Redacción (Jueves, 14-06-2012, Gaudium Press) ¡Ah! ¡Si las almas supieran cómo las espero lleno de misericordia! ¡Soy el Amor de los amores! ¡Y no puedo descansar sino perdonando!
¡Estoy siempre esperando con amor que las almas vengan a Mí! ¡Vengan!... ¡Tírense en mis Brazos! ¡No tengan miedo! Conozco el fondo de las almas, sus pasiones, su atracción por el mundo y por los placeres. Sé, desde toda la eternidad, ¡cuántas almas me han de llenar el Corazón de amargura y que, para gran número, mis sufrimientos y mi sangre serán inútiles! Peor, como las amé, así las amo...
No es el pecado que más hiere mi Corazón... Lo que lo despedaza es que no quieran las almas refugiarse en Mí después de haberlo cometido. Sí, deseo perdonar y quiero que mis almas escogidas den a conocer al mundo cómo mi Corazón, transbordando de amor y misericordia, espera a los pecadores.
Quería también mostrar a las almas que nunca les niego mi gracia, ni incluso cuando están cargadas de los más graves pecados, y que no las separo entonces de aquellas que amo con predilección. Las guardo todas en mi Corazón, para dar a cada una los socorros que su estado reclama. Quería darles a comprender que no es por el hecho de estar en pecado mortal que deben alejarse de Mí. ¡No juzguen que ya no haya remedio para ellas y que nunca más serán amadas como lo fueron una vez! ¡No, pobres almas, no son estos los sentimientos de un Dios que derramó toda su sangre por vosotros!
¡Venid a Mí y no temáis, porque Yo os amo! Os purificaré en mi sangre y os tornaré más blancas que la nieve. Vuestros pecados serán sumergidos en las aguas de mi misericordia y no será posible arrancar de mi Corazón el amor que os tengo.
Vosotros, que estáis sumergidos en el mal y que hace más o menos tiempo vivís errantes y fugitivos por causa de vuestros crímenes... si los pecados de que sois culpados os endurecieron y cegaron el corazón; si, para satisfacer vuestras pasiones, caísteis en los peores escándalos... ¡ah! Cuando vuestra alma reconozca su estado, y los motivos o los cómplices de vuestras faltas os abandonaren, no dejéis que de vosotros se apodere el desespero. Mientras tenga el hombre un soplo de vida, podrá todavía recurrir a la misericordia e implorar perdón. Vuestro Dios no consentirá que vuestra alma sea presa del infierno.
Al contrario, desea, y con ardor, que de Él os aproximéis para perdonaros. ¡Si no osáis hablarle, dirige hacia Él vuestras miradas y los suspiros de vuestro corazón y en poco tiempo veréis que su mano bondadosa y paternal os conduce a la fuente del Perdón y de la Vida!
Deseo que las almas crean en mi misericordia, esperen todo de mi bondad y no duden nunca de mi perdón. ¡Soy Dios, pero Dios de amor! Soy Padre, pero Padre que ama con ternura y no con severidad.
Mi Corazón es infinitamente sabio, pero también infinitamente santo, y como conoce la miseria y la fragilidad humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita. Amo las almas después que cometen el primer pecado, si vienen a pedir humildemente perdón. Las amo también, cuando lloraron el segundo pecado y, si eso se repite, no digo un billón de veces, sino millones de billones. ¡Las amo y las perdono siempre, y lavo en la misma sangre el último como el primer pecado!
No me canso de las almas, y mi Corazón siempre espera que vengan a refugiarse en Él, por más miserables que sean. ¿No tiene un padre más cuidado con el hijo que es enfermo, que con los que tienen buena salud? Para con este hijo, no son mayores sus delicadezas y su solicitud. Así también mi Corazón derrama sobre los pecadores, con más libertad que sobre los justos, su compasión y su ternura.
Denme su amor y nunca desconfíen del mío, y sobre todo denme su confianza y no duden de mi misericordia. ¡Es fácil esperar todo de mi Corazón!".
Así habló el Divino Redentor. Así continúa hablándonos, con el mismo entrañado e infinito amor de Padre y de Dios. Intentemos escucharlo, esforcémonos en seguir su cariñoso apelo, en depositar en Él esa confianza completa de hijos que todo pueden alcanzar de las infinitas misericordias de un Corazón omnipotente.
Roguemos a María Santísima, Madre de este Sagrado Corazón, que interceda por nosotros junto a Él, a fin de que esa Hoguera ardiente de caridad "nunca cese de iluminar el horizonte de la vida de cada uno de nosotros, dé calor a nuestros propios corazones y nos haga abrir nuestras almas para su amor que es eterno y nunca se consume. El único amor capaz de transformar al mundo y la vida humana" (Juan Pablo II, Meditaciones de la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús, junio de 1985).
("Sagrado Corazón de Jesús, Tesoro de Bondad y Amor", Mons. João Clá Dias, EP)
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