Publicado 2011/08/18
Autor: Gaudium Press
Sección: Espiritualidad
Redacción (Jueves, 18-08-2011, Gaudium Press) La Eucaristía es la cumbre de la religión y la consumación de lo Sagrado. Es el sacramento de los sacramentos, el más excelente de todos. Es la perfección de las perfecciones, porque contiene la perfección suprema y la fuente de todas las gracias: Jesucristo.
El pecado del hombre suscitó la encarnación. Dios se hizo hombre, máximo amor de Dios en vez de máximo castigo. La Eucaristía prolonga la encarnación y sus beneficios de redención y mediación. Cristo está entre nosotros con presencia real.
En la Eucaristía recibimos no solamente un auxilio de Dios, sino al propio Dios hecho pan de misericordia y alimento en nuestra peregrinación terrenal, pues nada es tan propio de la caridad como comunicarse íntimamente con el amado y celebrarlo con una cena o comida. La Eucaristía es el máximo banquete de Cristo con los hombres.
Dios instituyó este sacramento bajo las especies del pan y el vino para poder comunicarse íntimamente con nosotros en forma de alimento transformándonos en Él y
haciéndonos uno con Él.
Cristo obra en nuestra naturaleza sin destruirla, sino perfeccionándola, revistiéndonos interiormente de su poder, dándonos la fuerza divina que necesitamos para conseguir la vida eterna.
Y de la asimilación de este alimento divino brota la gracia, que nos da la posibilidad de obrar y de tener méritos en el orden sobrenatural, haciéndonos capaces de alcanzar la vida eterna. Hace también brotar todas las virtudes morales que enriquecen nuestra capacidad y la sobrenaturalizan.
El efecto de este sacramento es la caridad, no solamente como hábito, sino también como acto. Comulgamos todas las virtudes del alma de Cristo y especialmente su amor. Por la virtud de este sacramento se hace una cierta transformación del hombre en Cristo por el amor.
El sacerdote al pronunciar las palabras de la consagración, da lugar a la misteriosa transubstanciación. Toda la substancia del pan y el vino se convierte en la substancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Del pan y el vino quedan solamente los accidentes. En la eucaristía es el propio Cristo que se hace presente, el mismo Cristo que nos cuentan los Evangelios y que vive ahora glorioso, sentado a la derecha del Padre. Independiente de nuestra fe, voluntad o imaginación, aunque no lo honremos, es Él quien está allí. No solo como una señal como la bandera lo es para la patria, no solo con su virtud o gracia, como en la administración del bautismo o confirmación. Él está realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad.
¿Qué nos pide Él en la Eucaristía? Él nos pide que permanezcamos en su amor (Jn, 15,9). Que seamos fieles a Él y que nos aproximemos a la Eucaristía de forma digna, atenta y devota para que ella sea verdaderamente este viático que nos lleva al cielo. Por eso pidamos de rodillas delante del sagrario para que Cristo Eucarístico mantenga encendido en nuestras almas el fuego de la caridad y que haga nuestra alma semejante a vuestra.
Por Inácio Almeida
jueves, 1 de septiembre de 2011
El Sacramento de la Eucaristía
Etiquetas: heraldos del evangelio, uruguaay, uruguauy, uruguay, uruuguay
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