sábado, 4 de marzo de 2017

No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores

Reflexión del evangelio de la misa del Sábado 4de Marzo de 2017

Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo Coadjutor de la Diócesis de San Cristobal de las Casas | San Casimiro

Isaías 58, 9-14 “Cuando compartas tu pan con el hambriento, brillará tu luz en las tinieblas”
Salmo 85: “Señor, enséñame a seguir fielmente tus caminos”
San Lucas 5, 27-32: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”

Cuando nos imaginamos a Jesús, con frecuencia lo hacemos a partir de las palabras que hoy hemos escuchado… pero una cosa es imaginarlo y otra muy diferente vivirlo. He encontrado personas que son durísimas con quien ha cometido una ofensa. Es más, le niegan la palabra, le obstaculizan el camino y le dificultan una conversión. Lo condenan de por vida porque se equivocó. Somos modernos fariseos y escribas que nos atribuimos derechos para juzgar y condenar mucho más estrictamente que Dios… Pero cuando nos toca nuestra parte, ya las cosas son distintas: nos disculpamos, nos justificamos y no reconocemos nuestros errores. Sin embargo también he encontrado personas que habiendo recibido una educación religiosa, se imaginan a Jesús como un juez justiciero que está pendiente de nuestros errores para condenarnos y enviarnos al infierno. Hoy se nos presenta el verdadero rostro de Jesús: dialogando en torno a una mesa con los que son considerados peligrosos pecadores que pueden contaminar a la sociedad. Y ahí está Jesús, tranquilamente compartiendo el bocado de los alimentos y el alimento de la palabra. ¿Qué platicaría? No lo sé, pero me imagino que más allá de las palabras está la bella actitud de quien acoge, de quien comprende y acepta, antes de condenar.

Es tiempo de cuaresma y es tiempo de descubrir a Jesús, y una forma de hacerlo es compartir con Él el alimento y la palabra. ¿Por qué no nos acercamos a Él y le abrimos el corazón sin temores descubriéndole nuestras heridas, nuestras podredumbres y nuestros errores? No tengamos miedo… para eso ha venido: para sanarnos y para entendernos. Claro que no debemos tomar la actitud cínica e hipócrita de quien se acerca a Jesús para seguir pecando. Él entiende nuestras debilidades pero su amor nos impulsa a luchar contra nuestras caídas y pecados. También convendría que en esta cuaresma nos tornáramos más tolerantes y comprensivos con quien se ha equivocado, más dispuestos al perdón y a la reconciliación.  Jesús, que en torno a una mesa reconstruyes el corazón de los enfermos y heridos, sana mi corazón tan necesitado de tu amor.

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