miércoles, 2 de junio de 2010

La tarea de enseñar

Publicado 2010/06/02
Autor : Papa Benedicto XVI

En el ejercicio de su “munus docendi”, el sacerdote no debe enseñar ideas propias, ni hablar por sí mismo, ni decir cosas propias; sino, en nombre de Cristo presente, proponer la verdad que es Cristo mismo.

El primer oficio del que quisiera hablar hoy es el munus docendi , es decir, el de enseñar. Hoy, en plena emergencia educativa, el munus docendi de la Iglesia, ejercido concretamente a través del ministerio de cada sacerdote, resulta particularmente importante.

Vivimos en una gran confusión sobre las opciones fundamentales de nuestra vida y los interrogantes sobre qué es el mundo, de dónde viene, a dónde vamos, qué tenemos que hacer para realizar el bien, cómo debemos vivir, cuáles son los valores realmente pertinentes. Con respecto a todo esto existen muchas filosofías opuestas, que nacen y desaparecen, creando confusión sobre las decisiones fundamentales, sobre cómo vivir, porque normalmente ya no sabemos de qué y para qué hemos sido hechos y a dónde vamos.

En esta situación se realiza la palabra del Señor, que tuvo compasión de la multitud porque eran como ovejas sin pastor (cf. Mc 6, 34). El Señor hizo esta constatación cuando vio los miles de personas que le seguían en el desierto porque, entre las diversas corrientes de aquel tiempo, ya no sabían cuál era el verdadero sentido de la Escritura, qué decía Dios. El Señor, movido por la compasión, interpretó la Palabra de Dios —Él mismo es la Palabra de Dios—, y así dio una orientación.

Esta es la función in persona Christi del sacerdote: hacer presente, en la confusión y en la desorientación de nuestro tiempo, la luz de la Palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en este mundo nuestro.

El sacerdote no habla por sí mismo, no habla para sí mismo

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