¿Por qué se festeja el cumpleaños de alguien? La razón es muy simple: el aniversario de una persona representa el momento en que ésta entró en el escenario de la vida, el momento en que la sociedad humana se enriqueció con una presencia más.
Cada nacimiento constituye un favor, una gracia de Dios, porque todo hombre –por más que sea concebido en pecado original o traiga alguna deficiencia de familia- es una creatura de gran valor. Y esta creatura representa un enriquecimiento altamente ponderable para la humanidad.
Concebida sin pecado y repleta de dones sobrenaturales y naturales
En estas condiciones, la fiesta de la Natividad de la Virgen María nos lleva a preguntarnos cuál es el aporte que Ella trajo para la humanidad, y a que título especial el género humano debe festejar su aniversario.
Frente a esta perspectiva, quedamos sin saber qué decir... Pues la Santísima Virgen fue concebida sin pecado original.
Siendo Ella libre de cualquier mancha, un lirio de incomparable hermosura, su nacimiento debe alegrar no sólo al género humano, ¡sino también a todos los coros angélicos! Además de esto, Nuestra Señora poseía todos los dones naturales que una mujer pueda tener. Nuestro Señor Jesucristo le dio a Ella, según el orden de la naturaleza, una personalidad riquísima, preciosísima, valiosísima y, a este título, la presencia de Ella junto a los hombres representaba un tesoro de valor verdaderamente incalculable.
También, con su presencia, entre los hombres, ganamos los tesoros de gracias que la acompañaban y que son las mayores gracias concedidas por Dios a alguien, gracias verdaderamente inconmensurables.
Comprendemos entonces, lo que representa la llegada de Nuestra Señora al mundo. El más bello
nacer de sol es pálido, en relación a la belleza de la entrada de la Santísima Virgen en el mundo; la más solemne entrada de un rey en su reino nada es en comparación con esto.
La acción de la Santísima Virgen en los períodos de pruebas
La Natividad de Nuestra Señora nos inspira también otro pensamiento.
El mundo estaba postrado en el paganismo; los vicios imperaban; la idolatría dominaba la Tierra; el mal y el demonio vencían totalmente.
¡Pero, en el momento decretado por Dios en su misericordia, todo cambió! Nació Nuestra Señora, la raíz bendita de la cual nacería el Salvador de la humanidad. Así comenzaba el derrumbe del demonio.
¡Cuántas veces no pasa algo semejante en nuestra vida espiritual Hay ocasiones en que nuestra alma está en lucha, con problemas, atravesando y enfrentando dificultades! Ni siquiera tenemos idea de cuando vendrá el día bendito cuando una gracia extraordinaria, un gran favor acabará con nuestros tormentos, proporcionándonos un amplio progreso en la vida espiritual. Y, de repente, hay un nacimiento en el sentido especial de la palabra: Nuestra Señora aparece como una aurora en nuestra vida espiritual.
Esto nos debe dar mucha alegría y esperanza, con la certeza que Nuestra Señora nunca nos abandona. En las ocasiones más difíciles Ella nos visita, resuelve nuestros problemas, cura nuestros dolores, nos da la combatividad y el coraje necesarios para cumplir nuestro deber hasta el final, por más arduo que sea.
Desde el nacimiento, influenciando el destino de la humanidad
Así como en la Navidad celebramos el momento bendito en que Nuestro Señor vino al mundo y comenzó a hacer parte visiblemente de la sociedad humana, la fiesta de la Natividad de la Virgen María exalta la ocasión en que Ella enriqueció la humanidad con su presencia.
Alguien dirá: “¿Qué puede aportar a una sociedad, un bebé, sin uso de razón?”
Ahora bien, siendo concebida sin pecado original y poseyendo el uso de la razón desde el primer instante de su ser, desde el vientre materno Nuestra Señora tenía pensamientos elevadísimos y sublimes.
Si San Juan Bautista, el cual no fue exento de la culpa original, pero liberado de ella antes de nacer, al oír la voz de María saludando a Santa Isabel se estremeció en el seno materno, ¿no podría la Madre del Redentor ya en su infancia, tener conocimiento de todo lo que pasaba?
Nuestra Señora, desde el claustro materno, debido a la altísima ciencia que le fue concedida por la gracia de Dios, pedía por la venida del Mesías y por la derrota del pecado. De esta forma Ella influenciaba los destinos de la humanidad.
Nos dice el Evangelio que desde la túnica de Nuestro Señor Jesucristo salía una virtud capaz de curar. Si así lo era, también su Madre, el Vaso de Elección, debería ser una fuente de gracias a derramarse para todos aquellos que a Ella se aproximan. ¡Todo esto desde su tierna infancia! Aunque Ella fuese apenas una niñita, ya en su nacimiento, gracias enormes comenzaron a despuntar para la humanidad. Desde el primer momento constituyó el aplastamiento del demonio.
Se comprende entonces, como la venida de Nuestra Señora a la Tierra fue una gracia para todos los hombres. [...]
¿Qué debemos pedir en esta fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen?
Siendo hijos de Nuestra Señora –no por méritos, pero por la voluntad de Dios-, al festejar su nacimiento podemos pedir a Ella una gracia especial. Pidamos que la Santísima Virgen establezca con cada uno de nosotros una alianza especial, un vínculo de filiación todo especial en nuestro relacionamiento con Ella, de manera que nos tome bajo su amparo de modo particular.
(*) Extraído de conferencia de 8/9/1963.
jueves, 7 de septiembre de 2017
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