viernes, 23 de marzo de 2012

En Brasil, otros 14 nuevos sacerdotes de los Heraldos del Evangelio

Caieiras (Martes, 20-03-2012, Gaudium Press) Era una mañana brillante ayer, soleada, en la verdes sierras de la Cantareira paulistana del Brasil, más exactamente en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Iglesia Madre de los Heraldos del Evangelio. Allí, una vez más, se dio la solemne ordenación de 14 nuevos sacerdotes de la Sociedad Clerical de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli, de la familia de los Heraldos del Evangelio.

Los neo-ordenandos provenían de diversos países: del país anfitrión, Brasil, eran 10, además de 2 españoles, 1 argentino y 1 colombiano. El escenario, perfecto: Una preciosa iglesia gótica, nueva, revestida en su interior de la más bella policromía, con sus magníficos frescos réplicas de Fra Angélico, con sus cielos azules en punta poblados del estrellas, con su gigante Cristo crucificado colgando sobre el presbiterio, con su glorioso patriarca San José ocupando esta vez el lugar reservado a la Virgen en el altar central (pues era su día); con su Purísima Esposa, la Inmaculada, sobre una columna lateral, y con sus cientos de Heraldos de hábito, los del serio y sacral marrón -que son los clérigos-, los de vivaz túnica blanca y escapulario carmelita -caballeros de la Orden Primera-, y las puras damas y niñas de la Orden segunda, también con sus hermosos atuendos propios. Todo era maravilloso.

El inicio de la ceremonia, a las 10 horas, tuvo una magnífica sorpresa, esta vez venida de la Santa Sede: el propio Pontífice Máximo romano, por intermedio del Secretario para asuntos Generales de la Secretaría de Estado vaticana -Mons. Giovanni Angelo Becciu-, envió un saludo a toda la Asamblea, particularmente al obispo ordenante Mons. Benedito Beni dos Santos y a los ordenandos, congratulándose por los nuevos ministros de Dios, y señalando con su autoridad Apostólica la vía que deben recorrer en su camino sacerdotal. El Papa se hacía así presente en toda la ceremonia que se comenzaba a desarrollar.

Las lecturas de la misa, como debía ser, todas relacionadas con el Patriarca San José y con el insigne don para el mundo que es el sacerdocio: En la primera, Dios a través de Samuel pide al Rey la construcción de su templo, de su iglesia. En el Salmo, el Señor manifiesta su misericordia en el ministerio del linaje de David. En la segunda lectura el Apóstol de las Gentes resalta que las glorias de los patriarcas bíblicos provienen de la justicia que viene de la fe. Y en el Evangelio, fue cantado el texto de San Mateo que habla de San José, el varón justo, de su perplejidad cuando vio a su pura esposa encinta, y de la tranquilizante revelación del Altísimo, de que el fruto de las puras entrañas de la Virgen era la concepción de la acción del Santo Espíritu.

Tras los ritos iniciales, se sucedió la presentación de los candidatos al obispo: Don Arnaldo Shigueru Izumino, don Carlos Roberto Tonelli Domingues, don Célio Luis Casale, don Claudio Daniel Bareiro, don Eduardo Frizzarini, don Flávio Sguerra, don Francisco Javier Pérez Beltrán, don Francisco Teixeira de Araújo, don Juan José Navarro Barba, don Orlando Tsuyoshi Kimura, don Roberto José Merizalde Escallón, don Roberto Massamiti Hayashi, don Roberto Ryo Sato y don Wagner Morato Menezes, respondieron "presente" al llamado de cada uno. Monseñor Juan Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio, dio fe solemne al obispo ordenante y a toda la comunidad, de la dignidad y probidad de cada uno de los candidatos para el otorgamiento del segundo grado del Orden Sacerdotal, y acto seguido, los elegidos formularon de público sus propósitos de ser fieles en el cumplimiento del ministerio sacerdotal, en la colaboración con los obispos, en el ministerio de la Palabra y la proclamación del Evangelio, en la enseñanza de la fe católica, en la celebración fiel de los misterios de Cristo y la búsqueda de la santificación del pueblo de Dios, y en la obediencia al obispo diocesano y a su legítimo superior.

Homilía de Mons. Benedito Beni dos Santos

Bello y didáctico, como es habitual, fue el sermón de Mons. Benedito Beni dos Santos, obispo de Lorena y Supervisor General de Formación de los Heraldos del Evangelio, que tuvo como ejes las glorias del patriarca San José y los deberes del sacerdote y su obligación de caminar hacia la santidad.

"Estamos celebrando los dos títulos que la liturgia confiere a San José: esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal. El primer título recuerda que San José (...) estuvo unido de modo único y original a Jesucristo y su obra (...). El segundo rememora que San José fue el jefe de la primera comunidad cristiana. La Iglesia (...) es la comunidad reunida en torno de Cristo. Ahora, la primera comunidad que estuvo reunida en torno de Cristo fue la familia de Nazareth, de la cual San José era el jefe", expresó el obispo de Lorena.

A los nuevos presbíteros, el prelado ordenante invocó el cumplimiento eximio y santo del ministerio sacerdotal, particularmente en la eucaristía y la confesión, la santidad de vida que les es más exigida por su elevada nueva condición, y la necesidad de ser verdaderos padres, pues el pueblo de Dios necesita la paternalidad, a ejemplo de los patriarcas y a ejemplo de Dios Padre, que es Padre y Pastor.

La homilía fue sucedida por el cántico de la Letanía de Todos los Santos -mientras los candidatos yacían prosternados por tierra en señal de humildad-, la imposición de las manos por parte del obispo -que constituye la materia del sacramento de la Ordenación Sacerdotal- y la recitación de la oración de la Ordenación, que configura la forma del sacramento: "Nos os pedimos, Padre todopoderoso, constituid estos vuestros siervos en la dignidad de presbíteros", impetró con alegría y decisión Mons. Benedito.
Ya sacerdotes, los nuevos presbíteros se revistieron de la estola y la casulla, paramentos que caracterizan su nuevo ministerio. Les fueron ungidas las manos con el aceite bendito del Crisma, y esas manos que consagrarán día tras día el Cuerpo y Sangre de Cristo, fueron selladas con una tela de puro lino blanco, para ser desatada a su turno por los familiares presentes de los ministros, muchos de ellos sus madres, todas con lágrimas en los ojos, que se unían a las lágrimas emocionadas de sus hijos.

Continuó pues la liturgia eucarística, ya participada activamente por los nuevos presbíteros. Después de la comunión, el Padre Célio Casale, a nombre de los 14 ordenados, agradeció a Mons. Benedito por su paternalidad hacia ellos, y muy especialmente también a Mons. João Clá, por su convocatoria al sacerdocio, pero por sobre todo por su ejemplo de vida, de eximio sacerdote, de hombre que solo vive para la Iglesia y para la gloria de Cristo.

Tras la bendición final, todos los que tuvimos la gracia de estar allí presentes, salimos renovados, con una fe restaurada, alegres, dispuestos para la lucha diaria, en la confianza del auxilio de Dios, a través de su Iglesia, por boca, manos y ejemplos de sus ministros.

Gaudium Press / S.C.

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