Sí a la fidelidad, al compromiso, a los hijos, a educarlos como Hijos de Dios, a la grandeza de la mujer; No al aborto, a programas de educación con visión biologicista de la sexualidad, a la ideología de género
Desde tempranas horas de la mañana del 19 de abril, miles y miles de peregrinos se hicieron presentes en la Gruta del cerro del Verdún para participar de su cita anual con María Inmaculada en la Advocación de Nuestra Señora del Verdún, a quien encomiendan sus vidas y las de sus seres queridos y agradecen infinidad de favores. Al mediodía emprendieron la procesión hata la cumbre y a las 15 hs tuvo lugar la Misa Solemne.
La Eucaristía central fue presidida por el Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, y concelebrada por Mons. Rodolfo Wirz (Obispo de Maldonado), Mons. Martín Pérez scremini (Obispo de Florida); Mons. Raúl Scarrone (Obispo emérito de Florida), Mons. Heriberto Bodeant (Obispo de Melo) y Mons. Roberto Cáceres (Obispo emérito de Melo).
En su homilía, Mons. Fuentes expuso la gran preocupación que genera la crisis que atraviesa la familia pero, a la vez, la gran esperanza que se tiene en la misma. “Por eso, en este día de fiesta grande, ponemos en las manos de Nuestra Señora del Verdún la preocupación por nuestras familias y, al mismo tiempo, la seguridad de que Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayudará a transformar la preocupación en esperanza: sin esperanza, nadie puede vivir”, puntualizó. Mons. Fuentes señaló, en este sentido, que “los hijos de Dios somos hombres y mujeres de esperanza: sabemos que la vida es un tiempo, breve, que tenemos para conquistar la Vida eterna haciendo el bien; y el bien fundamental, para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, se encuentra en formar y educar a los hijos, transmitiéndoles el sentido cristiano de la existencia, de manera que ellos a su vez lo transmitan a sus hijos”.
El Obispo animó a los matrimonios, a los padres y madres de familia, a las abuelas y abuelos, a los que tienen ya cercano el proyecto de contraer matrimonio, a DECIR QUE SÍ y a DECIR QUE NO.
A QUÉ SÍ Y A QUÉ NO
Ante la escuha atenta de miles de peregrinos el Obispo de Minas invitó A DECIR QUE SÍ “a la fidelidad, en el noviazgo y en la vida matrimonial; a decir que SÍ a los hijos que Dios quiera enviarles, porque ellos son la corona y la alegría del matrimonio; a decir que SÍ al compromiso asumido delante de Dios y de la sociedad, de ser fieles hasta que la muerte los separe; a decirle que SÍ al trabajo de educar a los hijos como hijos de Dios”. Admitió que “todos sabemos que no es fácil mantener este SÍ en todas las circunstancias”, pero destacó que”no podemos olvidar que contamos con la ayuda del Cielo, que nos llega a través de los sacramentos y por la intercesión de la Madre de Dios”.
Mons. Fuentes sostuvo que “ese decirle que SÍ a Dios y al mundo, necesariamente trae consigo asumir también el compromiso de decirle que NO a conductas que, por más extendidas que estén en la sociedad, son incompatibles con nuestro modo cristiano de ver la vida”.
Refiriéndose a la pretensión de algunos proyectos de ley de legalizar o despenalizar el aborto, el Pastor aclaró que “cada uno deberá tener bien claro en su conciencia, que aunque cien parlamentos aprobaran una ley de ese estilo, el aborto no dejaría de ser un gravísimo delito, una gran ofensa a Dios”. “Sigue en pie la propuesta que hacía el Presidente Vázquez, a quien nombro expresamente para hacer ver que el problema del aborto no es un asunto religioso, sino que es el más humano de los problemas: decía: para resolverlo, lo más adecuado es buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos”, precisó.
“Decimos que NO al aborto porque afirmamos un gran SÍ a la vida humana, el mayor de los dones recibidos de Dios. Igualmente decimos que NO a los programas de educación, que presentan una visión puramente biologicista de la sexualidad humana, porque pronunciamos un fuerte SÍ a favor de los padres y madres de familia, que son los que tienen el derecho y el deber primarios de explicar a sus hijos el fantástico plan de Dios, que ha querido que los hombres, creados a su imagen y semejanza, participen de su poder creador”, manifestó Mons. Fuentes a lo que sumó un NO “a la pretensión de la ideología de género, que intenta borrar las diferencias entre mujeres y hombres, porque el plan de Dios es un definitivo SÍ a la grandeza de la mujer, hasta el punto de haber querido encarnarse en la que veneramos siempre como LA INMACULADA”.
“Es obvio que no pretendemos IMPONER a nadie nuestra creencia, pero decimos SÍ al derecho de proponerla, serenamente, respetando otros opciones y reclamando respeto por las nuestras”, enfatizó el Obispo de Minas.
Texto completo de la Homilía de Mons. Jaime Fuentes:
LA FAMILIA EN EL VERDÚN
Queridos hermanos que han venido de todas las partes de nuestro Uruguay a visitar a nuestra Madre Santísima, sean bienvenidos a este lugar que a lo largo de más de un siglo está santificado por la presencia maternal de María y por la oración de generaciones de hombres y mujeres orientales, que cada 19 de abril llegan al Cerro del Verdún, para agradecerle a la Virgen tantos favores y también para poner en sus manos, dificultades y proyectos, con la seguridad de que Ella intercederá delante de Dios para resolverlos de la manera mejor.
Somos una representación importante de la Iglesia que vive en el Uruguay. La devoción a la Virgen, nuestra Madre, nos une a todos sus miembros, y a la cabeza visible de la Iglesia que es el Papa. Hace tres días cumplió 85 años; hoy, cuando celebramos siete años desde que fuera elegido para suceder al Beato Juan Pablo II, le agradecemos a Dios, por medio de María Santísima, el regalo inapreciable que ha hecho a la Iglesia y al mundo dándonos al Santo Padre Benedicto XVI: que el Señor nos lo conserve aún muchos años y que pueda seguir llevando a todos los sitios la belleza de la Palabra de Dios, Palabra de vida eterna.
Nos encontramos en el Tiempo Pascual, tratando de imaginar y revivir aquellos días únicos, en los cuales Jesús Resucitado llenaba de alegría a sus discípulos y a las santas mujeres con su presencia gloriosa. Aquellos primeros hermanos nuestros formaban con Él y con María, la primera Iglesia: eran la familia de los hijos de Dios. Cuando Jesús se vaya al Cielo, comenzará entonces la Virgen a ejercer su “vida pública” como Madre de la Iglesia: Ella es la que la mantiene compacta, la edifica continuamente.
Esta tarde, encontrándonos también “en familia”, quisiera reflexionar unos minutos con ustedes, en la presencia de Dios y de la Virgen, sobre una preocupación grande, que todos compartimos, que es, al mismo tiempo, una gran esperanza: me refiero, precisamente, a la familia.
¿No es verdad que, si pensamos un poco, en la raíz de la violencia, de la inseguridad que nos afecta a todos, en la base de muchos comportamientos que de tan corrientes ya no son noticia sino moneda corriente en nuestra sociedad (concubinatos, embarazos precoces, separaciones y divorcios por completo inesperados, abortos, etcétera) encontramos una crisis de la idea misma de lo que es la familia? ¿Cómo no nos van a preocupar estas y otras expresiones dolorosas, que hablan por sí mismas de la debilidad que sufre la institución familiar, que siempre ha sido y es el ámbito natural donde nacen y crecen y se educan los hijos, que es la escuela de virtudes fundamental, en la que aprenden a cultivar el respeto, la obediencia, la generosidad, la amistad, el cumplimiento del propio deber…, donde deben aprender a rezar y a amar a Dios?…
(Quisiera compartir con ustedes una pequeña confidencia. Me gusta leer y, estando en Minas, me siento obligado moralmente a conocer mejor al gran escritor minuano que es orgullo de las letras, en nuestro país y fuera de él: me refiero a Juan José Morosoli. He leído y disfrutado mucho leyendo sus cuentos, y no pocas de sus conferencias. Admiro en Morosoli el dominio que llegó a adquirir en el arte de escribir historias breves, que él explicaba humildemente como una consecuencia de su trato atento con las personas. Es realmente admirable. Pero, al mismo tiempo, tengo que decir: ¡cuánta ausencia de Dios se ve en los personajes de sus cuentos, de esas historias, cuánta soledad, cuántos destinos dolorosos reflejados en hombres y mujeres que no parecen tener más horizonte en sus vidas que el día que transcurre hoy, cómo se nota la falta de familia en esos personajes! A su vez, y resumiendo la impresión en una frase: ¡cuánta falta de esperanza!).
Cierro la confidencia, para decirles que, así como la crisis de la familia es una grave preocupación de todos, sale a nuestro encuentro algo que nos dijo el Beato Juan Pablo II cuando estuvo entre nosotros: “son las familias cristianas las que harán que nuestro mundo vuelva a sonreír”.
Por eso, en este día de fiesta grande, ponemos en las manos de Nuestra Señora del Verdún la preocupación por nuestras familias y, al mismo tiempo, la seguridad de que Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayudará a transformar la preocupación en esperanza: sin esperanza, nadie puede vivir.
Los hijos de Dios somos hombres y mujeres de esperanza: sabemos que la vida es un tiempo, breve, que tenemos para conquistar la Vida eterna haciendo el bien; y el bien fundamental, para la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, se encuentra en formar y educar a los hijos, transmitiéndoles el sentido cristiano de la existencia, de manera que ellos a su vez lo transmitan a sus hijos.
Por eso, quisiera animar a los matrimonios, a los padres y madres de familia, a las abuelas y abuelos, a los que tienen ya cercano el proyecto de contraer matrimonio, quisiera animarlos a DECIR QUE SÍ y a DECIR QUE NO.
A DECIR QUE SÍ a la fidelidad, en el noviazgo y en la vida matrimonial; a decir que SÍ a los hijos que Dios quiera enviarles, porque ellos son la corona y la alegría del matrimonio; a decir que SÍ al compromiso asumido delante de Dios y de la sociedad, de ser fieles hasta que la muerte los separe; a decirle que SÍ al trabajo de educar a los hijos como hijos de Dios. Todos sabemos que no es fácil mantener este SÍ en todas las circunstancias, pero no podemos olvidar que contamos con la ayuda del Cielo, que nos llega a través de los sacramentos y por la intercesión de la Madre de Dios.
Ese decirle que SÍ a Dios y al mundo, necesariamente trae consigo asumir también el compromiso de decirle que NO a conductas que, por más extendidas que estén en la sociedad, son incompatibles con nuestro modo cristiano de ver la vida.
El año pasado, en esta fiesta de la Virgen del Verdún, les transmitía algo que sigue en el primer plano de nuestra vida nacional y que debo repetir actualizando un par de fechas: Hoy se cumplen 7 años de la elección del Santo Padre Benedicto XVI, como ya dije, y permanentemente él nos invita a pensar, a usar la capacidad de nuestra razón. Decía no hace mucho: Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. (…) No existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción (Vísperas I Domingo de Adviento 2010).
En esa misma línea, hace poco más de tres años el entonces Presidente Tabaré Vázquez, profesional médico de prestigio, vetó la despenalización del aborto, explicando que la ciencia revela de manera evidente (…) la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación (…) Desde el momento de la concepción hay allí una vida humana nueva, un nuevo ser. Podemos preguntarnos: ¿ha cambiado la ciencia en estos tres años, de tal manera que ese argumento científico ya no tiene valor? Continuaba el ex–Presidente: El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia.
Si siguiera adelante alguno de los proyectos de ley que pretenden legalizar o despenalizar el aborto, cada uno deberá tener bien claro en su conciencia, que aunque cien parlamentos aprobaran una ley de ese estilo, el aborto no dejaría de ser un gravísimo delito, una gran ofensa a Dios. Sigue en pie la propuesta que hacía el Presidente Vázquez, a quien nombro expresamente para hacer ver que el problema del aborto no es un asunto religioso, sino que es el más humano de los problemas: decía: para resolverlo, lo más adecuado es buscar una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esta forma, salvar a los dos.
Decimos que NO al aborto porque afirmamos un gran SÍ a la vida humana, el mayor de los dones recibidos de Dios. Igualmente decimos que NO a los programas de educación, que presentan una visión puramente biologicista de la sexualidad humana, porque pronunciamos un fuerte SÍ a favor de los padres y madres de familia, que son los que tienen el derecho y el deber primarios de explicar a sus hijos el fantástico plan de Dios, que ha querido que los hombres, creados a su imagen y semejanza, participen de su poder creador.
Decimos que NO a la pretensión de la ideología de género, que intenta borrar las diferencias entre mujeres y hombres, porque el plan de Dios es un definitivo SÍ a la grandeza de la mujer, hasta el punto de haber querido encarnarse en la que veneramos siempre como LA INMACULADA.
Es obvio que no pretendemos IMPONER a nadie nuestra creencia, pero decimos SÍ al derecho de proponerla, serenamente, respetando otros opciones y reclamando respeto por las nuestras.
Hermanos, quisiera persuadirlos de que no es rebajando las exigencias de nuestra fe y de las enseñanzas de la Iglesia, como conseguiremos ayudar a que nuestra patria crezca; por el contrario, es difundiendo con el ejemplo y con la palabra el tesoro que tenemos, como podremos llevar a cabo el mandato de Jesucristo de ser SAL DE LA TIERRA Y LUZ DEL MUNDO.
A lo largo del día de hoy, estamos subiendo al Cerro para ir a buscar a la Virgen y en Ella encontraremos, como siempre, a la Madre buena que se alegra un año más de ver a sus hijos… Junto con las intenciones que cada uno le llevará, les ruego que tengan presente lo que acabo de decir.
Demos gracias a la Virgen del Verdún, no sólo por los favores personales, sino por todo lo que nuestra patria ha conseguido realizar en los dos siglos de su independencia. Al mismo tiempo, tratemos de ser cada día más dependientes de María Santísima, rezando con devoción el Santo Rosario. En esta oración, avalada por la experiencia de generaciones de cristianos de todo el mundo, encontraremos el consuelo de nuestra Madre y la fortaleza que Ella tuvo para estar al pie de la Cruz redentora de su Hijo. Que así sea.
Tomado de www.desdelverdun.org
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