lunes, 31 de enero de 2011

El método preventivo de Don Bosco - I Parte

Publicado 2011/01/28
Autor: Gaudium Press
Sección: Opinión


Redacción (Viernes, 28-01-2011, Gaudium Press) Mantener la disciplina en una sala de clases, constituida por adolescentes, es una dificultad que, con algunas variantes, se muestra casi tan antigua como la civilización. Los maestros de San Agustín podrían dar un testimonio valioso a este respecto. En otros tiempos, los métodos usados eran mucho más directos que los actuales y daban resultados inmediatos, proporcionales a la energía y la fuerza de personalidad del profesor. Pero el problema de fondo no deja de ser el mismo, hoy como ayer.

La educación no se restringe a conseguir mantener, dentro del recinto de una sala de clases, todos los alumnos en orden y silencio, para que el profesor pueda transmitir con eficacia sus enseñanzas. El buen educador debe saber moldar la personalidad de sus discípulos, corrigiendo los defectos, estimulando las cualidades, haciéndolos amar los principios que orientarán la vida. En una buena educación, la formación religiosa ocupa un lugar principal, pues sin amor de Dios y auxilio de la gracia nadie consigue vencer las malas inclinaciones y practicar establemente la virtud.
De la teoría a la práctica...

En la teoría, todo eso es muy fácil... Pero, ¿cómo ponerla en práctica en el mundo de hoy, en el cual son tan numerosas y atrayentes las solicitudes para el mal y los educadores sienten creciente dificultad de ejercer influencia sobre los jóvenes?

El problema ya era candente en la época de San Juan Bosco. La sociedad de entonces pasaba por grandes transformaciones, sobre todo de mentalidad. Y la juventud, siempre ávida de novedades, se alejaba de la religión y perdía el rumbo. Don Bosco hacía el "milagro" - mucho mayor que todos los otros por él realizados- de atraer y formar jóvenes que ya no se dejaban moldar por los antiguos métodos educativos y se substraían a la acción de la Iglesia. Eran tan sorprendentes los resultados obtenidos por el fundador de los salesianos que muchos de sus compañeros intentaban insistentemente arrancar de él el "secreto" de su éxito.

Esta misma intención tuvo el rector del seminario mayor de Montpellier, cuando envió una carta a Don Bosco, preguntando cuál era el secreto de la pedagogía utilizada por él. Imagínese su sorpresa al recibir la siguiente respuesta: "Consigo de mis niños todo lo que deseo, gracias al temor de Dios infundido en sus corazones". No satisfecho, el rector envió una segunda carta, pero a ésta el Santo no supo responder, pues nunca había hecho un estudio sobre la materia. El libro del cual él quitaba sus enseñanzas era su propia vida.
Confianza: el instrumento del buen educador

Al discutir sobre el tema con el Cardenal Tosti, en Roma, en una mañana de 1858, le dijo San Juan Bosco: "Vea, Eminencia, es imposible educar bien a la juventud si no se le conquista la confianza". En seguida, para darle un ejemplo concreto, él lo invitó a acompañarlo a la Plaza del Popolo, donde fácilmente encontrarían grupos de jóvenes jugando, y podría demostrar la eficacia de su método. Pero cuando bajó del carruaje, el grupo de niños que jugaba en la plaza huyó corriendo. Ciertamente juzgaron que este padre les iba dar un pequeño sermón o reprenderlos por alguna falta. El Cardenal se quedó dentro del vehículo, viendo la escena, y se divertía, juzgando que aquel primer fracaso llevaría Don Bosco a desistir de la experiencia. Pero éste no se dejó abatir y, en pocos minutos, con su vivacidad e irresistible bondad, tenía una pequeña multitud de jovencitos a su alrededor divirtiéndose con sus juegos y entusiasmados con su bondad. Llegado el momento de retirarse, ellos formaron dos hileras delante del coche, para aclamar al sonriente sacerdote mientras pasaba. El cardenal tenía dificultad para creer lo que estaba viendo...

Evitar el pecado: la esencia del método preventivo


Al final, ¿cómo hacía San Juan Bosco para cautivar a la juventud?

Como primer objetivo, pretendía él evitar todo y cualquier tipo de pecado, usando gran vigilancia, acompañada de amorosa solicitud. No de un modo abrumador y glacial, sino paternal y afectuoso. A esta táctica de conducir a los jóvenes, el santo educador dio el nombre de "método preventivo", en contraposición con el otro entonces de moda, denominado "represivo", el cual tenía por base los castigos.

Este formador de la juventud no perdía ocasión de obstaculizar el avance del mal. Aún en los recreos, su mirada atenta en seguida conseguía descubrir dónde estaba la pelea o de dónde provenían palabras objetables y, sin demora, deshacía la confusión con hábil jovialidad, pues él era el alma de las diversiones, como sus alumnos testificaban. No pocas veces, él desafiaba a todos los niños, de una sola vez, para una corrida. Entonces erguía la sotana, contaba hasta tres y dejaba aquella turba de jóvenes para atrás: Don Bosco siempre llegaba en primer lugar. Cuando ya tenía 53 años, él todavía dejaba a los espectadores estupefactos con su agilidad, pues nunca perdía una corrida con los alumnos del Oratorio.

Por Thiago de Oliveira Geraldo

(Próximo Lunes: Suavidad en la reprensión; la frecuencia a los sacramentos)

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