
En la escuela, estaba comenzando a leer y a escribir y aprendía rápido, pues Dios le había dado gran inteligencia. En el Catecismo no había quien le superase. Siempre era el primero entre los niños y ya tenía una gran colección de estampas que el padre Arnaldo daba a los alumnos más aplicados. Le gustaban, sobre todo, las de Nuestra Señora, en sus diversas advocaciones: Madre del Buen Consejo, Auxilio de los Cristianos, Madre de la Divina Gracia, Nuestra Señora de la Confianza.
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