Redacción (Miércoles, 27-02-1013, Gaudium Press) El teórico Barrenechea presenta el punto clave de la objeción a las desigualdades, oriundas de la voluntad divina:
"No solo la distinción entre los seres, sino también su diferencia y desigualdad procede de Dios. La dificultad de atribuir a Dios la causa de la multiplicidad - y por tanto de la desigualdad - es agravada ahora por un prejuicio que ve en la desigualdad una cierta forma de injusticia".
Sto. Tomás -también según Barrenechea- coloca en relieve que la diversidad formal de las esencias fue queridas por Dios para representarlo adecuadamente. Y, a su vez, esa diversidad formal trae consigo una gradación de perfección entre los seres que componen el Universo. Por tanto, las desigualdades esenciales fueron expresamente creadas por Dios, siendo fundamentalmente buenas. Se concluye que no existe injusticia en la diversidad de los grados de perfección (AQUINO, Suma Contra os Gentios, L. II, q. 44, Caxias do Sul, 1990, Vol. I, p. 241), y hasta, muy al contrario, hay un verdadero enriquecimiento de la semejanza de Dios en la creación, el hacerse ella por muchas criaturas.
Es curioso notar que esa idea de que la desigualdad es necesariamente injusta existía ya en los primeros siglos de la Historia de la Iglesia. Nos deparamos aquí con una tendencia, siempre presente en el hombre desde el inicio de su existencia en la Tierra, de colocarse en el centro y de interpretar todo el acontecer humano, sin tomar en consideración que Dios - ¡y no el hombre! - es quien ocupa verdaderamente el papel central, en función del cual deben ser amorosamente considerados, tanto los hechos, como los propios designios divinos. Es por este motivo que la misma idea, hoy tan difundida, de que la desigualdad es contraria a la bondad y constituye una injusticia, movió en el s. III a un Orígenes a desviarse y caer en herejía. Así, la vinculación de las desigualdades a premios o castigos de cara a actitudes morales, y como decía Orígenes, por ejemplo, que la creación material se debió a pecados de hombres que no correspondieron y fueron infieles, bien podría ser la afirmación de los igualitarios actuales, que ven en la desigualdad un atentado a las reglas de la justicia. Ahora, según Sto. Tomás, ninguna realidad nacida del poder divino debe su existencia al castigo, pues toda realidad en sí es manifestación de la esencia de Dios, y por tanto no puede ser injusta. A eso se aplican, tanto las desigualdades de nacimiento, cuanto de capacidades, cuanto hasta de dones y virtudes sobrenaturales (Cfr. op. Cit., pp. 238 a 241).
Ese error involucra una crítica a la divina Sabiduría que creó con vistas a su mayor gloria seres desigualmente perfectos, a fin de constituir un todo ordenado y perfecto. De esa falsa doctrina se deriva la tendencia a un trato vulgar, que busca, si no ignorar, al menos disfrazar al máximo todas las diversidades armónicas y proporcionales que constituyen la maravillosa melodía de adoración y alabanza, constantemente a Dios entonada por las criaturas. En otras palabras, querer nivelar es querer destruir el magnífico espejo de las divinas perfecciones... ¡es odiar a Dios! La perfección del Orden que hace que las criaturas se armonicen formando conjuntos y que éstos, a su vez se dispongan ordenadamente constituyendo un todo, desigual y jerarquizado, no es nada más que un inmenso vitral a reflejar en su mayor perfección los infinitos atributos divinos 1.
Añade Sto. Tomás, al refutar la idea de que la desigualdad de los grados de perfección es una injusticia:
Parece que Orígenes no ponderó que cuando concedemos algo, no por débito, sino por libertad, no es contrario a la justicia dar sin igualdad [...]. Dios... produjo las cosas en el ser no debido a mérito alguno, sino por pura liberalidad. Donde la diversidad de las criaturas no presupone la diversidad de los méritos. (AQUINO, Suma Contra os Gentios, L. II, q. 44, Caxias do Sul, 1990, Vol. I, p. 241)
Además, Orígenes se coloca en una actitud que no considera la libertad de Dios en la Obra de la Creación y asocia el poder divino a una "pretensión igualitaria". "El igualitarismo moral tiene su campo en determinadas facetas de la vida humana, pero no en la actividad divina, previa a todo mérito", resalta Barrenechea. Este autor acentúa un aspecto que no hará sino ampliar las desigualdades, sin prejuicio de una igualdad fundamental:
"La postura tomista recoge, además, una inspiración básica del cristianismo, según la cual Dios otorga el ser y la comunicación sobrenatural de su vida de modo gratuito, lo que no impide que sus dones sean posteriormente el punto de partida de las acciones meritorias o demeritorias de los seres libres".
Por el P. Luís Francisco, EP
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1 Cfr. AQUINO, Santo Tomás. Suma Teológica, P. I, Q. 47, São Paulo: Loyola, 2005, pp. 76 a 83.
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1 Cfr. AQUINO, Santo Tomás. Suma Teológica, P. I, Q. 47, São Paulo: Loyola, 2005, pp. 76 a 83.
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