domingo, 8 de julio de 2012

Hacia el bicentenario del nacimiento del Siervo de Dios


 
El mes de julio nos convoca a hacer memoria del nacimiento del Siervo de Dios Jacinto Vera.

Cada año, el 3 de julio, celebramos su cumpleaños.Pero en esta ocasión, existe la particularidad,que este cumpleaños es el número 199, loque nos abre al bicentenario de su nacimiento,que efectivamente celebraremos en el 2013.

En medio de los festejos de estos años de bicentenario del proceso de emancipación de nuestra Patria, festejaremos también el bicentenario del nacimiento de nuestro primer Pastor, hecho que ocurrió en época del gobierno artiguista, cuando la Banda Oriental se encontraba en plena revolución.

Jacinto Vera y Durán nació el 3 de julio de 1813 frente a Santa Catalina (Brasil), en el barco que traía a sus padres desde Canarias, emigrando a estas tierras. Fue bautizado, el 2 de agosto, en la Parroquia Nossa Senhora do Desterro (hoy Florianópolis), entonces perteneciente a la diócesis de Sâo Sebastiâo de Río de Janeiro.

Sus padres nacieron y vivieron en la isla de Lanzarote; eran descendientes de vecinos de Tinajo, una población de algunos centenares de habitantes. Precisamente, dada la situación de conmoción de la Banda Oriental, lugar donde sus padres pensaban radicarse, quedaron en Brasil y recién llegaron a estas tierras cuando Jacinto tenía entre dos y siete años, ya que no se sabe la fecha con exactitud.

Sus padres, Don Gerardo Vera y Doña Josefa Durán y Martín, fueron trabajadores del campo, gente humilde y muy piadosa que inculcó a Jacinto desde pequeño el amor a Dios.

Jacinto era el cuarto de cinco hijos. Su padre arrendó una fracción de campo en Maldonado, en el abra del Mallorquín y después se trasladaron a Toledo donde compró una porción de tierra. Allí, en la capilla Ntra. Sra. del Carmen, llamada de Doña Ana -dependiente de la parroquia San Isidro de las Piedras-, que quedaba a una legua y media de su casa, Jacinto recibió su primera comunión. Pero también la familia iba a Montevideo y frecuentaba el Convento de San Francisco, donde acompañado por su madre, Jacinto celebró por primera vez el sacramento de la reconciliación.

Entre los testimonios de su niñez, el Pbro. Jerónimo J. Silva, afirma al respecto:“Oí a mis padres referir repetidas veces que, teniendo mis abuelos maternos, Don José de Armas y Doña María Estévez de Armas, en Toledo una tahona (molino), el joven Jacinto Vera llevaba a dicho establecimiento a caballo la molienda, es decir, las bolsas de trigo para moler en la citada tahona y que, mientras cabalgaba iba rezando y estudiando sus lecciones”. Y agrega: “Por tener un lejano parentesco con el Siervo de Dios se ha conservado en mi familia el recuerdo de las virtudes familiares como de buen hijo, buen hermano, buen amigo, de tal manera que mis padres nos lo proponían como modelo de esas virtudes”.

Gerardo Vera, contribuyó con su trabajo y también con materiales a la construcción de la Casa de Ejercicios de Montevideo, trabajo en el que lo acompañó su hijo Jacinto. Será precisamente allí, unos años después donde Jacinto participando de una tanda de Ejercicios se descubre llamado por el Señor para el sacerdocio. Jacinto vivirá con sus padres, dedicándose a estas actividades rurales hasta los 23 años. Será reconocido por todos el gran cariño que durante toda la vida Jacinto profesó a sus padres, con los cuáles fue sumamente bueno y afectuoso.También esta experiencia de vida rural explica la simplicidad y naturalidad en el trato con la gente del campo, que lo va a caracterizar a lo largo de todo su ministerio.Y el recuerdo de su infancia y de los lugares donde se crió los mantendrá durante toda su vida, al punto que en su última misión, en Pan de Azúcar, donde lo encuentra la muerte, demuestra su predilección por esos parajes y por sus pobladores:
// P. Gabriel González Merlano

El mes de julio nos convoca a hacer memoria del nacimiento del Siervo de Dios Jacinto Vera.

Cada año, el 3 de julio, celebramos su cumpleaños.Pero en esta ocasión, existe la particularidad,que este cumpleaños es el número 199, loque nos abre al bicentenario de su nacimiento,que efectivamente celebraremos en el 2013.

En medio de los festejos de estos años de bicentenario del proceso de emancipación de nuestra Patria, festejaremos también el bicentenario del nacimiento de nuestro primer Pastor, hecho que ocurrió en época del gobierno artiguista, cuando la Banda Oriental se encontraba en plena revolución.

Jacinto Vera y Durán nació el 3 de julio de 1813 frente a Santa Catalina (Brasil), en el barco que traía a sus padres desde Canarias, emigrando a estas tierras. Fue bautizado, el 2 de agosto, en la Parroquia Nossa Senhora do Desterro (hoy Florianópolis), entonces perteneciente a la diócesis de Sâo Sebastiâo de Río de Janeiro.

Sus padres nacieron y vivieron en la isla de Lanzarote; eran descendientes de vecinos de Tinajo, una población de algunos centenares de habitantes. Precisamente, dada la situación de conmoción de la Banda Oriental, lugar donde sus padres pensaban radicarse, quedaron en Brasil y recién llegaron a estas tierras cuando Jacinto tenía entre dos y siete años, ya que no se sabe la fecha con exactitud.

Sus padres, Don Gerardo Vera y Doña Josefa Durán y Martín, fueron trabajadores del campo, gente humilde y muy piadosa que inculcó a Jacinto desde pequeño el amor a Dios.

Jacinto era el cuarto de cinco hijos. Su padre arrendó una fracción de campo en Maldonado, en el abra del Mallorquín y después se trasladaron a Toledo donde compró una porción de tierra. Allí, en la capilla Ntra. Sra. del Carmen, llamada de Doña Ana -dependiente de la parroquia San Isidro de las Piedras-, que quedaba a una legua y media de su casa, Jacinto recibió su primera comunión. Pero también la familia iba a Montevideo y frecuentaba el Convento de San Francisco, donde acompañado por su madre, Jacinto celebró por primera vez el sacramento de la reconciliación.

Entre los testimonios de su niñez, el Pbro. Jerónimo J. Silva, afirma al respecto:“Oí a mis padres referir repetidas veces que, teniendo mis abuelos maternos, Don José de Armas y Doña María Estévez de Armas, en Toledo una tahona (molino), el joven Jacinto Vera llevaba a dicho establecimiento a caballo la molienda, es decir, las bolsas de trigo para moler en la citada tahona y que, mientras cabalgaba iba rezando y estudiando sus lecciones”. Y agrega: “Por tener un lejano parentesco con el Siervo de Dios se ha conservado en mi familia el recuerdo de las virtudes familiares como de buen hijo, buen hermano, buen amigo, de tal manera que mis padres nos lo proponían como modelo de esas virtudes”.

Gerardo Vera, contribuyó con su trabajo y también con materiales a la construcción de la Casa de Ejercicios de Montevideo, trabajo en el que lo acompañó su hijo Jacinto. Será precisamente allí, unos años después donde Jacinto participando de una tanda de Ejercicios se descubre llamado por el Señor para el sacerdocio. Jacinto vivirá con sus padres, dedicándose a estas actividades rurales hasta los 23 años. Será reconocido por todos el gran cariño que durante toda la vida Jacinto profesó a sus padres, con los cuáles fue sumamente bueno y afectuoso.También esta experiencia de vida rural explica la simplicidad y naturalidad en el trato con la gente del campo, que lo va a caracterizar a lo largo de todo su ministerio.Y el recuerdo de su infancia y de los lugares donde se crió los mantendrá durante toda su vida, al punto que en su última misión, en Pan de Azúcar, donde lo encuentra la muerte, demuestra su predilección por esos parajes y por sus pobladores:

“Mucho os agradezco, mi muy queridos hijos,las demostraciones de cariño, que me prodigáis.Diría que vosotros tenéis títulos para serobjeto de mi preferencia paternal, si esto pudieracaber en el alma de los padres, con respectoa los hijos. En estas inmediaciones me he criadoy pasé mi niñez como vosotros; como vosotroshe sido campesino, y he trabajado como vosotrostrabajáis. Ya podréis, pues, imaginaros concuanta satisfacción bendeciré vuestra vida yvuestros trabajos”.

Crónica tomada del Quincenario “Entre Todos”, N° 282

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