Domingo, 12 abril de 2009.- Esta mañana a las diez en la Plaza de san Pedro, el Pontífice ha celebrado la Santa Misa para los miles de fieles que han querido participar esta mañana en la Eucaristía del Domingo de Pascua. En su homilía el Santo Padre Benedicto XVI ha evocado las palabras de san Pablo en la primera Carta a los Corintios: “Ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua”. En este sentido el Papa ha puesto en evidencia cómo en su pasión y muerte, Jesús se revela como el Cordero de Dios “inmolado” en la cruz para quitar los pecados del mundo. “Así podemos decir –ha señalado el Santo Padre- que Jesús realmente ha llevado a cumplimiento la tradición de la antigua Pascua y la ha transformado en su Pascua”.
Reflexionando sobre este nuevo significado de la fiesta pascual, Benedicto XVI ha analizado también la interpretación de san Pablo sobre los “ázimos”: símbolo del momento de la huída a Egipto, y también, símbolo de purificación. San Pablo añade un nuevo sentido: “Y puesto que Cristo, como el verdadero Cordero, se ha sacrificado a sí mismo por nosotros, también nosotros, sus discípulos –gracias a Él y por medio de Él– podemos y debemos ser «masa nueva», «ázimos», liberados de todo residuo del viejo fermento del pecado: ya no más malicia y perversidad en nuestro corazón”.Estas interpretaciones son más significativas en el contexto de este Año Paulino, como el propio Pontífice ha recordado al mismo tiempo que ha pedido acoger la invitación del Apóstol: “Abramos el corazón a Cristo muerto y resucitado para que nos renueve, para que nos limpie del veneno del pecado y de la muerte y nos infunda la savia vital del Espíritu Santo: la vida divina y eterna”.
Benedicto XVI ha finalizado su homilía pidiendo que el anuncio de la Pascua se propague por el mundo con el jubiloso canto del aleluya: “Cantémoslo con la boca, cantémoslo sobre todo con el corazón y con la vida, con un estilo de vida «ázimo», simple, humilde, y fecundo de buenas obras. «Surrexit Christus spes mea: / precedet suos in Galileam» - ¡Cristo resucitó de veras mi esperanza! Venid a Galilea, el Señor allí aguarda. El Resucitado nos precede y nos acompaña por las vías del mundo. Él es nuestra esperanza, Él es la verdadera paz del mundo. Amén.
Fuente Radio Vaticano