En el transcurso de una charla un joven –por lo demás, muy joven- preguntó a Monseñor João Clá Dias: (*)
- Monseñor, Dios nos llama a ser eternamente felices. ¿Por qué en esta tierra, sin embargo, Él permite sufrimientos?
- Entiendo su pregunta –dijo Monseñor João Clá. Espero darle una respuesta clara. Si no queda clara, por favor vuélvame a preguntar.
El problema colocado por el joven, que de un modo u otro, cada uno de nosotros lo levanta para sí, varias veces durante la vida. Sobre todo cuando hay un sufrimiento de por medio.
¿Cómo resondió Monseñor João Clá a esta siempre actual interrogante? En este reducido espacio de un posteo de un blog, nos parece esclarecedor una imagen usada por Monseñor para ilustrar la materia:
En estos días han llegado Heraldos delEvangelio, desde la lejana Africa del Sur y contaron como se formaban los diamantes. Según algunas teorías, los diamantes, abundantes en aquellas tierras, fueron originados por los bosques incendiados en los grandes movimientos cataclísmicos (inmensos terremotos, volcanes espantosos, convulsiones de la corteza terrestre, etc.).
Monseñor João S. Clá Dias, EP
En estos movimientos que duraron millones de años, los restos de los bosques, ahora transformados en carbón, tuvieron los destinos más variados. Muchos de ellos cayeron en grietas de placas rocosas y fueron aplastados y triturados. Son exactamente estos antiguos carbones que, sometidos a grandes presiones, dieron origen a los diamantes.
Luz y tinieblas
Es sabido que ambos –carbón y diamante- tienen idéntica composición química: son carbono puro. ¿Por qué uno es negro como las tinieblas y el otro parece ser luz cristalizada? ¿Por qué Dios, hizo en seres tan semejantes en composición, apariencias tan diferentes?
El diamante pasó por presiones, tinieblas y calores de los más terribles. El simple carbón, no. ¡Se podría decir que el diamante es un carbón que en las tinieblas y bajo la presión de los sufrimientos más atroces admiró tanto la luz que se transformó en un rayo de sol!
Análogamente, lo mismo ocurre en nuestras vidas: si tuviésemos en vista la luz para la cual fuimos creados –la bienaventuranza eterna-veríamos los sufrimientos con otros ojos. Ellos servirán para unirnos cada vez más a Dios y a María Santísima. Sea pidiéndoles fuerzas para enfrentrarlos, sea reconociendo que nos van purificando y transformándonos de meros carbones, en diamantes agradables a nuestros prójimos y sobre todo a Dios. Ese es el papel del sufrimiento en la vida.
Después de la desobediencia de nuestros primeros padres, Adán y Eva, la escalera que lleva al Cielo pasa por el sufrimiento. En las palabras de Santa Rosa de Lima “la cruz –o sea, el sufrimiento- es la única escalera que nos lleva al Cielo”.
No significa que la vida del verdadero católico, aquel que procura regir su vida por los mandamientos, sea sólo sufrimientos. No. Ella es sobre todo la esperanza, nacida de la fé y del amor de Dios que, viviendo conforme la voluntad divina llegaremos a la felicidad eterna.
Diamante rosado
Muchos que viven lejos de la luz verdadera, cuántas veces sólo en el sufrimiento se recuerdan de Dios. Les queda evidente su flaqueza, su contingencia y recurren a Dios todo poderoso, eterno, infinitamente bueno y bello.
Si admiramos la luz, o sea, la verdad, el bien y lo bello seremos como diamantes. Nuestro Señor Jesucristo dice de sí mismo “Yo soy la luz; quien me sigue no anda en tinieblas”.
(*) Monseñor João Scognamiglio Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio.
Fuente: “Por qué Deus permite o sufrimento?”
sábado, 30 de septiembre de 2017
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