martes, 4 de diciembre de 2012

La "Capilla Sixtina de América", en Perú, concluye su restauración

Cusco (Sábado, 01-12-2012, Gaudium Press) La belleza del templo de San Pedro de Andahuaylillas en Cusco, Perú, luce en todo su esplendor. Tras cuatro años de labores de restauración, la iglesia fue presentada formalmente en el mes de noviembre e incorporada a una ruta turística que destaca las joyas arquitectónicas del estilo barroco andino. El brillo del oro del altar mayor y los colores originales de los murales del siglo XVII hablan de la grandeza de la fe y del ímpetu evangelizador de la colonia española.

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Templo de San Pedro de Andahuaylillas
Durante su presentación formal, se interpretaron las piezas sacras compuestas por el sacerdote jesuita Juan Pérez de Bocanegra, primer párroco de Andahuaylillas. La obra, llamada Hanaq Pacha Kusikuynin, es una polifonía en quechua - lengua indígena local - y su interpretación estuvo a cargo de la orquesta juvenil "Sinfonía del Perú". 

El P. Pérez de Bocanegra, autor de la obra musical, fue también quien ideó la extraordinaria ornamentación del templo, motivado por el deseo de que los indígenas apreciaran la grandeza de la divinidad y sintieran el santo temor de Dios.

El templo de San Pedro fue construido en 1610 y, por su extraordinaria belleza fue conocido como "la Capilla Sixtina de América". Enormes lienzos adornan sus paredes laterales y a cada lado de la puerta de entrada se admiran los frescos del Camino al Cielo y el Camino al Infierno, de gran utilidad para la explicación de la moral católica al pueblo indígena.

Uno de los principales hallazgos de la restauración fue una pintura mural de la Virgen de los Ángeles, elaborada en el siglo XVII y oculta detrás de un lienzo de la Asunción de la Virgen. También volvieron a la luz los murales con figuras de santos y flores de la fachada principal. El techo exhibe nuevamente su magnífico artesonado mudéjar de motivos geométricos coloridos. Se restauraron en total 64 esculturas, 45 lienzos, seis retablos y los frescos y mobiliario del templo.

Las obras, que costaron cerca de un millón y medio de dólares aportados por el Fondo Mundial de Monumentos y la Fundación Repsol, ocuparon a un equipo de treinta restauradores durante cuatro años. El templo no fue cerrado durante ese tiempo, de forma que los fieles pudieron apreciar el avance de la recuperación.

Con información de Fides y La República

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