Transcurría el año de 1879. El párroco de la pequeña iglesia de la Villa de Cap-de-la-Madeleine, en Quebec, Canadá, se encontraba delante de un serio problema: el invierno había sido demasiado suave... Los que ya experimentaron la intensidad del invierno en América del Norte, con sus vientos cortantes, fuertes nevadas y temperaturas de calar los huesos, evidentemente encontrarían extraño ver al párroco en oración, no para agradecer una estación tan benigna, como para implorar a la Santísima Virgen con fervor, frío, mucho frío... Nuestra Señora, como verdadera madre, comprendió lo que él quería y lo atendió generosamente. Y ésta es nuestra historia, en la cual veneraremos la solicitud y el celo con los que María guía a sus hijos para la gloria de Cristo Nuestro Señor. Cuando el P. Desilets recibió, en 1864, la pequeña iglesia en esa provincia francófona, encontró una parroquia en crisis.
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jueves, 14 de abril de 2011
Cuentos para niños - El poder del Rosario
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