su obediencia, su desinterés y su caridad hicieron de él un verdadero hijo de Abrahán". 25 Así, al afirmar "hoy ha llegado la salvación a esta casa", Jesús declara solemnemente que ese hombre está perdonado.

Antes de encontrarse con el Divino Maestro, Zaqueo era un pecador que corría en pos del lucro, a veces ilícito. Sin embargo, la gracia introdujo en su alma el deseo de ver a Aquel que "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido", y el publicano correspondió.

Buscar a Nuestro Señor, subir al árbol, bajar rápido al ser llamado, recibir con alegría y atender con generosidad, eran todos síntomas de aceptación de las gracias recibidas. Para consumar la conversión, faltaba solamente que Zaqueo reconociera sus pecados, pidiera perdón y se manifestara dispuesto a reparar el mal. Fue lo que hizo en presencia del Señor.

III - La admiración transforma

A través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres.

En cierto sentido todos somos Zaqueos. Viviendo aquí en estado de prueba, Nuestro Señor puede pasar frente a nosotros y llamarnos en cualquier momento, sirviéndose de una lectura, una conversación, una predicación, o quizá por medio de una moción interior de la gracia.

¿Cómo responderíamos si Él nos dijera, como al publicano: "baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa"? "¿Sabremos imitar la generosidad de Zaqueo y, adelantándonos a la amonestación del Señor, responderle con espontánea prontitud: en adelante, quiero firmemente no pecar más?". 26

Todo dependerá de la admiración que hayamos tenido.

El camino de la conversión del publicano, narrado en este pasaje del Evangelio, comenzó con un mero sentimiento de curiosidad por aquel Hombre del cual tanto había oído hablar.

Pero, por acción de la gracia, enseguida se transformó en deseo de conocerlo, hablarle y estar con Él, dando inicio al proceso que habría de convertirlo en verdadero "hijo de Abrahán".

También nosotros debemos reaccionar como Zaqueo, huyendo de las multitudes y trepando al "árbol de la admiración" para contemplar mejor al divino Maestro. Porque quien esté impulsado por un genuino arrobamiento escucha la palabra del Señor, observa sus preceptos y encara todas las dificultades para seguirlo hasta el fin. Sería arduo evaluar qué tan profundas son las consecuencias de ese girar con admiración hacia lo superior, si no fuera porque Santo Tomás de Aquino nos lo enseñó: "Lo primero que entonces le ocurre pensar al hombre [que llega al uso de razón] es deliberar acerca de sí mismo.

Y si en efecto se ordenare a sí mismo al fin debido, conseguirá por la gracia la remisión del pecado original". 27 ¡O sea, se derraman sobre él los mismos efectos del Bautismo sacramental! 28

Tan atrevida afirmación del Doctor Angélico es analizada en profundidad por Garrigou-Lagrange, según el cual, si un niño no bautizado y educado entre los infieles, cuando llega al pleno uso de razón ama eficazmente "el bien honesto más que a sí mismo", estará justificado.

¿Por qué? Porque de ese modo ama eficazmente a Dios, autor de la naturaleza y Soberano Bien, confusamente conocido; amor eficaz que en el estado de caída no es posible a no ser por la gracia, que eleva y cura. 29

En efecto, en la admiración por el bien el hombre se hace semejante al objeto de su encanto; por el contrario, al cerrarse sobre sí mismo, creyendo que encuentra en ello la felicidad, queda con el alma henchida de amargura, tristeza y frustración, pues la desvía de su finalidad suprema que es Dios. "Nos hiciste, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que repose en Ti",30 enseña el gran San Agustín.

A través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres.

Así, la salvación habrá entrado en nuestra casa, por la puerta de la admiración.

Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, E.P
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1 Cf. KELLER, Helen Adams - A história de minha vida. Río de Janeiro: José Olympio, 1940, pp. 248-249.
2 AQUINO, Sto. Tomás de - Suma Teológica I-II, q. 3, a. 8, resp. Ver también q. 32, a. 8, resp.: "La admiración es cierto deseo de saber, que en el hombre tiene lugar porque ve el efecto e ignora la causa, o bien porque la causa de tal efecto excede su conocimiento o su facultad."
3 TUYA, OP, Manuel de - Biblia comentada. Evangelios . Madrid: BAC, 1964, vol. 2, p. 889.
4 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA - Comentario al Evangelio de Lucas, 19, 2, apud ODEN, Thomas C. y JUST Jr., Arthur A. - La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia - Nuevo Testamento, San Lucas. Madrid: Ciudad Nueva, 2000, vol. 3, p. 392.
5 DUQUESNE - L'Évangile medité . Lyon-Paris: Perisse Frères, 1849, p. 309.
6 Respetamos aquí el orden cronológico de la exposición de San Lucas, sin entrar en la discusión exegética sobre si la curación del ciego ocurrió a la entrada o a la salida de la ciudad.
7 DUQUESNE, op. cit., p. 309.
8 WILLIAM, Franz Michel - A vida de Jesus no país e no povo de Israel. Petrópolis: Vozes, s/f, p. 338.
9 DUQUESNE, op. cit., p. 311.
10 MALDONADO, SJ, Juan de - Comentarios a los Cuatro Evangelios - Evangelios de San Marcos y San Lucas . Madrid: BAC, 1951, vol.2, p. 752.
11 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, op. cit., p. 392.
12 FERNÁNDEZ TRUYOLS, SJ, Andrés - Vida de Nuestro Señor Jesucristo . 2ª ed. Madrid: BAC, 1954, p. 490.
13 TUYA, OP, op. cit., p. 889.
14 SAN AMBROSIO, apud AQUINO, Sto. Tomás de - Catena Aurea
15 FILLION, Louis-Claude - Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Madrid: RIALP, s/f, vol. 2, p. 457.
16 MALDONADO, SJ, op. cit., p. 753.
17 SAN AGUSTÍN. Sermo 174, c. IV: PL 38, 942.
18 MALDONADO, SJ, op. cit., p. 753.
19 GOMÁ Y TOMÁS, Isidro - El Evangelio explicado. Barcelona: Casulleras, 1930, vol. 3, p. 398.
20 TUYA, OP, op. cit., p. 889.
21 SAN AGUSTÍN. Sermo 174, c. V: PL 38, 943.
22 FERNÁNDEZ TRUYOLS, SJ, op. cit., p. 490.
23 KOCH, SJ, Anton y SANCHO, Antonio - Docete. Formación básica del predicador y del conferenciante. La gracia. Barcelona: Herder, 1953, vol.4, p. 303.
24 FILLION, op. cit., p. 457.
25 DUQUESNE, op. cit., p. 314.
26 KOCH, SJ, y SANCHO, op. cit., p. 304.
27 AQUINO, Sto. Tomás de, op. cit., q. 89, a. 6.
28 Ídem, III, q. 66, a. 11, ad 2 y q. 68, a. 2.
29 GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald - El Sentido Común, la Filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas . Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1944, pp. 338-339.
30 SAN AGUSTÍN - Confesiones, 1, 1.

Escrito por Marcela (Renovación carismática católica)

Ten cuidado con tus pensamientos que se volverán palabras
Ten cuidado con tus palabras que se volverán actos
Ten cuidado con tus actos que se volverán costumbres
Ten cuidado con tus costumbres que esas serán tu carácter


Cuida tu carácter que será tu destino, sera tu vida
Sabes por que? Porque la Vida es un jardín

Lo que sembramos en ella eso te devolverá, así que elige semillas buenas, riégalas y con seguridad tendrás las flores mas hermosas

Cada acto, palabra, sonrisa o mirada es una semilla

Procura entonces que caiga tu semilla en el surco abierto del corazón de los hombre y vigila su futuro.

Procura además que sea como el trigo que da Pan a los pueblos y no produce espinas y cizaña que dejan estériles las Almas.

Muchas veces sembramos en el dolor pero esa siembra traerá frutos de gozo

A menudo sembramos llorando pero ¿ Quien sabe si tu semilla no necesita del riego de tus lagrimas para que germine??

No tomes las tormentas como castigos

Piensa que los vientos fuertes harán que tus raíces se hagan mas profundas para que tu rosal resista mejor lo que habrá de venir Y cuando tus hojas caigan no te lamentes serán tu propio abono reverdecerás y tendrás flores nuevas

Cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada mirada es un semilla. Procura hacer siempre una “Siembra de Amor”

Somos el producto de lo que pensamos y sentimos, por lo tanto mucho de lo que nos sucede en nuestra vida cotidiana esta influenciado por nuestra propia fuerza interior.

El antídoto a lo malo esta en cada persona, en su forma de ser y en su forma de vivir, en la manera como canaliza las energías que están dentro de si mismo

Y sobre todo , en la forma como trasmitimos esas energías a las personas que están con nosotros, cerca nuestro.

Si afirmamos permanentemente y con Absoluta Fe cosas positivas, eso será lo que logremos ya para nuestra salud, para nuestro trabajo, para nuestra familia, amigos, para nuestro entorno y todo cuanto con un buen propósito queramos que Dios nos conceda

El poder de la Fe que pongamos en todo lo que pidamos será determinante a la hora de recibir sus Gracias y Bendiciones!!!!!