sábado, 29 de diciembre de 2012

La sonrisa del Divino Infante

Redacción (Jueves, 27-12-2012, Gaudium Press) Tradicionalmente, es costumbre montar pesebres cuando los bendecidos tiempos navideños se aproximan. Entretanto, ¿cuál es el origen de ellos?

Corría el año 1223. La nieve cubría, como un blanco manto, la pequeña ciudad de Greccio, en el centro-sur de Italia.

Las campanas anunciaban con alegría la noche de Navidad. Todos los habitantes de la región, en su mayoría campesinos, se encontraban en torno a San Francisco, que intentaba con ardor explicarles el misterio del nacimiento del Divino Niño Jesús. Todos escuchaban con atención, entretanto... era patente que no estaban entendiendo.

1.jpgEl gran santo buscó, entonces, un modo más didáctico para explicarles. Mandó traer una imagen del Niño Jesús, un pesebre, pajas, un buey y un burrito. Los asistentes, muy sorprendidos, salieron rápidamente a la búsqueda de todo el pedido. En poco tiempo, el Santo compuso la escena: en el centro, el pesebre con las pajas; al fondo, los dos pacíficos animales. Faltaba apenas la imagen del Niño Jesús. Con gran devoción, San Francisco la tomó en los brazos para depositarla en el pesebre.

¡Milagro! Ante los ojos maravillados de todos, la imagen toma vida y el Niño sonríe para San Francisco, que lo abraza con tierna afección. De inmediato todos se arrodillan en una profunda actitud de adoración.

El Niño Dios sonríe unas veces y bendice a todos. Pocos instantes después, había sobre las pajas una simple imagen inanimada... Pero, en el alma de todos, permaneció el recuerdo vivo del Niño Jesús. ¡Él les había sonreído!

A partir de entonces, el pueblo de Greccio armaba todos los años el "pesebre de San Francisco", con la cándida esperanza de que el milagro se renovase. Nunca fueron engañadas sus esperanzas. Aunque la imagen no volviese a tomar vida, la Virgen María les hablaba, especialmente, en el fondo de las almas, derramando sobre ellos abundantes gracias. ¿Qué gracias? Las gracias propias a la liturgia navideña.

2.jpgEntretanto, ¿solo los habitantes de Greccio son objeto de tales gracias? ¡No! En todos los pesebres del mundo está presente el Niño Jesús, con María su Madre, y San José, a la espera de que nos aproximemos para, también nosotros, recibir una sonrisa y una bendición.

Es justo por ese motivo que se esparció por el mundo católico la costumbre de montar pesebres en Navidad.

De este modo, querido lector, el Niño Jesús nos está invitando, a la imitación de los habitantes de Greccio, a arrodillarnos con verdadera piedad delante de Él en el pesebre y, por intercesión de la Virgen María, pedir para todos nosotros esa sonrisa y esa bendición que comunican la felicidad y la paz.

Por Gabriela Victoria Silva Tejada

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