¡Que la paz sea contigo!.
Con esta frase, Laercia despertó a su esposo, el rubio y gigantesco Tubaldo, que abandonó su cama rezongando, porque esa clase de saludos no eran de su agrado.
¡Bah! ¿Quién piensa perturbar la paz? Harías mejor si recurrieres a Wotan (el dios de los germanos) para hacerme ganar unas buenas monedas hoy en la feria.
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