viernes, 28 de enero de 2011

Modelo para San Juan...y para Judas - cuentos para niños

Queriendo representar la Última Cena, un pintor dedicó varios años a la busca de modelos para Jesús y los doce Apóstoles.
Su preocupación era retratar en las fisonomías, de manera perfecta, la psicología y el carácter de cada personaje del cuadro. Jesús debería personificar la inocencia, la bondad y la belleza. Naturalmente,
fue el modelo más difícil de encontrar. Debía ser un hombre en la plenitud de la edad y de la fuerza, exento de cualquier marca de pecado.
Tarea nada sencilla, en que gastó cerca de dos años de afanosa búsqueda.
Por fin, exultante, encontró a su “Jesús”. Luego de seis meses, estaba lista la figura principal de la atrevida obra. Ardua labor fue también conseguir modelos para los demás apóstoles.
San Pedro, con su carácter un tanto áspero, pero fogoso, sincero y leal; Santiago el mayor, llamado “hijo del trueno”, físicamente parecido a Jesús, del que era primo; Santo Tomás, con su aire de incredulidad y duda... y así. Largos años empleó el artista en este trabajo. San Juan y Judas fueron dejados para el final; tal vez para realzar mejor la diferencia entre el Apóstol virgen y el asqueroso traidor.

Joven con fisonomía de ángel

Al cabo de pocos años había concluido la primera parte del trabajo.
Ahora la cuestión era hallar un modelo para el “discípulo que Jesús amaba”. Cierto día divisó a un joven con fisonomía angelical. Su mirada reflejaba la pureza virginal, la inocencia y la rectitud de carácter del San Juan imaginado por el pintor. Con mucho tiento, el artista le expuso su proyecto y le ofreció el honroso papel. Su primera reacción fue de espanto: “¿Yo sirviendo de modelo para un santo?! ¡Lejos de mí!”. Pero cuando le explicaron la finalidad del cuadro y el bien que podría hacer, terminó por aceptar y acompañó al pintor a su taller. Finalizado el trabajo, este exclamó contento:
“Ecco! Abbiamo San Giovanni!”
– “¡Listo, tenemos a San Juan!”.

Demorosa búsqueda de Judas


En esos tiempos ser bueno era bonito; y feo ser malo. Por eso costaba encontrar a alguien tan depravado, codicioso y vil para servir como modelo del que cometió el crimen de vender un Dios por 30 monedas. Corrían los años y el pintor miraba apesadumbrado el cuadro incompleto.
Pero daba gracias a Dios por no encontrar a Judas en su ciudad. Resignado, hasta pensaba dejar vacante el lugar del traidor. Un día cualquiera, pasando cerca de una taberna, vio a un hombre cuyo rostro le pareció la figura misma de la avaricia, la traición y el crimen. Sintiendo un escalofrío de horror, el artista se dijo a sí mismo: “¡Este es el hombre! No me cabe duda que traicionaría a su mejor amigo”. Había encontrado al modelo para Judas.
Durante considerable tiempo ese ser horrendo posó en silencio, mientras veía formarse en la tela su fisonomía. Cuando el artista le daba la última pincelada a su obra, el monstruoso modelo comenzó a llorar convulsivamente hasta que, por fin, le preguntó:
– ¿No te acuerdas de mí?
– ¡Nunca te había visto!– respondió el sorprendido artista.
–Mírame otra vez. ¡Soy el joven que hace siete años tomaste como modelo para representar a San Juan!

¿Habrá restauración para mí?

Después, elevando los ojos al cielo, el miserable exclamó: “¡Oh Dios! ¡¿Cómo pude caer tan bajo?!”. Notando que el piadoso artista lo miraba con ojos de compasión, le preguntó:
– ¿Qué debo hacer para salir de mi triste estado?
– ¡Basta con querer! Es preciso confiar en la bondad del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María. El mayor pecado de Judas no fue traicionar a su Maestro, sino el desconfiar de su infinita misericordia. Habría sido perdonado si le hubiera rezado a la Virgen: “Acuérdate Madre
piadosísima, que nunca se oyó decir que alguno, habiendo recurrido a tu protección e implorado tu socorro, fuera desamparado por ti... ¡Intercede por mí! ¡Que no sea el primero en ser abandonado!”. La Virgen Santísima, la celestial pintora, puede borrar los trazos de Judas que el pecado imprimió
en tu rostro, y restaurar en él la fisonomía pura e inocente de San Juan.
Al oír esta respuesta del pintor, el hombre se retiró con los ojos aún inundados de lágrimas, dispuesto a hacer penitencia de sus pecados.
El resto de su historia, solamente Dios la conoce...

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