La avidez de lucro y el apego al dinero suelen disminuir y aletargar la capacidad de admiración en las personas. Aquí, según parece, Zaqueo no se había dejado dominar completamente por la ambición, ya que, pese a ser un recaudador de impuestos y muy rico, dará pruebas de poseer un notable desprendimiento y espíritu admirativo. La atrevida actitud de trepar a un árbol la tomó, sin duda, movido por una gracia de entusiasmo por Nuestro Señor.
El padre Maldonado ofrece una interesante interpretación sobre el aspecto simbólico del gesto de Zaqueo, cuando comenta que "la turba de este mundo nos estorba reconocer al Señor; la hemos de dejar y poner bajo los pies para subir a mayor virtud y ver desde lo alto a Cristo". 10
El episodio presenta además otro hermoso significado, una lección para todos: cuando nos sintamos pequeños, debemos buscar a Jesús, sobre todo en el Santísimo Sacramento, expuesto en el ostensorio. Ese deseo de estar con Él bastará para moverlo a apiadarse de nosotros y a darnos lo que nuestras almas más necesiten.
Nuestro Señor clava su mirada en el publicano Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto (...)". Detengámonos un momento para imaginar la escena. Tal como cuando curó al ciego a la entrada de la ciudad, Jesús se detiene frente al árbol donde se encuentra Zaqueo y le dirige una mirada rebosante de bondad. El pueblo se aglomera curioso por ver lo que iba a suceder, tal vez esperando del Maestro una actitud de censura hacia el recaudador de impuestos. Sin embargo, en lugar de reprenderlo, Jesús lo llama afectuosamente por su nombre y le pide que baje.
Nuestro Señor no conocía todavía a ese publicano a través de su ciencia humana.
Pero aquí revela que no ignoraba de quién se trataba, ni las virtudes que despuntaban en su alma. San Cirilo comenta muy a propósito: "Cristo había visto aquello con sus ojos de Dios y al levantar la vista vio a la persona de Zaqueo también con los de carne. Y como era su objetivo que todos los hombres se salven, prolongó en este hombre su bondad". 11
"¡Cuál no sería su sorpresa al oír que le llamaba por su propio nombre! Y ¡qué grande alegría!", observa el padre Truyols. 12 Jesús le infundió aún más ánimo y confianza al decirle "baja pronto", pues, en la acertada opinión del padre Tuya, "en esta palabra hay un ansia espiritual de ganarle". 13
Es curioso notar que Zaqueo no le dice nada a Jesús. A juzgar por el relato evangélico, se limita a mirarle maravillado y con veneración, mientras oye dichoso sus palabras.
"Hoy tengo que alojarme en tu casa"
"...porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Como si no bastara sólo con eso, el divino Maestro toma la iniciativa de invitarse a alojarse en la residencia de Zaqueo, contrariando las costumbres. Pero San Ambrosio observa que Jesús "sabía que su hospitalidad obtendría una gran recompensa, aun cuando no había oído todavía la voz del que le había de convidar; pero ya conocía su deseo". 14 Enfrentando todas las murmuraciones que podría suscitar su presencia en casa de un publicano, Nuestro Señor anuncia su visita "de un modo regio y familiar a un tiempo". 15
El episodio confirma que nada atrae más las gracias de Dios que un espíritu lleno de admiración. Maldonado asegura: "No hay duda que llamó Cristo a Zaqueo porque veía la disposición de su ánimo y la diligencia que había puesto para lograr verlo al pasar". 16 Y San Agustín comenta: "El que juzgaba como un favor grande e inexplicable verlo cuando pasara, mereció hospedarlo en su propia casa.
Es derramada la gracia, obra la fe por la caridad, es recibido en la casa Cristo, que ya había entrado en el corazón". 17
Conviene detenernos en las palabras "en tu casa". Sin duda se refería el Señor a la residencia de Zaqueo, la cual requería ser puesta en orden para recibirlo. Para el jefe de los recaudadores de impuestos eso no era cosa difícil, ya que por su posición social debía recibir con frecuencia visitas importantes. No le faltarían criados ni recursos para ello.
Pero, desde el punto de vista sobrenatural, es como si Jesús se comunicara con Zaqueo de mirada a mirada, de corazón a corazón, diciéndole: "Hoy me hospedaré en tu alma". Por tanto, la "casa" significa también aquí el alma que debe estar preparada para recibir al Señor.
La admiración trae alegría Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Ante la misericordiosa iniciativa del Redentor, Zaqueo se muestra dispuesto a obedecerle en todo. Lleno de entusiasmo, "hizo lo que le mandaba Cristo y del mismo modo que se lo había ordenado. Le acababa de decir que bajase aprisa, y aprisa bajó. Esto significa responder a la gracia: seguir al punto a aquel que llama, sin tardanzas ni excusas". 18
Más aún, este hombre recibe a Jesús "con alegría", pues al sentirse enteramente interpretado y comprendido por quien es su superior, su alma se llena de júbilo y se abre a la Fe.
Vemos así cómo la admiración es un excelente antídoto contra la mala tristeza que lleva al desánimo. Cuando, a semejanza de Zaqueo, nos sentimos atraídos por Jesús y buscamos ocasiones para encontrarlo -sea en el Sacramento de la Eucaristía, sea a través de los seres creados- Él nos recompensa viniendo a nuestra casa, es decir, entrando en nuestra convivencia y llenándonos de gracias, muchas veces sensibles.
Sorpresa e incomprensión de la opinión pública Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". El gentío, lleno de odio contra aquel publicano, "manifestó su descontento, no pudiendo sustraerse a sus prejuicios, a pesar de que, poco ha, había dado gloria a Dios por la curación del ciego obrada por Jesús", 19 y empezó a murmurar contra Él.
Es importante destacar que San Lucas afirma que eran "todos" y no sólo algunos los que recriminaban a Jesús por hospedarse en casa de un "pecador". Esta palabra, subraya el padre Tuya, "tenía para ellos el sentido de un hombre inmerso en toda impureza ‘legal', que aquí también podría ser moral, por sus extorsiones en el cobro de las tasas". 20 Entrar en la residencia de un cobrador de impuestos significaba para los judíos de entonces mancillarse y atraer sobre sí la maldición de Dios.
Sin embargo, ese rechazo a la actitud de Jesús carecía totalmente de fundamento. ¿No había enseñado ya el divino Maestro, en disputa contra los fariseos, que "no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan" (Lc 5, 32)? Muy acertadamente concluye San Agustín: querer impedir la entrada de Jesús a casa del publicano equivalía "a censurar al médico por entrar en casa del enfermo". 21
Jesús, como observa el padre Truyols, hace caso omiso de esas murmuraciones. "Él era el Buen Pastor, que había venido al mundo en busca de la oveja perdida, y para encontrarla y volverla al redil aceptaba la invitación del publicano Levi y se dejaba tocar por la pecadora; y no ignoraba que la aparente delicadeza de conciencia de quienes le reprochaban tal proceder no era otra cosa que velo de refinado orgullo y de cruel egoísmo". 22
Sumisión y generosidad de Zaqueo Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, (...)". Este versículo muestra cuánto había preparado el publicano la "casa" de su alma para recibir bien al Mesías. Al llegar a aquella residencia, Jesús debe haberse recostado al modo oriental en un diván, y sería inusual que el anfitrión no hiciera lo mismo.
Pues bien, Zaqueo se quedó de pie, en señal de sumisión, veneración y reconocimiento de la superioridad de su Huésped, en el que vislumbraba tal vez rasgos de divinidad.
A estas alturas él ya está queriendo cambiar de vida, convertirse, abandonar sus errores y pecados.
De hecho, todas las gracias recibidas habrían sido inútiles si no llevaran a esa conclusión.
"Jesús, el dulce y misericordioso Salvador de los pecadores, era inexorable en la lucha contra el pecado. A los que querían seguirle, a los que dispensaba favores o perdonaba delitos, les exigía el propósito de romper definitivamente con todo lo que dice pecado". 23
El hecho de que Zaqueo se dispusiera a dar la mitad de sus bienes a los pobres demuestra su sinceridad y su buena fe. No obstante, Fillion va más lejos, tomando ese gesto "como recuerdo de la honra que le había hecho Jesús, y en señal de que con fe inquebrantable lo tenía por el Mesías prometido". 24
"...y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Con todo, la conversión del publicano no habría sido completa sin el deseo de reparar los males por él provocados. Pues el pecado de robo exige, además de pedir perdón a Dios, restituir los bienes adquiridos indebidamente.
Zaqueo, maravillado en la contemplación de la Justicia en sustancia que tenía ante sí, se declara dispuesto a cumplir esa obligación con largueza: "Si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Su generosa actitud revela verdadero dolor por el pecado y una rectitud de alma fruto de la conversión obtenida por la gracia.
Este pasaje del Evangelio nos proporciona un valioso principio para el apostolado: las auténticas conversiones se conquistan siempre despertando en las almas la admiración por Nuestro Señor Jesucristo.
A pesar de la falta de méritos, es justificado por Nuestro Señor Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham; porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
Nuestro Señor usa también aquí la palabra "casa" en un sentido más profundo, refiriéndose, como vimos, al alma del anfitrión. Pues "fue en ese momento que la Fe de Zaqueo, su obediencia, su desinterés y su caridad hicieron de él un verdadero hijo de Abrahán". 25 Así, al afirmar "hoy ha llegado la salvación a esta casa", Jesús declara solemnemente que ese hombre está perdonado.
Antes de encontrarse con el Divino Maestro, Zaqueo era un pecador que corría en pos del lucro, a veces ilícito. Sin embargo, la gracia introdujo en su alma el deseo de ver a Aquel que "vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido", y el publicano correspondió.
Buscar a Nuestro Señor, subir al árbol, bajar rápido al ser llamado, recibir con alegría y atender con generosidad, eran todos síntomas de aceptación de las gracias recibidas. Para consumar la conversión, faltaba solamente que Zaqueo reconociera sus pecados, pidiera perdón y se manifestara dispuesto a reparar el mal. Fue lo que hizo en presencia del Señor.
III - La admiración transformaA través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres.
En cierto sentido todos somos Zaqueos. Viviendo aquí en estado de prueba, Nuestro Señor puede pasar frente a nosotros y llamarnos en cualquier momento, sirviéndose de una lectura, una conversación, una predicación, o quizá por medio de una moción interior de la gracia.

¿Cómo responderíamos si Él nos dijera, como al publicano: "baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa"? "¿Sabremos imitar la generosidad de Zaqueo y, adelantándonos a la amonestación del Señor, responderle con espontánea prontitud: en adelante, quiero firmemente no pecar más?". 26
Todo dependerá de la admiración que hayamos tenido. El camino de la conversión del publicano, narrado en este pasaje del Evangelio, comenzó con un mero sentimiento de curiosidad por aquel Hombre del cual tanto había oído hablar.
Pero, por acción de la gracia, enseguida se transformó en deseo de conocerlo, hablarle y estar con Él, dando inicio al proceso que habría de convertirlo en verdadero "hijo de Abrahán".
También nosotros debemos reaccionar como Zaqueo, huyendo de las multitudes y trepando al "árbol de la admiración" para contemplar mejor al divino Maestro. Porque quien esté impulsado por un genuino arrobamiento escucha la palabra del Señor, observa sus preceptos y encara todas las dificultades para seguirlo hasta el fin. Sería arduo evaluar qué tan profundas son las consecuencias de ese girar con admiración hacia lo superior, si no fuera porque Santo Tomás de Aquino nos lo enseñó: "Lo primero que entonces le ocurre pensar al hombre [que llega al uso de razón] es deliberar acerca de sí mismo.
Y si en efecto se ordenare a sí mismo al fin debido, conseguirá por la gracia la remisión del pecado original". 27 ¡O sea, se derraman sobre él los mismos efectos del Bautismo sacramental! 28
Tan atrevida afirmación del Doctor Angélico es analizada en profundidad por Garrigou-Lagrange, según el cual, si un niño no bautizado y educado entre los infieles, cuando llega al pleno uso de razón ama eficazmente "el bien honesto más que a sí mismo", estará justificado.
¿Por qué? Porque de ese modo ama eficazmente a Dios, autor de la naturaleza y Soberano Bien, confusamente conocido; amor eficaz que en el estado de caída no es posible a no ser por la gracia, que eleva y cura. 29
En efecto, en la admiración por el bien el hombre se hace semejante al objeto de su encanto; por el contrario, al cerrarse sobre sí mismo, creyendo que encuentra en ello la felicidad, queda con el alma henchida de amargura, tristeza y frustración, pues la desvía de su finalidad suprema que es Dios. "Nos hiciste, Señor, para Ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que repose en Ti",30 enseña el gran San Agustín.
A través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres.
Así, la salvación habrá entrado en nuestra casa, por la puerta de la admiración.
Por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, E.P
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1 Cf. KELLER, Helen Adams - A história de minha vida. Río de Janeiro: José Olympio, 1940, pp. 248-249.
2 AQUINO, Sto. Tomás de - Suma Teológica I-II, q. 3, a. 8, resp. Ver también q. 32, a. 8, resp.: "La admiración es cierto deseo de saber, que en el hombre tiene lugar porque ve el efecto e ignora la causa, o bien porque la causa de tal efecto excede su conocimiento o su facultad."
3 TUYA, OP, Manuel de - Biblia comentada. Evangelios . Madrid: BAC, 1964, vol. 2, p. 889.
4 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA - Comentario al Evangelio de Lucas, 19, 2, apud ODEN, Thomas C. y JUST Jr., Arthur A. - La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia - Nuevo Testamento, San Lucas. Madrid: Ciudad Nueva, 2000, vol. 3, p. 392.
5 DUQUESNE - L'Évangile medité . Lyon-Paris: Perisse Frères, 1849, p. 309.
6 Respetamos aquí el orden cronológico de la exposición de San Lucas, sin entrar en la discusión exegética sobre si la curación del ciego ocurrió a la entrada o a la salida de la ciudad.
7 DUQUESNE, op. cit., p. 309.
8 WILLIAM, Franz Michel - A vida de Jesus no país e no povo de Israel. Petrópolis: Vozes, s/f, p. 338.
9 DUQUESNE, op. cit., p. 311.
10 MALDONADO, SJ, Juan de - Comentarios a los Cuatro Evangelios - Evangelios de San Marcos y San Lucas . Madrid: BAC, 1951, vol.2, p. 752.
11 SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, op. cit., p. 392.
12 FERNÁNDEZ TRUYOLS, SJ, Andrés - Vida de Nuestro Señor Jesucristo . 2ª ed. Madrid: BAC, 1954, p. 490.
13 TUYA, OP, op. cit., p. 889.
14 SAN AMBROSIO, apud AQUINO, Sto. Tomás de - Catena Aurea
15 FILLION, Louis-Claude - Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Madrid: RIALP, s/f, vol. 2, p. 457.
16 MALDONADO, SJ, op. cit., p. 753.
17 SAN AGUSTÍN. Sermo 174, c. IV: PL 38, 942.
18 MALDONADO, SJ, op. cit., p. 753.
19 GOMÁ Y TOMÁS, Isidro - El Evangelio explicado. Barcelona: Casulleras, 1930, vol. 3, p. 398.
20 TUYA, OP, op. cit., p. 889.
21 SAN AGUSTÍN. Sermo 174, c. V: PL 38, 943.
22 FERNÁNDEZ TRUYOLS, SJ, op. cit., p. 490.
23 KOCH, SJ, Anton y SANCHO, Antonio - Docete. Formación básica del predicador y del conferenciante. La gracia. Barcelona: Herder, 1953, vol.4, p. 303.
24 FILLION, op. cit., p. 457.
25 DUQUESNE, op. cit., p. 314.
26 KOCH, SJ, y SANCHO, op. cit., p. 304.
27 AQUINO, Sto. Tomás de, op. cit., q. 89, a. 6.
28 Ídem, III, q. 66, a. 11, ad 2 y q. 68, a. 2.
29 GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald - El Sentido Común, la Filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas . Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1944, pp. 338-339.
30 SAN AGUSTÍN - Confesiones, 1, 1.