lunes, 6 de junio de 2016

La Misa en la Revelación

Quien lee con atención las Sagradas Escrituras, verá que en las entrelineas de algunos de sus libros, están presente figuras de la Eucaristía. Inclusive, hasta encontramos lo que podemos llamar guiones de la celebración eucarística.

Hace más de seis años, iniciamos esta serie de meditaciones mensuales -fue en marzo del 2010- comentando el Evangelio de San Lucas que relata cómo se dio el maravilloso misterio de la Encarnación (Lc. 1, 26-38). Aquel primer artículo que publicamos en el bloghttp://www.opera-eucharistica.org/ se titulaba “¿La primera Misa de la Historia?”. Efectivamente, la descripción lucana sigue el itinerario de una Misa.

Ya en mayo de este año, hace tan solo un mes atrás, analizábamos en otra meditación cuánto lo sucedido con los discípulos de Emaús, relato narrado también por Lucas, evoca la secuencia de las partes de la Misa.

Entre tantas otras evocaciones de la Eucaristía en ambos Testamentos, vemos, por ejemplo, al maná, alimento misterioso que prefigura el Cuerpo de Cristo; o el milagro de Caná, evocación de la Sangre de Cristo que en la última cena Jesús dio a beber a sus apóstoles.

Hoy queremos aludir al Apocalipsis de San Juan, el último libro del Nuevo Testamento; nos depararemos que en su lenguaje revelador lleno de misterio, hay también trazos de la celebración del sacrificio eucarístico.

Antes que nada, hay que decir que Apokalypsis en griego significa revelación, y no, como la generalidad de las personas imagina, destrucción o hecatombe. El Apocalipsis es un mensaje de aliento a los cristianos perseguidos y una profecía del triunfo final de Cristo sobre el mal. Sencillamente. Pero la gente poco instruida ignora esto. Es triste que se llegue a desvirtuar la Palabra de Dios.

Al citar algunos versículos del Apocalipsis que evocan aspectos de la liturgia eucarística, deseamos que el encanto por la Eucaristía viva en el alma de los fieles que cada domingo la celebran. Y, para aquellos que no cumplen el precepto, queremos que se animen a hacerlo en vista de su honda significación.

Porque cumplir con el mandamiento dominical es, más que sufrir el peso de una obligación –así suelen ver ciertos católicos tibios al compromiso del día del Señor-  una necesidad vital que nos enriquece. Se trata de conocer su trascendencia y de acogerlo amorosamente. ¿Cómo ir a Misa a contra gusto o maquinalmente, como quien cumple una norma de tránsito o se somete a un chequeo médico? La Misa es, de lejos y para decir poco, lo más importante de la semana.

Vamos a algunas citaciones del Apocalipsis que parecen revelarnos elementos esenciales del Santo Sacrificio de la Misa: El domingo como día de Adoración: Apoc. 1, 10. Altar: Apoc. 8,3-4 / 11:1. Presbíteros (ancianos): Apoc. 4,4 /11:15 / 14:3 / 19:4. Vestiduras Litúrgicas: Apoc. 1, 13 / 4,4 / 6,11 / 7,9 / 15,6 / 19,13-14. Candelabros: Apoc. 1,12 / 2,5. Incienso: Apoc. 5,8 / 8, 3-5. Libros que se abren: Apoc. 5, 1. Cálices o copas: Apoc. 15,7. Signo de la Cruz (Tau): Apoc. 7,3 / 14,1 / 22,4. Gloria: Apoc. 15,3-4. Aleluya: Apoc. 19, 1, 3, 4, 6. Santo, Santo, Santo: Apoc. 4,8. Cordero de Dios: Apoc. 5, 6 en adelante. Amen: Apoc. 19,4 / 22, 21

No queremos decir que el Apocalipsis sea un libro que tiene como objetivo adentrarnos en el misterio Eucarístico; afirmar eso sería una simplificación… aunque no tan lejana de la realidad: los textos están ahí.

Es común que en la exposición de la doctrina cristiana, especialmente en la catequesis para adultos, se haga referencia a la Iglesia como siendo la Esposa del Cordero, y a la Misa como un banquete de bodas. Es el lenguaje apocalíptico, eminentemente simbólico, como lo es también la liturgia de la Misa.

El Apocalipsis celebra la segunda venida de Cristo que vuelve al mundo para poner en orden a todo lo creado y devolverlo purificado al Padre. La Misa, que hace presente el sacrificio del Calvario sobre el altar, con lo que el Padre tanto se complace, es también un oráculo en que se anhela y se llama al Juez esperado: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”, se reza después de la consagración del pan y del vino.

Si en la Encarnación podemos contemplar lo que llamamos, por analogía,  la primera Misa de la historia, en la segunda venida de Cristo o parusía, bien se podría afirmar que tendremos la última Misa, pues ella será la acción de gracias por excelencia –en griego Eucaristía significa, precisamente, acción de gracias. La palabra parusía, también griega, quiere decir presencia y venida. Pero… la Hostia consagrada, donde está el Señor en cuerpo glorioso, ¿no es ya una parusía?

Ave, llena de gracia, el Señor está contigo” saludó el ángel a María en Nazaret, abriendo las puertas del Nuevo Testamento. “Que la gracia del Señor Jesús esté con todos” (Ap. 22, 21), concluye el libro Apocalipsis y, con él, la Revelación oficial.

La era cristiana se inicia, se concluye y se colma con la Eucaristía, ya que, por mandato del Señor y para la redención del mundo, la Iglesia la celebra sin cesar.

Sao Paulo, junio de 2016

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