Ciudad del Vaticano (Sábado, 03-11-2012, Gaudium Press) El Santo Padre Benedicto XVI presidió una solemne Eucaristía por los Cardenales y Obispos fallecidos durante el año. En ella reflexionó sobre la realidad de la muerte y la esperanza cristiana de llegar al encuentro con Dios. "La muerte se abre a la vida, la vida eterna, que no es una duplicación infinita del tiempo presente, sino algo totalmente nuevo", expresó Su Santidad.
Los cementerios son como una asamblea entre los cristianos vivos y difuntos, explicó Benedicto XVI. |
Esta experiencia de unidad es lo que la Iglesia llama la Comunión de los Santos, que se expresa en muchas formas de la fe católica. El Papa se refirió a la piadosa costumbre de visitar los cementerios: "En particular, las visitas a las tumbas nos ha permitido renovar los vínculos con los seres amados que nos han dejado", comentó. "Paradójicamente, la muerte preserva lo que la vida no puede sostener. Cómo vivieron nuestros difuntos, qué amaron, temieron y esperaron, lo que rechazaron, lo descubrimos de una forma singular en las tumbas", afirmó. Los cementerios son un reflejo de las vidas de esas personas y la visita de los mismos restablece un diálogo con la muerte que está en crisis en la actualidad.
"Por esto, los cementerios son una especie de asamblea, en la cual los vivos se encuentran con sus muertos y con ellos redescubren los lazos de comunión que la muerte no puede romper", ilustró Su Santidad. " Y aquí en Roma, en esos cementerios particulares que son las catacumbas, sentimos, como en ningún otro lugar, los lazos profundos con la cristiandad antigua, a la cual nos sentimos tan cercanos".
Esta bella imagen de unión con los que han partido a la presencia de Dios es un aspecto de la visión cristiana de la muerte marcada por la esperanza. A la "cuestión de la muerte", los cristianos responden con "la firme esperanza que está basada en la muerte y resurrección de Jesucristo". El Santo Padre recordó entonces a los prelados fallecidos, que "sirvieron a la Iglesia con fidelidad y con amor, enfrentando a veces costosos desafíos". Ellos fueron "los amigos de Dios, confiados en su promesa, incluso entre las dificultades y persecuciones". El Santo Padre confió en sus oraciones su recompensa celestial, "llena de felicidad y gracia".
Con información de Asia News.
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