viernes, 18 de junio de 2010

En tiempos de mundial, Fútbol y Fe: la humildad y la gloria

Reflexión del Obispo de Melo y Secretario General de la CEU,
Mons. Heriberto Bodeant


Al entrar a la cancha o al hacer un gol, muchas veces se ve a los
jugadores haciendo la señal de la cruz (no sé si Obdulio Varela lo
hacía)... ¿Qué significa ese gesto para ellos? Allá por el año 1975,
Juan C. Acosta, centrodelantero de la selección juvenil uruguaya que
había ganado en Lima el campeonato sudamericano, lo explicaba así: Por
ella pedimos a Dios que nos ayude y nos proteja. Frecuentemente hay
lesiones que nos marginan de la competencia. Cuando ingresamos a la
cancha nos exponemos a muchos riesgos. Pedimos a Dios, no tanto el
triunfo, sino su protección, para poder jugar siempre. Que Él esté de
parte nuestra.

Luego del gol, bueno, le agradecemos que nos haya permitido vivir ese
momento, poder hacerlo, agregaba Ricardo Ortiz, capitán de aquel
equipo celeste .

Encomendarnos a Dios, ponernos bajo la protección del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, es reconocer que somos criaturas, que no somos
omnipotentes, sino frágiles, vulnerables. Agradecer es reconocer que
la lucidez, la inteligencia, las habilidades, las fuerzas que se ponen
en la cancha no son sólo resultado del trabajo y el esfuerzo, sino
ante todo dones que hemos recibido de nuestro Creador y que hemos
podido desarrollar.

Hacerse la señal de la cruz puede ser así un signo de humildad.
Humildad, del latín humilitas, que viene a su vez de humus, tierra.
Esto nos recuerda que somos "de barro", que nuestra vida es pasajera:
"polvo eres y en polvo te convertirás". A la vez, nos encomendamos a
Aquel del que viene la Vida, el único que puede realmente colmarnos, y
que nos promete participar para siempre de su vida Divina, en
definitiva, el que nos hace entrar en su Gloria.

"Gloria" es una palabra común a las expresiones de fe y al fútbol. "La
gloriosa celeste", decimos con orgullo los uruguayos. Los cristianos
alabamos a Dios diciendo "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo..."

Pero ¿qué es esa Gloria de Dios? El Evangelio de Juan nos acerca a ese
tema desde un ángulo tal vez inesperado: la Gloria es la manifestación
de la Verdad más profunda de Dios., es decir, su Amor, porque Dios es
Amor. Dar Gloria a Dios, glorificarlo, es nada más, y nada menos, que
reconocer abiertamente esa realidad. Asi, en el Evangelio de Juan,
Jesús aparece muchas veces glorificando al Padre, pidiendo que el
Padre glorifique su nombre, anunciando que el Hijo va a ser
glorificado por el Padre... Podríamos traducirlo así: Jesús aparece
muchas manifestando la verdad más profunda que hay en el Padre, Jesús
pide al Padre que manifieste una vez más su Amor, Jesús anuncia que el
Padre va a hacer visible, evidente, el Amor con que el Hijo se
entrega...

¿Cuál es la gloria de un equipo, de un jugador? La copa, la medalla,
el premio, es ese reconocimiento de una realidad: es el que ganó, el
que salió campeón, el que convirtió más goles, el que atajó los
penales del alargue... Esa es "la hora de la verdad", suele decirse.,
porque "fútbol son goles", y con los goles se ganan los partidos...
Sin embargo, mirando algunas trayectorias individuales, hay una gloria
más profunda en aquellos que, junto a su habilidad deportiva, que les
valió premios y reconocimientos, cultivaron otros valores: su espíritu
verdaderamente deportivo, su caballerosidad, su respeto por el otro...
Esa "gloria" está más cerca de no ser la gloria pasajera, la que hacía
decir a los antiguos romanos Sic transit gloria mundi: "Así pasa la
gloria del mundo" o, como suele decirse hoy, "los 15 segundos de
fama"...

Especial sobre el Mundial en www.iglesiacatolica.org.uy

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