sábado, 21 de octubre de 2017

Comentario al Evangelio del domingo 22 de octubre - por Mons. João S. Clá DIas, EP

La enseñanza de Jesús sobre la armonía entre el orden espiritual y el temporal* Las cosas de Dios y las cosas de la tierra no deben ser antagónicas. Al contrario, entre ellas debe haber colaboración. En la armonía entre ambas esferas, la temporal y la espiritual, está el secreto del progreso. Y la Historia nos muestra que no hay nada más excelente que seguir el consejo de Nuestro Señor Jesucristo: “Busquen el reino de Dios y su justicia, y el resto se les dará por añadidura” (Lc 12, 31). Dicho sea de paso, en esta conjunción y colaboración entre lo espiritual y lo temporal es que, según su carisma, los Heraldos del Evangelio se esfuerzan en actuar procurando la “*consecratio mundi*”, la sacralización del orden temporal, siendo hijos amorosos de la Iglesia y fieles al Papa, como instrumentos de la Nueva Evangelización.

*Armonía dentro de nosotros *Se puede decir que hay una especie de convivencia entre las dos esferas dentro del hombre, ya que tenemos deberes referentes a nuestra vida espiritual y a las necesidades de nuestro cuerpo.

Al respecto, comenta Santo Tomás de Aquino en la *Catena Aurea*: “También podemos entender este pasaje [del Evangelio] en el sentido moral, porque debemos dar al cuerpo algunas cosas, como el tributo al César, esto es, lo necesario;  pero todo lo que corresponde a la naturaleza de las almas, o sea, lo que se refiere a la virtud, lo debemos ofrecer al Señor.

Los que enseñan la ley de modo exagerado y ordenan que no cuidemos en absoluto de las cosas debidas al cuerpo... son fariseos, que prohíben pagar el tributo a César; y los que dicen que debemos conceder al cuerpo más de lo que debemos, son herodianos. Nuestro Salvador quiere que la virtud no sea despreciada, cuando prestamos demasiada atención al cuerpo; ni que sea oprimida la naturaleza, cuando nos dedicamos en exceso a la práctica de la virtud”.

Concluyamos, siguiendo el consejo de San Agustín: si nos preocupamos con las monedas en las cuales está grabada la efigie de César, nos debemos preocupar mucho más con nuestras almas, en las cuales Dios grabó su propia imagen. Si la pérdida de un bien terreno nos entristece, mucho más nos debe constritar el causar daño a nuestra alma por el pecado.

​(MONS. JOÃO S. CLÁ DIAS, EP *in* "Lo inédito sobre los Evangelios" Volumen 1, Librería Editrice Vaticana).

Texto completo en portugués: Comentario al Evangelio del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Año A.

https://pejoaocladiassermoes.blogspot.com.uy/2014/10/evangelho-do-xxix-domingo-do-tempo_14.html

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