Loreto (Viernes, 05-10-2012, Gaudium Press) El Papa Benedicto fue ayer en la mañana a la ciudad de Loreto, región italiana de las Marcas. Allá peregrinó hasta el Santuario de la Santa Casa y celebró la Misa. En seguida hubo un almuerzo en el Centro "Juan Pablo II". Ésta es la octava visita que un Pontífice realiza a esta ciudad en los últimos 50 años.
En la homilía de la Santa Misa delante del Santuario, con la presencia de más de 10 mil personas, el Papa Benedicto XVI comenzó por recordar que el día 4 de octubre de 1962, Juan XXIII fue en peregrinación al Santuario de Loreto para confiar a la Virgen María el Concilio Ecuménico Vaticano II, que sería inaugurado una semana después.
En la homilía de la Santa Misa delante del Santuario, con la presencia de más de 10 mil personas, el Papa Benedicto XVI comenzó por recordar que el día 4 de octubre de 1962, Juan XXIII fue en peregrinación al Santuario de Loreto para confiar a la Virgen María el Concilio Ecuménico Vaticano II, que sería inaugurado una semana después.
Después de cincuenta años, también Benedicto XVI quiso ir en peregrinación a Loreto para "confiar a la Madre de Dios dos importantes iniciativas eclesiales: el Año de la Fe, que tendrá inicio de aquí a una semana, el día 11 de octubre, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para el mes de octubre, con el tema «La Nueva Evangelización para la transmisión de la Fe Cristiana»".
Después de los saludos, el Santo Padre recordó la Carta Apostólica de convocación del Año de la Fe, un tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece a fin de conmemorar el don precioso de la fe. Y justamente en Loreto - dijo el Papa - tenemos la oportunidad de colocarnos en la escuela de María, que fue proclamada ‘Bienaventurada' porque "creyó".
Benedicto XVI también se refirió especialmente al Santuario: "Este Santuario, construido alrededor de su casa terrenal, guarda la memoria del momento en el cual el Ángel del Señor vino a María con el gran anuncio de la Encarnación, y ella le dio su respuesta. Esta humilde habitación es un testimonio concreto y tangible del mayor acontecimiento de nuestra historia: la Encarnación; el Verbo se hizo carne, y María, la sierva del Señor, es el canal privilegiado a través del cual Dios habitó entre nosotros. María ofreció su carne, se colocó enteramente a disposición de la voluntad de Dios, tornándose "lugar" de su presencia, "lugar" en el cual habita el Hijo de Dios".
El Beato Juan XXIII hace cincuenta años, en Loreto, invitaba a contemplar este misterio, a "reflexionar sobre esta unión del cielo con la tierra, que es la finalidad de la Encarnación y la Redención", y afirmaba que el propio Concilio tenía como objetivo extender siempre más el alcance benéfico de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social.
"Es una invitación que resuena hoy con particular intensidad. En la crisis actual que afecta no solo la economía, sino varios sectores de la sociedad, la Encarnación del Hijo de Dios nos habla de cuánto el hombre es importante para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios el hombre acaba por dejar prevalecer su egoísmo sobre la solidaridad y sobre el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es preciso volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios incluso en los momentos difíciles, de crisis, el horizonte de la esperanza no desaparece: la Encarnación nos dice que jamás estamos solos, Dios entró en nuestra humanidad y nos acompaña".
Oración a la Virgen
El Santo Padre finalizó su homilía recordando que la peregrinación de hoy se da, providencialmente, en el día en que se celebra la memoria de San Francisco de Asís, verdadero "Evangelio Vivo" y con una oración a María:
"Quiero confiar a la Santísima Madre de Dios todas las dificultades que vive nuestro mundo en la búsqueda de serenidad y de paz; los problemas de tantas familias que miran hacia el futuro con preocupación, los deseos de los jóvenes que se abren a la vida, los sufrimientos de los que esperan gestos y elecciones de solidaridad y de amor. Quiero confiar a la Madre de Dios también este especial tiempo de gracia para la Iglesia, que se abre delante de nosotros. Vos, Madre del "sí", que escuchasteis a Jesús, háblanos de Él, cuéntanos sobre vuestra estrada para seguirlo en el camino de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y tornarse morada de Dios. ¡Amén!
Con informaciones de la Radio Vaticana.
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