sábado, 16 de septiembre de 2017

Éremo de San Benito* Escrito por Felipe Rodrigues de Souza (Vida en los Heraldos)

Como mencioné anteriormente, la mayor parte del tiempo que viví junto a los Heraldos del Evangelio fue en una casa conocida internamente como Éremo de San Benito. La historia de esa casa es especialmente bonita, y creo que será de gran utilidad, si quiero transmitir con fidelidad mi experiencia en los Heraldos, contar un poco de ella a los lectores.

Los primeros contactos que el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira tuvo con los benedictinos fue durante el período que trabajó como abogado de la Orden de San Benito en tiempos pasados. Fue durante mucho tiempo frecuentador asiduo del Monasterio de San Benito, en el centro de la ciudad de São Paulo, donde asistía regularmente a Misa. Pero, en determinado momento conoció otra propiedad de la Orden que estaba localizada en el barrio Alto de Santana, una zona apartada de la ciudad en aquellos tiempos.

​El Dr. Plinio quedó encantadísimo con el recogimiento de los monjes, y sintió en el fondo de su alma una ligación especial con aquel ambiente. Lo que no podría imaginar, era que aquel monasterio pasaría a ser la Casa Madre de la institución que él fundaría, muchos años después.

En ese monasterio existía un observatorio astronómico, en la parte más alta de la construcción, donde el abad Dom Domingo de Silos –que da nombre a la calle actual de esa propiedad- pasaba largos momentos contemplando las estrellas. No obstante, el número de monjes benedictinos comenzó a disminuir y ellos se concentraron en el monasterio del centro de la ciudad, por lo cual el inmueble quedó deshabitado muchos años. El Dr. Plinio vio, entonces, la oportunidad de alquilarlo para reunir a los miembros de su grupo que comenzaba a tomar cuerpo y a crecer. Esto sucedió el 16 de julio de 1968, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, cuya advocación tiene un significado muy especial para el Grupo. [1]

​La admiración y el encanto del Dr. Plinio por esa propiedad era inmensos, que sólo con mirada sobrenatural se puede comprender. “En el fondo, por su discernimiento [...], al mirar aquellas paredes y analizar el ambiente, distinguió y amó el espíritu benedictino que allí flotaba, el mismo a partir del cual otrora habían surgido los esplendores de la Edad Media, con sus estilos, costumbres e instituciones. Además, en su calidad de fundador, tal reflexión le inspiraba ideas al respecto del futuro de su obra, pues preveía que la influencia del gran San Benito tendría en ella un papel destacado”. [2]

De hecho, el fundador de una institución religiosa tiene especial auxilio divino para intuir aquello que será benéfico para aquellos que constituyen la institución y que son sus hijos espirituales. [3] Fue él mismo, mientras recorría las dependencias del edificio, quien indicara lo que debería ser cada uno de los ambientes: capilla, salas de reuniones, biblioteca, refectorio, etc.

El núcleo de la vida de la recién nacida Obra del Dr. Plinio pasó a desarrollarse en el Éremo de San Benito, nombre que recibió a partir de entonces y que aún lo sigue siendo. Algunos miembros del Grupo comenzaron a llevar allí una vida comunitaria, inspirada en el espíritu benedictino tradicional. Sin embargo, después de algunos años, por infidelidad al don que la Providencia les concediera, el relajamiento tomó cuenta de ellos. Apenas uno permaneció fiel y mantuvo solo, durante muchos años, la vida monástica: Monseñor João Clá Dias.

​Años más tarde, ya siendo sacerdote, él recordaba estos hechos y contaba, entre muchos, que innumerables veces tuvo que cantar solo el Oficio, porque ningún otro comparecía para el acto religioso.

Poco tiempo después, todos abandonaron el Éremo y volvieron a su antigua vida. Monseñor João Clá, a pesar de todo, permaneció firme, y mantuvo la vida religiosa que acababa de nacer en la institución fundada por el Dr. Plinio. Y, así durante años consecutivos, quedó en una verdadera noche oscura el Éremo de San Benito, ante  el intento frustrado de institucionalización.

Sólo en 1977, casi diez años después, nuevos miembros del Grupo ingresaron en el Éremo de San Benito y retomaron la vida religiosa que los primeros habían abandonado. Esto fue posible gracias al ofrecimiento como víctima expiatoria que hizo el Dr. Plinio, y que le costó pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. [4]

A partir de entonces el florecimiento de la nueva comunidad fue exuberante y continuo, y terminó desembocando en la fundación de los Heraldos del Evangelio. Las fotos que aquí publicamos, podrán dar al lector una pálida idea del ambiente de sacralidad que hay dentro de estas paredes.

En esta casa de los Heraldos viví 7 años de mi vida, desde 2006 hasta 2013. Fue durante este período que estudié Filosofía y Teología. Pero, sobre todo, fue en esa época que tuve la oportunidad de conocer más de cerca y convivir con Monseñor João Clá. ¡Un hombre extraordinario, un padre, un amigo, un consejero, un verdadero santo! Él se tornó para mí,  un modelo de virtud, a seguir, y a quien rindo una gratitud sin reserva,  incondicional. Fueron los días más bendecidos que tuve dentro de los muros de la institución.

* localizado en la ciudad de São Paulo (en el Barrio Jardim de São Bento)
Fuente: Êremo de São Bento

[1] “Grupo” es el término interno utilizado para referirse a la institución iniciada por el Dr. Plinio.
[2] Extraído de la obra “O dom de sabedoria na mente vida e obra de Plinio Corrêa de Oliveira”, pág. 409, escrita por el fundador de los Heraldos delEvangelio, Mons. João S. Clá Dias, EP publicada en 2016 por la Librería Editrice Vaticana.
[3] Escaparía un poco a nuestro objetivo hacer la explicación teológica de esta idea, pero no sería difícil encontrar fundamentos en los teólogos sobre el asunto.
[4] La historia detallada de esto es lindísima,  y puede ser encontrada íntegramente en la obra mencionada más arriba “O  dom de sabedoria”, volumen IV

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