lunes, 10 de agosto de 2009

San Lorenzo, mártir.

Etimológicamente significa “coronado de laureles”. Viene de la lengua latina.
Estamos hoy ante un santo singular. Nació en Jaca. Se marchó a Roma guiado por su inquietud espiritual. El Papa Sixto II lo nombró pronto diácono para que se encargara de los pobres de la ciudad.
Cuando en el 257 publicó el emperador Valeriano un edicto de persecución a los cristianos y el culto que daban al nuevo Dios, a veces en los mismos cementerios, lo arrestaron al mismo tiempo que al propio Papa y a los demás diáconos que tenían misiones especiales.
No obstante, Lorenzo va a morir un poco más tarde por la única razón de que el emperador le mandó hacer una colecta de todos los bienes que poseyeran los cristianos en Roma.
Lorenzo, tras unos días, se presentó ante el emperador rodeado de pobres, paralíticos, cojos, mendigos, enfermos y ciegos. Y con su cara sonriente, le dijo:"Estos son los tesoros de la Iglesia".
Cuando iba hacia la muerte tenía pena porque no se consideraba digno de morir por Cristo. Sixto II lo animaba. El emperador, irritado por su alegría en compartir los sufrimientos de Cristo, aunque se veía indigno, mandó que lo quemaran en unas parrillas ardiendo.
Incluso en esos momentos tuvo el humor que siempre le había caracterizado. Así se cuenta que cuando estaba quemado por una parte del cuerpo, se dirigió a los verdugos y les dijo:"Ya estoy bien quemado de este lado, dadme la vuelta".
Si no se tiene un gran amor a Cristo, es imposible que un ser humano se comporte de esta manera ante un dolor tan horrible.
San Lorenzo es uno de los mártires más célebres en todo el cristianismo. (Resumen de Catholic.net)