miércoles, 13 de mayo de 2009

Belén


Belén tiene profundas raíces en un pasado muy lejano, y tal como nos dice la Escritura, las páginas más importantes de su historia comienzan en la época de los Patriarcas, en el año 1800 antes de Cristo... Belén está vinculado también con la memoria de Raquel, la amada esposa de Jacob, cuya tumba, luego de fuertes disputas, se encuentra actualmente en este lugar, a la entrada de la ciudad.
También la viuda Noemí con su nuera Ruth volvieron a Belén desde la tierra de Moab. La dulce historia entre la tierna moabita Ruth y el solvente Booz marcará el comienzo de los acontecimientos decisivos... de ellos dos nació Obed que engendró Jesé, el padre de David. Hace 3000 años Belén fue principalmente la ciudad de David, el sencillo pastor ungido Rey de Israel por el profeta Samuel que obedecía las órdenes de Dios. 1000 años después, un evento extraordinario tuvo lugar en Belén. El Mesías, descendiente de David nació bajo la tenue luz de una de las grutas de este lugar. Fue aquí donde el Verbo encarnado tomó forma humana.“Y tú Belén - dice el profeta Miqueas – no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel”.
La gruta donde nació Jesús sigue aún aquí, así lo asegura una amplia documentación histórica- arqueológica que se remonta a los tiempos de San Justino, mártir del siglo II. Sobre esta gruta Adriano hizo construir un templo pagano en el año 135, con el fin de cancelar el culto cristiano ya existente en aquella época. En el año 325 Santa Elena, madre de Constantino hizo construir sobre la gruta una gran basílica, que fue restaurada posteriormente por Justiniano en 531. Esta es la basílica que se visita actualmente . La misma que fue salvada milagrosamente por Cosroe II en el año 614, porque sobre la fachada de la basílica encontro representaciones de los Reyes Magos con vestidos persas. Ennegrecidos por el humo de las lámparas y protegido por láminas de asbesto, la gruta lleva las marcas del desgaste por el tiempo y de las transformaciones que ha sufrido con el paso de los siglos, pero su autenticidad es innegable como pocos otros lugares en Tierra Santa.
En el centro de un pequeño ábside una estrella de plata lleva una inscripción en latín “hic de virgine maria jesus christus natus est” ... Es en este lugar donde uno se arrodilla para besar el lugar donde el Dios invisible se hizo hombre y visible entre nosotros. Junto al altar de la Natividad, propiedad de la griegos ortodoxos, está la memoria del lugar de la cuna y el altar de los Reyes Magos donde los católicos latinos pueden celebrar la Eucaristía.
Los franciscanos que viven en Belén desde 1347, tienen junto a la Basílica de la Natividad su propio convento y una iglesia (dedicada a Santa Catalina Mártir) que sirve a la comunidad cristiana católica de rito latino. Es desde esta iglesia que se baja a las cuevas de San Jerónimo. El santo-erudito se estableció aquí en el año 386 y permaneció en la vida monástica por 36 años, con la noble matrona romana Paola y otros seguidores, viviendo una vida monástica, dedicándose al estudio de la Biblia y produciendo su famosa versión latina (Vulgata) que luego llegó a ser la versión oficial en la Iglesia Occidental.
Actualmente Belén es una ciudad palestina con 30.000 habitantes, donde la mayoría de la población es musulmana. Si en 1948, los cristianos representaban el 80% de la población, actualmente representan sólo el 12%. Causadas por una emigración lenta y contínua como consecuencia de las difíciles condiciones económicas y sociales: por un lado, debido al crecimiento de un Islam cada vez menos moderado, y por el otro, debido al aumento de las restricciones adoptadas por el Gobierno israelí, por razones de seguridad. Frente a esta realidad los cristianos son testigos impotentes de la disminución del turismo religioso en los territorios palestinos, que es la fuente principal de ingresos para los propietarios de hoteles y los artesanos cristianos en Belén. Muchos no soportan la situación y dejan Tierra Santa. Los que quedan piden constantemente ayuda y consuelo para que la luz del testimonio cristiano no se apague definitivamente, justo en la ciudad donde nació Jesús.