viernes, 26 de noviembre de 2010

El pobre riquísimo

Cuando el viejo rico Naabot leyó la carta que le había llegado aquella tarde, dio un largo suspiro...

—¡Ah, la familia!

Quien escribía era un primo suyo, avisándole de su próxima visita. Zabulón, hijo de Dibón... Su memoria le inspiraba al mismo tiempo pena y cierta aversión. Los dos, de familias acomodadas en Israel, habían sido muy cercanos de jóvenes. Pasados los años, Naabot, emprendedor e incansable comerciante, se convirtió en uno de los hombres más ricos de Jerusalén. Zabulón, por el contrario, vio sus negocios rodar en una trágica serie de desgracias, y por lo que se sabía, estaba ahora al borde de la ruina más completa.

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